Con la ‘E’

Un, dos, tres, responda otra vez. Si estas líneas pertenecieran al guion del mítico programa y los participantes fuesen parejas de políticos del panorama tanto nacional como internacional, las contestaciones serían las mismas en casi todos los casos: España, economía, estatuto, empoderamiento, Esquerra… y así hasta agotar el diccionario de la Real Academia si es que el tiempo, o peor aún, la paciencia del telespectador, es decir, el votante, no se agota antes.

Y es que España es el país sobre el que gira todo, guste o no. La economía, es fundamental para que lo anterior siga girando. El empoderamiento bien entendido, también. Esquerra, pues se lleva una tajada importante del censo electoral. Todo eso y más que empiece con la segunda vocal es perfecto, es objeto de debate.El problema surge cuando hay una palabra que hace mucho tiempo que está eclipsada por las demás, eclipsada por no decir desaparecida: educación.

Lo que se ha vivido estos días, hasta este martes, que se ha proclamado nuevo candidato -otra vez…- no deja de ser una muestra del nivel que ha alcanzado la política española y lo que es más triste, los derroteros que desgraciadamente están guiando los pasos de una parte, dejémoslo así, de la sociedad. Insultos, descalificaciones, mentiras, amenazas, censura… todo vale. Aquello de la España dividida ha dejado de ser algo lejano, para convertirse en el pan nuestro de cada día. Y la izquierda ha sabido hacerlo muy bien. El divide y vencerás ha sido una de las armas más utilizada por el Partido Socialista y sus camaradas, que saben perfectamente que la manera más sencilla de controlar a la gente es privándoles, de una u otra forma, de educación. Eso sí, las dos educaciones, la de los estudios y la de los valores.

Las leyes educativas que rigen, que no lo olvide nadie, el futuro del país cambia de nombre cada vez que hay alternancia en La Moncloa. Distintos nombres con el mismo catastrófico resultado. Que España encabeza las listas de abandono escolar y figura siempre en las posiciones más rezagadas de nivel educativo, no es un secreto. Y no pasa nada. Es más, la táctica más recurrente del progresismo nacional es tan sencilla como bajar el nivel; el educativo y el de esfuerzo, para luego poder gritar a viva voz que la nueva ley orgánica funciona, que el barco ya navega, perdón, que España va como una moto. Ilusos, no hay más ciego que el que no quiere ver y gran parte de los españoles, tantos como votos han llevado a Pedro Sánchez a optar nuevamente a la presidencia del Gobierno, prefieren vivir en la caverna de la que ya hablaba Platón en su día.

Claro que, si se mira a la otra educación, la de los valores, la del respeto, el panorama no resulta en absoluto halagüeño, casi con toda con seguridad que sea más oscuro y tenebroso. Una sociedad como la actual, más preocupada del postureo y del que dirán. Una juventud que mira embobada como triunfa el más malote del grupo, el más maleducado, ese que cualquiera de nuestros abuelos habría puesto en su sitio con una sola mirada. Un país así es pasto de las llamas. Y si las llamas vienen provocadas por quien debería de apagar el fuego… c’est fini.

Pueden cambiar las maneras, pero el objetivo es el mismo. Si antaño eran los panfletos con el “no pasarán”, hoy en día son los tweets o los posados en Instagram. Pedro Sánchez sería capaz de enviar a Sun Tzu a un convento de clausura y sacar una nueva edición de El Arte de la Guerra que, dicho sea de paso, sería un éxito de ventas. Todo vale con tal de que la manada analfabeta y falta de valores se ponga a corear y dar palmas a eso que en cualquier otro momento o circunstancia hubiese sido una aberración social o jurídica. Por encima de la economía, de Esquerra, del empoderamiento, de los estatutos, debería de primar la educación, porque sin ésta, ni siquiera España sabría hacia donde ir. Un, dos, tres, responda una y otra vez: educación.

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