El cielo está empoderado

Ya os adelanté hace semanas que las estrategias son el fuerte de Sánchez. Y bueno, entre estas estrategias está eliminar la opción posible de tener una comunicación abierta con la derecha de este país gracias, especialmente, a la utilización de la relación que mantiene, en algunos gobiernos autonómicos y municipales, el PP con VOX. Personalmente, quizás porque mi visceralidad mi visceralidad política va creciendo con los años, o porque la misma desazón en el ambiente social me afecta como a la mayoría, creo que Feijóo fue sumamente tibio con los de Abascal. No supo decirles claramente que su irrupción en política es la responsable de que muchos de sus votantes no depositaran en ellos su confianza por la posible necesidad de pactos para formar Gobierno con un partido de “pensamientos políticos extremos” que, en parte se ha ganado su fama por el buen trabajo que sobre ello ha hecho la izquierda, y por otro por méritos propios y fácilmente evitables. Feijóo se limitó a expresar en cifras lo que supuso la división de voto, salvando así sus relaciones territoriales… a un precio estimo que demasiado alto. Una vez más, y con ello, Sánchez y los suyos ganan.

Me resultó este pasado miércoles hasta divertido, reír por no llorar, observar cómo la intervención de Óscar Puente y cómo las facciones cercanas a la derecha y la mayoría de medios de comunicación descalificaban su intervención como impropia y acusaban a Sánchez, como lo hicieron los diputados del PP y de VOX de cobarde por no intervenir en la sesión de debate de investidura. Pues muy bien. Yo se lo explico. Todo movimiento político, especialmente en estos momentos, y en el PSOE se traduce en estrategia. ¿Qué el discurso de intervención de Puente no era el más acertado o estaba fuera de la elegancia que se espera de una intervención de un diputado en el Congreso, más en una sesión de la seriedad de esta? Pocos pueden negarlo, aunque los haya.

Sin embargo, pocos analizaron y se dieron cuenta de que el PSOE, en ese momento, no tenía que convencer a nadie, sino que tenía como fin arengar a los suyos, motivarlos y justificarse, sin duda; y con los suyos me refiero a sus afiliados, a sus votantes y a los afiliados, votantes y representantes políticos de los partidos con los que pretende una coalición de investidura. Y todo esto, sin poner en riesgo al Presidente en funciones Sánchez, y mostrando un nivel de desprecio a la derecha que se ha convertido en sello de identidad de una izquierda que se ha quitado cualquier tipo de complejo por llevar las conversaciones de terraza o de barra de bar al Congreso o adónde haga falta. La respuesta de los de Sánchez no fue otra que un aplauso unánime y sin fisuras, como estila en estos tiempos socialistas, y un impulso más para justificar cualquier decisión que pudiera tomarse en estos momentos para alcanzar, una vez más, la vara de mando del Gobierno. Así de sencillo.

El problema viene hoy, después de la segunda sesión de investidura fallida de Feijóo, y que abre paso a una posible segunda propuesta de investidura por parte del Rey Felipe VI. En primer lugar, porque hay conceptos muy cercanos a la nueva revolución mundial de la izquierda, populista y no tan populista, que pueden suponer medidas de fuerza entre ellos mismos y provocar situaciones extremas que pueden llevar al traste cualquier objetivo. En este caso me refiero a la palabra “empoderamiento”. Y hoy, sin duda, ese empoderamiento lo han experimentado los nacionalistas catalanes y vascos cuando se han visto, por fin, imprescindibles tras el no definitivo de la única opción que podría haber salvado del martirio final a Feijóo, el PNV, que por otra parte anda perdida en un desierto en el que se ha metido y del que parece no querer salir por miedo a lo que pueda encontrarse. Seguirá, pues, en el desierto de su propia existencia, perdido, y le costará el precio de la hegemonía electoral en el País Vasco. Se darán cuenta en algún momento, pero quizás ya será demasiado tarde.

Decía que catalanes y vascos están sumamente empoderados. Y ese empoderamiento no hace sino subir el precio de cualquier negociación de investidura. Tan alto es el precio, que de la demonizada y muy cuestionable legal y moralmente investidura han pasado a hablar, directamente, de referéndum. Y ahí con la Constitución, que no con la Iglesia, hemos topado. Estoy convencido de que Sánchez tiene entre sus estrategias concesiones en este sentido, pero poco a poco, a mediano o largo plazo y con pasos muy medidos, para encajar el proceso, como últimamente hacen los políticos con todo, en el marco legal y constitucional. Dar cualquier signo de cesión en este sentido puede suponer un exceso que puede condenar al PSOE a ser quién cruce os límites de esa Constitución que tan poco gusta a sus socios de su actual Gobierno, por las limitaciones que les impone, no como sucede con otras constituciones latinoamericanas que parece gustarle tanto y que no dan, precisamente, más poder al pueblo.

Lo cierto es que la perplejidad del anuncio de los nacionalistas independentistas ha debido de dejar la cara helada a Sánchez que, como buen estratega, ha mandado a su amigo Illa a poner orden y límites, poniendo sobre la mesa la opción de una repetición electoral que nada beneficiaría a los empoderados, para que estas semanas no se conviertan en un martirio mediático y callejero, y para no provocar más a la derecha más a la derecha, que pareciera estar al límite de reventar a modo de bomba de neutrones en medio de los pasillos del Congreso. El peligro de las revueltas en la calle, de provocar aún más un cisma sociológico, cruza por los aires de este país ante el posible anuncio de un acuerdo en este sentido y no, Sánchez no lo va a permitir, al menos de forma tan evidente.

Finalmente, no podemos olvidarnos de otro gran protagonista de la próxima semana, el Rey Felipe VI, que deberá escuchar la propuesta de Sánchez, que se presentará con el aval de toda la anti monarquía política de este país como aval, una anti monarquía que rechazará acudir a la cita con el Jefe de Estado. Imagino cómo el Rey exigirá a Sánchez las condiciones de los posibles acuerdos y no queramos que se produzca un rechazo a la propuesta del candidato socialista porque aquél vea indicios de ruptura de la convivencia o de elementos de la Constitución que pudieran poner en riesgo la estabilidad del Estado. Cierto es que en la potestad del Rey está no nombrar candidato si no lo ve oportuno, pero también es cierto que esto nunca se ha producido como también es cierto que el Jefe del Estado sabe perfectamente que, de tomar esta decisión, provocaría igualmente un cisma político y social que no le conviene ni al país ni a la Corona. Con ello me pincho en un dedo y respiro al verme la sangre roja, y con eso lo digo todo.

Se avecinan tiempos de acuerdos en despachos de los que no tendremos conocimiento, posiblemente nunca. La situación podría ser tan triste como observar que, ciertamente, Dentro de este país se van a producir acuerdos entre diferentes que bien podrían asemejarse a acuerdos diplomáticos entre diferentes países… y sin que sus ciudadanos se enteren de ellos. Sólo el tiempo dirá lo que dé de sí este proceso y las consecuencias que pueda tener. Cuando el cielo se empodera, hoy en día, nos manda una DANA… y en la tierra la sufrimos todos.

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