¿Qué entendemos por populismo? El populismo, según la RAE es una tendencia política que representa y/o atrae a las clases populares. Nace durante la segunda mitad del siglo XIX, de una manera bastante positiva, para designar ciertos movimientos derivados de las tradiciones rusas y también estadounidenses.
En la actualidad, el significado ha permutado por otro uso mucho más peyorativo y surgido por el continuo machaque de los medios de comunicación propagandísticos y globalistas, que ven en su utilización continua, la forma de acabar con los que discrepan de ellos y les son molestos para conseguir su meta de alcanzar el poder por encima del Estado.
Si hay alguna especial característica ineludible dentro del movimiento político que aparece representado por Vox, es sin lugar a duda, la defensa que hacemos desde el primer momento de nuestra fundación, basada en las mismas convicciones y valores. Este hecho tan claro, es algo que los españoles nos agradecen y que nosotros, que nos dedicamos en cuerpo y alma, solucionamos siempre sin miedo a plantar cara al consenso progresista. Y claro, esto fastidia.
¿Y qué es lo que ocurre cuando tenemos fastidiadas a las élites del progresismo acomodado? Pues que, en vez de una lluvia de estrellas, lo que nos cae a los que nadamos en contra de su lodazal, es una lluvia de etiquetas peyorativas de discriminación variopinta. Aunque inventen significados nuevos, todo vale con tal de señalarnos. Los más ineptos y desesperados se ponen rabiosos porque ven peligrar su agenda.
Continuando con el intento imposible de establecer en nosotros una relación cercana con el populismo, nos mantenemos firmes sabiendo lo que ya he expuesto anteriormente, que en Vox, primero han sido, son y serán, nuestros valores y convicciones, siendo esto lo que precisamente buscan nuestros votantes al verse identificados con nuestro proyecto. Y si esta forma de trabajar le molesta al social-comunismo progresista en su afán de poder, allá ellos porque nos da igual, no nos vamos a callar. Que sigan dedicados a etiquetarnos en vez de ocuparse de la grave crisis que ocultan, sin evitar que presentemos los números económicos actuales, que nos avocan hacia un desastre cercano y un futuro incierto. Es cuanto menos, una actitud irresponsable hacia aquellos que confiaron en su día en ellos.
Así pues, no me importa ninguna etiqueta como la que describo en estas líneas porque sé muy bien la realidad que esconde detrás. Lo que sí que me sigue preocupando y mucho, es continuar defendiendo aquellos principios fundamentales contra los que quieren acabar estos creadores de etiquetas y odio como, por ejemplo, la familia y la soberanía de las naciones. Es en esta línea, donde aflora mi responsabilidad patriótica y social, de ofrecer una alternativa posible a los españoles para darles la única voz que, de verdad, les rinde cuentas al consenso progresista que no funciona.
El último ejemplo que tenemos para corroborar que solo queda Vox frente a un consenso monopolizado desde la izquierda, es lo sucedido recientemente en la Asamblea de Madrid donde todos los partidos, han votado en contra de la petición de Vox de indemnizar a la hostelería por sus pérdidas acumuladas durante la obligación de cerrar arbitrariamente y por demás restricciones de horarios, que los han llevado a un hundimiento provocado por los mismos que ahora niegan conceder esas ayudas.
Puede que sigan insistiendo en el empleo cotidiano de etiquetas peyorativas y de desprecio hacia los más de cuatro millones de españoles que representa Vox. Pero esto no hace, ni por un momento, que nos tengan replegados a su ideología globalista y a su agenda 2030. Nuestras armas son tan simples como humildes o sinceras. Y por ello, las más fuertes.
Ninguna forma de división o de violencia, detendrá el camino comenzado por Vox.
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