Amnēstía: olvido

Que no piense el querido lector que existe un error en el título, de hecho, durante la escritura del presente artículo, el corrector no hace más que recordar que algo no cuadra en la palabra amnēstía. Es más, si se aplicara un corrector a todo lo que se dice o se habla en la política nacional, el algoritmo, que está muy de moda la palabrita, se volvería loco y todos y cada uno de los ordenadores de este país sufrirían el tristemente famoso pantallazo azul.

Pero volviendo al tema de hoy, poco tiene que ver el significado de la palabra amnistía según dicta el diccionario de la Real Academia: Perdón de cierto tipo de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores, con el origen de la misma: del griego amnēstía, olvido. Si además de la RAE y sabios griego, llega Pedro Sánchez y le da su toque maestro, aparece la aberración política, jurídica y moral que los españoles aprecian todos y cada uno de los días en los medios de comunicación.

Porque el hasta hace unos meses Presidente del Gobierno será un pésimo gestor, pero a darle la vuelta a las cosas o, como ha hecho durante todo su mandato, al significado de las palabras, no le gana nadie. Porque si Pedro Sánchez repite como número uno del Ejecutivo, Dios (o el nacionalismo) nos libre, que nadie dude que él tampoco dudará en aplicar la amnistía al forajido más famoso de la historia moderna. Recurrirá al suajili, al latín, al esperanto… o, directamente, se inventará un nuevo término cuyo contenido sea ese, el que le ha dado la Real Academia Española, con el fin de poder proclamar a los cuatro vientos que él no miente, que no ha aplicado la amnistía a nadie.

Y mientras, la izquierda más ciega, palmera y servil que ha conocido España desde la llegada del socialismo aplaude el nuevo alarde de progresismo caciquil del señor Sánchez, Carles Puigdemont aterrizará en Barcelona igual que lo hace el Barça cuando gana la Champions, en loor de multitudes y convertido en el mesías de los Països Catalans. ¡Qué triste que Waterloo supusiera el fin de una mente como la de Napoleón (guste o no al lector) y vaya a ser el origen del imperio Puigdemont!

¿Y Europa? ¿Qué opina la Unión Europea de lo que ocurre en la península? Si no fuera porque todavía no han recibido respuesta cuando preguntaron en qué se habían destinado los millones de euros que prestaron al anterior gobierno socialista, estarían destornillándose de risa viendo lo que ocurre en su miembro más progresista y solidario. Y, dicho sea de paso, más ridículo. Porque eso es la imagen que tienen en el extranjero de lo que ocurre en España: cuando no es la amnistía, son los pinganillos en el Congreso de los Diputados o el beso veraniego más famoso de la historia. Por los índices de empleo no destacaremos, por la inversión en ciencia tampoco, por los puestos en el sistema educativo, menos. Pero en estupideces que son auténticas bombas de humo cuyo único fin son ocultar todas las vergüenzas en las que sí que somos líderes, en eso, en eso no nos gana nadie.

El próximo domingo en Madrid y el día 8 de octubre en Barcelona es importante manifestarse. Es necesario decirle a Pedro Sánchez que España no quiere ni amnistía que perdone ningún delito, ni amnēstía que olvide no solo ese delito del independentismo catalán, sino los otros delitos que tratan de blanquear. Y por supuesto, que nadie olvide lo que ha hecho Pedro Sánchez por este país y de lo que es capaz de hacer si se le deja otros cuatro años. Salgamos a la calle: por ti, por mí, por lo que realmente importa.

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