Entre el león y el castillo

Uno de los pensamientos más profundos que se enredan en la deriva filosófica, en estudios de sociología y en el terreno intelectual en general quizás sería el que repondiera a la pregunta de qué hubiese sido si algún acontecimiento importante no hubiese sucedido en la Historia. ¿Cómo sería la vida hoy en día? Este paradigma de lo indemostrable tiene resquicios que dejan ciertas obviedades. ¿Os habéis preguntado alguna vez qué hubiese sido de la Humanidad en el caso de que ciertos acontecimientos naturales no hubiesen acabado con los dinasaurios? Sin embargo, sería absurdo encontrar a alguien hoy en día que se alegre de ese cataclismo.

Nos encontramos actualmente en una sociedad en la que ha crecido enormemente el respeto por el entorno natural, especialmente por los animales a los que se les ha llegado a dotar legalmente de sentimientos, de sensibilidad. Menuda novedad, como si no fuesemos ya conscientes de que todo ser vivo, incluídas las plantas, poseen cierto grado de sensibilidad. Tanto es así que ha quedado demostrada la reacción que muchas plantas tienen hasta con la música. A veces creo que nos hemos dejado absorver últimamente tanto por el entorno que nos hemos olvidado de nosotros, de nuestro “yo” y de nuestra propia sensibilidad, le personal y la social. Y me refiero a la real, no a aquella que han construido otros por nosotros.

Y eso que todos sabemos que, si las plantas pueden ser sensibles a la música, los votantes a veces son tan sensibles que responden a estímulos tan falsos como las promesas de una paguita, de un salario universal que nuca llega para todos los que lo necesitan, ante gritos de igualdad de partidos que trabajan por la división y la desigualdad, o al menos de la mano de ellos, o ante uno de los estímulos más arrolladores, en el que te prometen libertad. Curioso cuanto menos es que te prometan libertad aquellos que desde el poder durante décadas, no han hecho sino oprimirte y castigarte con impuestos, corruptelas en las que se llevaron el dinero que te quitan de la nómina o de tus aportaciones como empresario o autónomo.

Pero la libertad nunca estubo más amenazada que hoy en día, y les voy a explicar por qué. Durante más de un siglo se hablaba de la prensa como el cuarto poder, pero la prensa ha pasado a estar controlada a golpe de talonario y suibvenciones de diverso tipo precisamente por los que atesoran los poderes legislativos. Poca libertad se llega a tener en un medio de comunicación hoy en día. Sin embargo hay otro poder que ha superado a la propia prensa y que hasta la ha hecho arrodillarse ante su inmenso poder, las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales. El otro día este país asistía estupefacto en el programa Horizontes de Cuatro a las revelaciones de un empleado de una empresa que se dedicaba a trolear en Internet y que comentaba sin estupor la existencia de muchas empresas sometidas a ese régimen en las que cientas y cientas de personas eran contratadas por organizaciones o partidos polítcos para modificar la opinión pública respecto a partidos políticos, personas, organizaciones o causas.

El ser humano ha pasado a ser presa en su presunta libertad de aquellos que se dedican a amaestrar lo que debemos pensar, lo que debemos o no decir y hasta lo que debemos o no votar. Y en este aspecto una de las víctimas, hasta ahora más sonadas, no ha sido otra que Ciudadanos. En este mundo de enfrentamientos posicionales, tan absurdamente polarizado, tan agreste y tan verbalmente violento, el discurso centrado, lógico, y fuera de todo enfrentamiento visceral contra el otro es una terrible amenaza para los objetivos de unos y de otros. Es la prueba evidente de que esos discursos, de que esos adoctrinamientos, de que ese abuso de la sensibilidad humana a través de la manipulación en redes sociales o en prensa no tienen un objetivo constructivo en nuestra sociedad sino el puro enfrentamiento continuo y el desgaste del otro a costa de los intereses de todos y a favor de los intereses de ciertos proyectos totalitarios.

Veía estos días los debates que tuvieron los tres candidatos de los principales partidos en las elecciones de Castilla y León echando de menos, por libertad y por igualdad, la asistencia del resto de los que se presentaban, y no dejaba de observar el papel de uno u otro de ellos. Atónito asistía a un Mañueco que representaba el castillo, el poder, la autoridad, aunque con pocos datos propios que legitimaran su orgullo político ya que la inmensa mayoría de los triunfos que se atribuía habían sido gestionados por consejeros de Ciudadanos, y veía a un Tudanca, del PSOE, a modo de león atacando o intentando atacar a todo lo que se movía prometiendo cielos y Tierra mientras desde los gobiernos de España de su partido nunca trataron a esta tierra con la igualdad y con la necesidad que tenía de inversiones. Ambos me recordaban en su forma de hablar a los actores de telenovelas que van repitiendo combulsivamente el guión con miedo a equivocarse. Absolutamente irreales. Programados.

Y por otra parte comprobé a un Igea, de Ciudadanos, absolutamente natural, con las ideas claras, con el orgullo de un trabajo bien hecho y reclamando sus derechos ante un destierro injusto motivado no por las necesidades de los castellanoleoneses, sino por los intereses del partido del Presidente y de un Casado que no da pie con bolo en la etapa en la que debería tenerlo más fácil que nunca. Igea también dio datos, pero los datos de quiénes, entrando en un Gobierno de coalición, habían conseguido en poco tiempo lo que en décadas ni por asomo habían llegado a cumplir los del PP después de multiplicar en cada convocatoria las promesas electorales.

Está claro que Igea no forma parte de ese control del poder que tanto necesita un Mañueco, ni del discurso interesado y vacío de quiénes no han demostrado ni desde dentro ni desde fuera de esta comunidad el menor interés por resolver sus problemas y, en muchos casos, no han hecho sino agrabarlas.

Está claro que el castillo y el león necesitan quién les gobierne y que lo haga desde el centrismo, desde la huída de los frentismos y de las políticas de interés ajeno al de los ciudadanos. Estoy convencido de que en Castilla y León Ciudadanos es la clave que debiera presidir y, en todo caso, condicionar y controlar al Gobierno. Porque, entre otras cosas, mal no les ha ido en absoluto con su fructífero trabajo.

Sólo espero que no nos encontremos, una vez más, con otra parte de la Historia en la que nos tengamos que preguntar qué hubiese pasado si Ciudadanos hubiese podido volver a ser la condición de un Gobierno que podría salirse por la tangente ideológica o no mirar los verdaderos intereses de esa maravillosa tierra. El domingo saldremos de dudas.

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