A pesar de su rabia por haber perdido la Guerra Civil, los abuelos traídos hasta la sede del PSOE me producen pena. Primero, porque tanta inquina no les permitirá vivir en paz todos estos años y segundo, porque Pedro Sánchez los utilizó vilmente. Esas consignas rancias, puño en alto cantando ‘La Internacional’, huelen a naftalina. No es de recibo que se compren voluntades a golpe de bocadillo de chóped.
El tirano nos ha echado un pulso que, de momento, no ha ganado, a la vista está que no ha movilizado ni al 6% de militantes, eso es un fracaso rotundo. El problema que yo veo es el siguiente ¿qué hará el animal herido cuando se sienta más amenazado aún? Seguramente, querrá ir contra nosotros por considerarnos de ultraderecha y, posteriormente, contra los jueces, a los que odia profundamente porque se atreven a hacer su trabajo y no lo que él diga. No se puede fiar nadie de un mentiroso y el teatro que ha montado indica el grado de degradación del actual Gobierno.
Ante una sociedad medio drogada por noticias sobre corrupción de forma que ya no se inmuta, un grupo de delincuentes habituales roba con total impunidad. Se está dando un golpe de estado delante de nuestras narices y todavía hay quien lo defiende, inaudito. Los mismos que lucharon contra la dictadura de Franco, ahora aplauden esta nueva, que me temo es mucho más peligrosa que la anterior. Para ello, utilizan a los abuelos, muchos ya con demencia senil, achuchándolos y metiéndoles el miedo en el cuerpo.
El espectáculo que está dando España, para nosotros que hemos vivido en una España próspera y libre, es bochorno y triste a la vez. Amenazados los jueces y los periodistas, nos queda resistir porque ganar diez batallas, no significa que vayas a ganar la guerra, de nosotros depende.
Escribir ya es deporte de riesgo