¿Preguntar es ofender?

Ciertamente, algunas personas se escudan con esa frase para, de alguna forma, justificar preguntas que son imprudentes de base. Cabe el ejemplo clásico de ¿qué edad tienes? -Mi querida madre solía contestar “más de la que confieso y menos de la que me adjudicas- y la otra paradigmática pregunta la de ¿cuánto pesas? No, esa no es tu talla, es la mía.

Muchas personas se sienten muy incómodas, primero porque no les apetece que se sepa y segundo porque se ven abocadas a una contestación que puede ser desabrida. Desde luego que inmersos como estamos en una sociedad de cambios vertiginosos, lo que estoy diciendo en este momento ya se está pasando a otros planteamientos que podrían parecer poco ortodoxos, pero que, sin duda, se aceptan como evolución en las normas o modas, si queréis.

Se ha creado todo un frentismo ante los mismos como consecuencia de los años que se nos han añadido de longevidad. Belleza y salud, condiciones asociadas a la juventud, están tomando un nuevo cuerpo, como rechazo al llamado edadismo, o sea, belleza asociada a edad y experiencia, que también repercuten favorablemente en la salud.

Tanto en hombres como en mujeres están rezando otros cánones divertidos, atrevidos, desafiantes, atractivos, en suma. Mujeres septuagenarias, con el cabello blanco, con peinados y cortes favorecedores. Cada uña pintada de un color, ropa holgada, algún tatuaje… eso ya nos parece digno de valorar, propio de personas seguras de sí mismas, atrevidas y lanzadas, vitalistas, en suma, evidenciando actitud positiva y apta para seguir dando muestras de su riqueza como persona completa… a pesar de los años.

Yo escribo en Minuto Crucial por varias razones; la primera, lógicamente, porque fui invitada por su director que, tras la primera conversación, ya hace dos años, me pareció una persona con genio creativo y animoso. La segunda porque me pareció una oportunidad de enfrentarme al edadismo imperante. Y la tercera podría ser, entre otros muchos motivos, esa posibilidad de desahogo al pensamiento, a las ideas que solo alcanzan su auténtica magnitud al ser expresadas hacia afuera y reflejadas en quien tenga a bien leerme.

Aquí tengo una vía para exteriorizar, desde mi atalaya de experiencia por años y porque nunca he parado de querer hallar respuestas cada día a las razones o sin razones cotidianas. Os quiero decir que estoy preocupada y esperanzada, dicho así, parece algo neurótico, como sentir una cosa y su contraria a la vez. Mi preocupación radica en la posibilidad de que nuestro país, tras el 23-J y merced a la Ley D’Hont, pudiera quedar atrapado por las fuerzas inconstitucionales, separatistas y proetarras. Cuatro años más de Sánchez, que queréis que os diga, si lo sabéis sobradamente, serían nuestra propia destrucción.

Esperanzada porque los vientos, a pesar de tantas dificultades y trabas claramente antidemocráticas, soplan en contra del mal. Solo me quedaría recordar que, aunque soy PP, hay una poderosísima razón que está por encima de las simpatías partidistas, se llama bienestar de los españoles y es lo que vamos a votar. Cuidado con las mentiras, solo pido eso y me afirmo en el valor de un solo voto, del que puede estar pendiendo el bienestar general.

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