Ostracismo y obstetricia

Al paso que vamos, los hombres van a tener que parir para cumplir la cuota paritaria y el castigo divino. Así sabrán lo que vale un peine, que es tanto como decir que descubrirán en sus propias carnes la llamada violencia obstétrica que ellos mismos concibieron. Según Irene Montero, sería otra violencia más, de las muchas (¡todas!) que ya sufren las pobres féminas. La ginecología y sus especialistas egresados, (también mujeres) están que se suben por las paredes.

Un tal Rubén Castro puso a la sociedad en jaque en 2021. Nacido con cuerpo de mujer, realizó el tránsito hacia la masculinidad. Antes de iniciar su proceso de hormonación, congeló sus óvulos, para someterse a una inseminación a posteriori. A los 27 años cumplió lo que él mismo consideraba el sueño de toda su vida. Tenía aparato reproductor en regla desde siempre. Ese sueño de concebir, por tanto, no había sido frustrado ni por Dios nuestro señor. Pero él quería ser “papá gestante”, que es como “todo en uno”. Iba a construirse hombre y, por tanto, sería expulsado del privilegio de parir. Sin embargo, nació mujer, o sea, dotado para hacerlo. Tuvo que ajustar primero su psique y preservar su realidad hormonal, celular, incluso anatómica “para disfrutar de la lactancia”. La prensa habló del primer hombre que daba a luz en España con ceguera y un titular engañoso.El miedo a que te tachen de transfóbico produce monstruos.

El alumbramiento siguió el curso que la naturaleza tenía previsto. La partera (o el comadrón) tranquilizaban a un parturiente con aire varonil y patillas. En su trajín de zuecos y bata, lo habían visto casi todo, aunque no todo. Ejercieron (a decir de la ministra) la sistémica violencia obstétrica. Se trata de violencia contra las mujeres, pero Rubén se considera hombre. Supongo que Irene Montero no le discutiría eso. No solamente es un hombre, ¡lo es rechazando la condición congénita de mujer! Quizá le parecía horrible, insoportable, una maldición per se, para todo excepto para embarazarse, parir y amamantar.

Parece claro que la titular de igualdad desconoce la realidad histórica más básica. Toda la literatura está plagada del terror al parto. Era una situación de altísimo riesgo que se llevaba por delante a muchas mujeres, sus bebés o a ambos. No hace tanto de las temibles fiebres puerperales. El parto natural, dicho así, es otro mito idiota. Se basa en la creencia de que la naturaleza es sabia y lo hace todo correctamente y sin ayuda. ¿Será por eso por lo que a una lumbrera se le ocurrió practicar una cesárea? ¿Cuántas vidas salen adelante en una incubadora? Parirás con dolor es el castigo bíblico. Ya casi se ha generalizado el uso de la anestesia epidural. Al tiempo que la ministra (y sus coristas) hablan de violencia en los hospitales, una ONG se publicita para recabar fondos. Su cometido: evitar miles de muertes en el tercer mundo, ofreciendo partos higiénicos, asistidos, medicalizados.

Hablan los informes de episiotomías decididas alegremente en el primer mundo, como se rajaría a un cerdo en una matanza. También de posturas inadecuadas para dar a luz y otros detalles. Aseguran los “expertos en la cuestión” que las propias mujeres no son conscientes de la violencia que ejerce contra ellas el régimen heteropatriarcal. Hay que despertarlas de su inopia, pobrecillas, y espabilarlas un poco. Lo bonito (realidad cruda aparte) sería tener un hijo en una piscina de aguas tibias y placenteras. A poder ser, traídas del Jordán ex profeso. Todo lo que se escucharía sería una sonata en Fa menor y el trino de un ruiseñor, con el discreto jolgorio de la familia en un éxtasis de amor sublime. En definitiva: ese es un reino exclusivamente femenino. En él son diosas absolutas que no necesitan de nadie y mártires absolutas que acusan a todo el mundo. Sabiduría total y sufrimiento infinito a partes iguales. La criaturita llega a este mundo como deslizándose por un mullido tobogán.

Me pregunto si Rubén le chafa el argumento a la ministra o no. Ella sabrá, en su particular caos ideológico. En puridad, debería ser que sí: Irene está convencida de que ya no solo dan a luz las mujeres. Eso significa que la violencia obstétrica se ejerce también sobre ellos. Rubén es un caso excepcional, de acuerdo, pero no es el único y habrá más. Se queja por haber tenido que someterse a un comité ético. Se ve que tan difícil no se lo pusieron. Primero lo atendían como hombre, que era como él se presentaba. Después lo derivaban a ginecología, pero todo allí estaba diseñado “en femenino”. El motivo era la falta de referentes y la ignorancia de los profesionales. Que exista lo que no existe para que lo que no puede existir parezca que existe.

Imposible imaginar a dos trogloditas sellando un pacto en la noche de los tiempos. Ellas fueron condenadas a parir, mientras ellos se emborrachaban con sangre de venado bebida en un cuerno. Irene Montero ha sido madre dos veces, afrontando dos partos para tener tres hijos. Sabrá por qué y qué trato ha recibido. Quizá concibe al personal sanitario como entiende las fuerzas del orden. Según ella, en las comisarías se burlan de una muchacha violada y amonestan su atuendo provocativo. Estas papisas del victimismo buscan levadura para engordar su cruzada en un horno muy frío. Es el lujo de quienes no tienen ya razón alguna para lloriquear.

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