El amor y el «yo»

Las noches de los fines de semana en mi coche vienen a ser como una especie de “diálogo  socrático” donde varios amigos y yo nos juntamos a discutir en torno a un tema. Esta semana tocó el tema del amor, una emoción que desde luego a ninguno de mis lectores les  resultará ajena. El caso es que en este diálogo, el cual me inspira a escribir este artículo, mis  interlocutores no pararon de conversar acerca del altruismo del que, según ellos, hace gala  este sentimiento. Este altruismo lleva implícito la subyugación del yo cuestión a la que me  opongo con rotundamente. Por tanto, amigos, en el día de hoy hablaremos de amor, más concretamente de la visión que el objetivismo tiene del asunto. 

En primer término vamos a centrarnos en rebatir la tesis de que el amor es, en esencia, un algo  desinteresado, un algo altruista. Y es que, si el amor fuera algo altruista, tú no esperarías  recibir nada a cambio de la persona que amas, estando con ella simplemente por pena. Y es  que, en palabras de Ayn Rand, “un amor desinteresado tendría que significar que tú no obtienes  ningún placer ni felicidad personal de la compañía y la existencia de la persona que amas, y que  lo único que te motiva es la lástima del auto-sacrificio por la necesidad que tiene esa  persona de ti”.  

Sin embargo, la práctica nos demuestra que el preocuparse por el bienestar de la persona a  la que se ama responde a criterios egoístas de aquel que ama. Y es que si alguien pone  todos sus recursos en favor de la otra persona no lo hace por esta sino por sí mismo. Esto se  debe a que si el amor fuera meramente altruismo en el caso de que, por ejemplo, la persona  amada padeciera de una enfermedad grave a aquel que ama le sería indiferente desde el  punto de vista personal y egoísta que la persona amada viviera o muriera.  

Así pues, en segundo término y una vez visto que el amor no es altruismo, pasaremos a tratar de  dilucidar sobre qué es este sentimiento. Sobre ello Ayn Rand dice que “amor, amistad, respeto,  admiración… son la respuesta emocional de un hombre a las virtudes de otro, el pago  espiritual que se da a cambio del placer personal, egoísta que un hombre recibe de las virtudes  del carácter de otro hombre”. En consecuencia, el amor es la afirmación más profunda de tus convicciones y valores siendo  la persona a la que amas algo de gran importancia personal y egoísta para ti y para tu vida  en tanto que es necesaria para tu propia felicidad. Trasladando esto a la perspectiva del que  es amado el amor es, parafraseando a Rand, el mayor homenaje y el mayor elogio que se le  puede rendir a una persona.  

Habiendo ya dilucidado en torno al amor habríamos a continuación de hacerlo sobre su máximo  exponente: el amor romántico. Sobre el mismo Ayn Rand sabiamente dice que “El amor  romántico, en el pleno sentido del término, es una emoción posible solamente para el hombre (o mujer) de autoestima inquebrantable. Tal hombre (o mujer) es incapaz de sentir un deseo sexual divorciado de valores espirituales”. Y es que, si el amor en sí es la respuesta emocional a las virtudes de otro, este en su máxima expresión no puede reducirse a un mero deseo carnal divorciado de los valores espirituales o virtudes. 

En síntesis, y para concluir este artículo, el amor no es, como algunos sostienen, sacrificio y  altruismo sino la respuesta a nuestros más altos valores siendo, por tanto, imposible separar  el amor del yo. Y es que, en definitiva, “Para decir “yo te quiero”, primero uno tiene que  saber cómo decir “Yo”.

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