Sharia contra Talión

Hablaba la semana pasada en este mismo espacio de la Historia de los territorios que hoy configuran los territorios palestino e israelí. También ofrecía datos históricos de las diversas ocasiones en las que los palestinos rechazaron un acuerdo para la creación de los dos estados en estas tierras, acuerdos que Israel sí llegó a aceptar, convirtiéndose en Estado soberano. Y también os explicaba de lo compleja de la situación. Especialmente por los incumplimientos que Israel ha llevado a cabo en muchas ocasiones en cuestiones humanitarias y en agresiones que tuvieron la condena de la ONU. Pero convivir con la guerra silenciosa no es nada fácil, vivir con la amenaza constante es muy complicado, aunque esto no justifique, en ningún momento, las atrocidades que también, desde el bando israelí, se hayan cometido sobre el pueblo palestino.

Quizás la clave, desde una perspectiva de la búsqueda, precisamente, de la paz, se encuentre en un hecho incuestionable. Israel sí ha asumido, admitido y confirmado en diversas ocasiones, la creación de un Estado palestino, mientras que los palestinos nunca han admitido ni parece que lo vayan a hacer, la existencia en este territorio de un Estado israelí. Es así de sencillo. La ecuación de un más por un menos siempre saldrá en negativo en la respuesta de un acuerdo, de un entendimiento y de un fin de cualquier conflicto.

A esto debemos unir una cuestión terrible, que también comentaba en mi artículo la pasada semana, y es que la lucha histórica por la posesión de estos territorios, especialmente la ciudad de Jerusalén, está estrechamente unida a las distintas confesiones religiosas, en este caso la judía y la islámica. Se trata de Tierra Santa para ambas confesiones y su control resulta fundamental para ampliar o confirmar su fe. Para los judíos se trata de la tierra prometida por Dios y para los islamistas es Tierra Santa, aquella a la que Mahoma viajó espiritualmente y hacia la que el profeta de los musulmanes, inicialmente, ordenó dirigir los rezos.

Ninguna de las dos confesiones estaría dispuesta a renunciar a Jerusalén, esto es parte de la base del conflicto, pero hay otras connotaciones que debemos asumir. En el caso del islamismo extremo, que es el que parece haberse apoderado, a través de organizaciones como Hamás, de los territorios habitados por los palestinos y fuera del espacio reconocido del Estado de Israel, fomenta una visión de la religión islámica en la que se interpreta la guerra santa contra los infieles, en este caso los israelíes. Echar a los judíos de ese territorio no forma parte del capricho de fe de unos cuantos, sino del objetivo crucial de alcanzar la gloria en esa fe a través de la conquista y de la derrota de los otros.

Y esa lucha, es precisamente la misma que lleva a los integristas a cometer atentados en el resto del mundo, el origen de los atentados del 11S en EEUU o del 11M en España, o del asesinato de dos personas, precisamente hoy en Bruselas, al grito de “Alah es grande”. La religión islámica llevada al integrismo es, de por sí, una amenaza para el mundo occidental, que no acompaña a sus valores, y una amenaza a nuestra sociedad desde el punto de vista de los propios Derechos Humanos, que no reconocen, como no reconocen la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, ni entienden la Ley ni el Gobierno fuera de la aplicación de las normas de la Sharia, libro que aplica la obligatoria conducta social, que no respetan a las personas homosexuales, a las que decapitan o ahorcan, directamente, en los países fundamentalistas que tienen estas normas como leyes.

Por otro lado, nos encontramos con una fe judía, con un fuerte contenido de venganza. La Ley del Talión, o del ojo por ojo, es una de sus máximas, que aplican sin compasión en el momento que consideran necesario. Y así ha ocurrido y está sucediendo en la cruenta guerra levantada por Hamás con su ataque, una respuesta que sobrepasa los límites de lo ético y, una vez más, del Derecho Humanitario y el Derecho Internacional. Eso sí, ha tenido un efecto directo ha sido la retirada del diálogo y acercamiento que algunos estados árabes estaban teniendo con Israel, alejándose de la terrible influencia de una Irán devastadora de derechos y libertades. Curiosa carambola que afecta directamente a las relaciones internacionales de distintos países y a la estabilidad geopolítica en la zona. Y, una vez más, un llamamiento internacional al integrismo islamista radical para que cometan atentados en occidente en esa Yihab o guerra santa que se extiende a todo el mundo de occidente.

Ante esta situación, siento mucho que, llegado este punto en el que nos encontramos, considere que la única solución podría y debería venir de las Naciones Unidas, de la acción de la diplomacia internacional, de los acuerdos con países como Arabia Saudí, para que ejerzan su influencia y se organice una mesa de diálogo internacional en el que las partes se obliguen a cumplir con los acuerdos a los que se llegue y que tendrían como objetivo el reconocimiento de ambos estados y el compromiso de no agresión entre ambos. Un acuerdo que establezca las normas de convivencia y que tenga una supervisión internacional para su cumplimiento en la que participen países árabes y no árabes.

En estos momentos, si incomprensible y vil se podía considerar el ataque de Hamás, del mismo modo es incomprensible la desmesurada respuesta y amenaza de los israelitas. Entre otras cosas porque muchos civiles inocentes, entre ellos muchos niños, están cayendo por ambas partes. Y, por otro lado, porque nunca debemos olvidar que Hamás, como organización terrorista, como cualquier organización terrorista, lo mismo que ETA en España, sólo se representa a sí misma y nunca, jamás, a los ciudadanos de ningún territorio ni al territorio en sí mismo. Si la lucha es contra Hamás los civiles nada de culpa tienen en esa guerra ni en ninguna de sus batallas. Se han equivocado de ojo. Eso sí, Hamás sí sabía perfectamente la reacción que podría tener el ojo que estaba atacando. Porque Israel siempre se defiende porque el integrismo islamista no deja de atacarle y saben muy bien ambos cuál es el objetivo y dónde se encuentra.

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