El mayor reto

No son pocos los seminarios y debates que llevan en su denominación la palabra reto. Los retos económicos a los que se enfrenta la economía europea o nacional, los retos demográficos en los países en desarrollo, retos deportivos o de seguridad, en definitiva, retos para dar y regalar. Si analizamos en estas situaciones cuáles son las dificultades que se nos pueden presentar, podemos encontrar un denominador común a todas ellas y es que la mayoría se presentan cuando no todos utilizan las mismas reglas del juego.

Tirando un poco más del hilo vemos como muchas de las regulaciones que en casi todos los ámbitos de la vida se nos dan, van encaminadas a conseguir una igualdad en las oportunidades, en las normas de uso y de acceso a lo que entre manos tengamos. También podemos ver que muchos de los conflictos humanos vienen precedidos de situaciones de desequilibrio, o en las que alguna de las partes considera estar en desventaja frente a las otras. Y este es el mayor reto al que se enfrenta Europa: Ser o no ser fiel a las normas que ella misma se ha dado.

La Unión Europea ha basado su crecimiento en, por una parte, eliminar barreras y por otra en consensuar unas normas comunes para todos los estados miembros. Todo ello bajo unos principios muy básicos, pero a la vez muy exigentes de solidaridad entre territorios y respeto a los derechos humanos. Así han nacido reglamentos que nos indican qué información ha de aparecer en el etiquetado de los productos o qué composición han de tener los fertilizantes y las pinturas de los juguetes. Del mismo modo que, la forma con la que tratamos a los que vienen de fuera o nuestra manera de resolver conflictos, se cimienta en unos principios que todos los europeos aceptamos como los más humanos y solidarios. Pero no todos los países piensan igual. Ni el etiquetado dice lo mismo en todas partes, ni la composición de los tintes es igual de inocua. No todos los países tratan del mismo modo al diferente ni tampoco todos son igual de pacíficos a la hora de resolver conflictos. No jugamos con las mismas normas. Eso nos hace estar en desventaja y hace que la pregunta del millón sea cómo ser competitivos e influyentes sin dejar de ser nosotros mismos. Este es, sin duda, el mayor reto al que se enfrenta la Unión Europea.

Ante las bravatas rusas, los productos que vienen de fábricas en las que los trabajadores no tienen ni sueldos ni condiciones de trabajo dignas. Ante las avalanchas orquestadas de inmigrantes o los productos sin garantías de composición o fabricación. Ante todo esto que nos hace preguntarnos si no sería mejor abrazar a Maquiavelo yendo a lo fácil que seguir siendo fieles a nuestros principios, sólo cabe una respuesta clara y firme de unidad. Si trabajamos juntos podemos imponer cambios en las reglas del juego mundiales. Somos un gran mercado que puede aún imponer sus criterios, poseemos una de las diplomacias más antiguas, usemos nuestras armas. Hagamos que prevalezcan unas reglas del juego justas para todos. Este es el mayor reto. Afrontémoslo y salgamos todos mejores.

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