Uno de los conceptos que más cercanos a la política deberán estar es el de empatía. Pero no una empatía selectiva hacia unos o hacia otros, sino una empatía hacia toda la ciudadanía, independientemente de su posición socioeconómica, raza, sexo… Una empatía hacia el ser humano que puede llegar a hacernos comprender el por qué de sus reivindicaciones, de sus quejas, de sus esperanzas y de su dolor.
Un mínimo de empatía hacia colectivos como el LGTBI debería llevar a cualquier partido, incluso por misericordia cristiana, a entender que se trata de personas que no sólo han sido perseguidas, maltratadas, encarceladas, ejecutadas y discriminadas a lo largo de los siglos, sino que es algo que aún sigue sucediéndoles en algunos países del mundo en su extremo más terrorífico. Y todo, por vivir, sentir y compartir su afinidad sexo afectiva con aquellas personas que sienten y desean como ellos y ellas. Hablamos de una libertad esencial para la construcción y realización personal, para la propia felicidad.
Aún en nuestro país, a pesar de haberse avanzado profundamente en derechos hacia este colectivo, se siguen cometiendo agresiones, insultos, discriminaciones laborales, acoso, bulling incluso en las escuelas hacia menores, amenazas… y muchas personas homosexuales tienen miedo a vivir y expresar en libertad sus sentimientos y emociones.
Desde esta perspectiva, hablar de este colectivo como un lobby, en un intento de desacreditar al mensaje matando al mensajero, de escenificar un hipócrita teatro en el que se dice aceptar a este colectivo mientras se propone y exige eliminar la condición de matrimonio de las uniones civiles entre personas del mismo sexo o que se permitan los tratamientos que se venden como curativos de la homosexualidad. Y esto último ignorando, a propósito o sin querer evitarlo las evidencias que demuestran que tras estos tratamientos no existe tal cura sino una traumatización de estas personas que, en ocasiones llevan a engañarse durante un tiempo, y otras los llevan a la desesperación y el suicidio.
No sé a quiénes quieren engañar. Posiblemente lo consigan en aquellas personas que oyen loque quieren que se les diga, para tener una razón más para el odio, para aumentar el rechazo hacia un colectivo que ha llegado a ser criminalizado. Yo les preguntaría. ¿Consideran que la Iglesia es un lobby, porque lo forma un grupo de personas que ejercen y movilizan para ejercer determinadas presiones en el ámbito de lo político? ¿Consideran un lobby a la COE? ¿Creen que las hermandades de Semana Santa son lobbies en los municipios? ¿Están en contra del asociacionismo porque también influye en las decisiones políticas? ¿Les molestan todos los agentes sociales o sólo aquellos que cuestionan seriamente sus posicionamientos ideológicos? ¿Por eso se sienten más cómodos, como el PP, con sindicatos como el CSIF, al que parecen querer potenciar con el fin de hacer perder poder a los sindicatos de clase en España, UGT y CCOO?
Porque claro, otro lobby para algunos son los colectivos feministas… ¿por qué? ¿Realmente es porque creen que ejercen una presión que no les gusta, porque reciben subvenciones…? Claro, pero no les molesta si esas subvenciones las reciben colectivos de defensa de la caza, o de la pesca, o colectivos taurinos. ¿Se puede ser más hipócritas y jugar más vilmente con el alma de la ciudadanía, con su dolor?
Miren, y no dejaré de gritarlo, España no es el recuerdo de otros tiempos sino lo construido a través de las experiencias pasadas y presentes, la corrección de errores y la evolución a través de esa empatía, fundamental no sólo para ejercer una política de altura, sino para entrar en el lobby de la humanidad que tanto les falta. Esa negrura que les acompaña terminará devorando a aquellos que se puedan atrever a compartir poder con ustedes. Les hacen el juego a aquellos que tanto dicen detestar, pero suponen una seria amenaza a derechos muy básicos. Su discurso de odio difuminado o disimulado está ya teniendo terribles consecuencias y su futuro en nuestro país les garantizo que no podrá superar otra legislatura.
A otros lobbies les hubiese dicho que abrieran sus ojos. Yo a ustedes no les puedo decir eso porque bien abiertos y alerta los tienen. Les pido que abran su corazón porque parte de su discurso, que podría no ser sólo plenamente lógico e incluso necesario en un debate sano, se encuentra enturbiado por un corazón cerrado que les impide sentir el latido de los que sufren, de los que se sienten amenazados con su discurso.
Ustedes pueden estar no de acuerdo con cómo se afrontan ciertas políticas, cómo se intentan solucionar los problemas, pero no pueden perder tanta dignidad a la hora de negar la ajena. Se lo digo, todo esto, desde la voluntad más firme de seguir defendiendo la necesidad de seguir implantando políticas que erradiquen la homofobia, la intolerancia, la violencia hacia las mujeres desde la superioridad física real o desde la superioridad interiorizada imaginaria social del sexo dominante, algo que es una realidad que cualquier estudio sociológico les puede mostrar. Sólo hay que saber aprender. A ver, repitan conmigo: no estoy de acuerdo con las políticas llevadas a cabo pero no renegaré de la existencia de la homofobia y la violencia de género. Gracias.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
No hay peor ciego que el que no quiere ver