No solo no es sí

Llevo muchos días intentando quitarme de encima el envenenamiento informativo de unos y otros en relación con lo que está sucediendo en torno a las negociaciones del PSOE con los partidos independentistas para conseguir un acuerdo que permita a Sánchez reeditar un Gobierno de coalición. Y es que a veces, no nos damos cuenta de hasta qué punto las versiones encontradas, las interpretaciones de lo imposible y la tergiversación de las informaciones pueden llegar a afectar el punto de vista que modera la objetividad a través de la que somos capaces de interpretar un hecho noticiable.

Y sí, la situación es sumamente complicada, pero el análisis social de la perspectiva con la que se viven los acontecimientos podría ser más demoledora que la propia realidad en sí vista desde cualquiera de los ángulos. Y este análisis no nos lleva sino a la realidad ignorada por todos los que forman parte del espectáculo político que estamos viviendo en España. Algo que a nadie gusta y que a todos incomoda.

Lo cierto es que lo que escenifica Sánchez es algo mucho más profundo y atiende a una realidad reflejada en los resultados de las elecciones que aún no he visto desde el lado de la derecha asumir en profundidad. La máxima que podría definir las últimas elecciones generales es que la mayoría del voto, incluido gran parte del voto que por lógica y por encuestas debía ir a la derecha de la que se esperaba una mayoría absoluta, fue a parar a la izquierda, a partidos secesionistas y al PNV, que a estas alturas anda tan perdido con el miedo metido en papeletas que de no saber qué hacer para revertir el proceso pareciera que hace más por seguir perdiendo a los suyos que por ganar los que nunca terminarían votándoles.

Y la razón máxima por la que un muy nutrido número de españoles optó por no apoyar al Partido Popular no fue otro que la negación a que se pudiera formar un Gobierno en el que participara o fuese decisivo VOX. Miren, analizando la Historia, y la de España es larga y extensa, el concepto patriotismo ha pasado por muchos matices. Han estado aquellos que pensaban que ser patriota era dejar la vida por este país e incluso buscar, a modo de guerra santa, la imposición de los dominios de nuestra nación a toda costa, con una visión imperialista que duró lo que dura “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”.

A lo de imperio habría que añadir lo de sacro, que no va precisamente referido al hueso que sucede en su base a las vértebras del ser humano, ni al músculo que de él se prolonga, sino que tiene una connotación religiosa, una justificación de la unidad bajo un imperio bendecido por el Dios de los cristianos. Vamos, una conjura contra aquello que Jesucristo dijo, recogido en la Biblia, lo de “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Y, está claro, que siempre que un César se ha pretendido sentir bendecido y justificado por Dios pocas muestras ha dado de esa conexión sino, más bien, todo lo contrario. Es obvio por qué hago esta relación cuando hablo de un partido como VOX, sujeto a unas convicciones tan profundamente religiosas, pero azote de los inmigrantes, homosexuales, de la igualdad y de las minorías y salida de la norma impuesta, estricta y definitiva. Sí, claro que sí, tan normativa como normativo pensarán que fue Jesucristo en su época. En fin…

Decía que las urnas sí dieron la espalda a la derecha, al menos a una derecha en la que entrara en juego VOX en las pasadas elecciones. Y aún no se han querido dar cuenta de que ese fue el mejor y mayor argumento de la izquierda para romper esa tendencia a la mayoría absoluta en las urnas. En mi opinión, lo mejor que podría hacer VOX, si realmente siente ese patriotismo, y sabiendo que nunca va a ser ni llevar el mando del Gobierno en este país, sería desaparecer o diluirse, dejar de mentir con una falsa moderación que intenta esconder un discurso de odio que en algunos casos ha calado en el adoctrinamiento del rechazo a colectivos vulnerables. Y esto lo digo, estando o no estando de acuerdo con las políticas sociales de este país. Su discurso, no es que no lo compre una mayoría, sino que produce una mayoría de rechazo mayor que el que puedan producir los partidos radicales de izquierda, hasta con sus equivocaciones y errores de bulto. Al menos estos han tenido la genialidad de reinventarse, aunque la mona vestida de seda siga siendo la misma.

Todo esto hay que entenderlo desde la perspectiva de los propios partidos, del PSOE y su funcionamiento. Miren, los partidos políticos no son ONGs, ya todos lo sabemos y lo hemos aprendido en todos estos años de democracia, y necesitan financiación para seguir ofreciendo a la gente su opción política. Piensen que el PSOE ha perdido mucho poder en autonómicas y municipales. Si perdiera el Gobierno entraría en una especie de bancarrota moral pero también económica y eso no se lo pueden permitir. Pero no se sorprendan, lo mismo haría el PP si tuviese la oportunidad y, de hecho, ya lo hizo en otra medida, sin duda, en pasadas elecciones con concesiones a Puyol, el juzgado, por ejemplo, o a ese PNV que tanto le debe y que ahora, acomplejado, le da la espalda en un error de cálculo, pero huyendo de VOX como de la lepra. Pero es que les digo más, ¿Qué se creen que estarían dispuestos a hacer en VOX para poder conseguir cuotas de poder, sólo recibir financiación de Irán cuando ahora escenifican un apoyo sin fisuras a Israel? En fin…

La realidad, reflejada en las negociaciones y en la aceptación por parte del PSOE de acuerdos que siempre negó que pudieran llevarse a cabo no es otra que la posición de quiénes su supervivencia política depende de seguir en el Gobierno, y esto a costa incluso de un debilitamiento del resto de su poder en los territorios del Estado, a sabiendas de que, mientras exista VOX y mientras el PP dependa de él para formar gobiernos municipales, autonómicos o nacionales, su futuro electoral estará a salvo. O si no, miren los resultados electorales en Castilla y León después de que Mañueco tuviera que aceptar la mano de los de Abascal y de la multitud de enfrentamientos, circo político, decisiones que afectan negativamente a la ciudadanía o el destrozo de tejidos productivos importantes en la región se hayan producido. Algo que el electorado achacó a VOX y no al PP, que recogió los 5 diputados que perdieron en las elecciones generales.

Lo que suceda en los próximos días podría marcar los retos y las amenazas de los próximos años o incluso décadas. Y a los de Puigdemont, por lo que se ve, no les parece suficiente con sacar mayores créditos que su rival en el ámbito catalán, los de ERC, sino que necesita demostrar la capacidad y el poder para humillar en lo posible al Gobierno de España y al conjunto de la nación. Por ahora lo está consiguiendo, pero no sabemos aún si se conformará con eso o si tiene preparada la puntilla con la que intentar destrozar nuestro Estado de Derecho y nuestro modelo de país. Mientras tanto, VOX a lo suyo, el PP amordazado por su existencia y Sánchez trazando el mayor reto estratégico de su vida, pero también de nuestra Historia democrática reciente.

Lo fácil que hubiese sido un Gobierno de concentración antes que esto, pero lo alejado, también, que habría estado de la estrategia política del PSOE y de Sánchez. Por su bien, y el de todos los españoles, esperemos que, por una vez, por esta vez, a Sánchez no le traicionen sus estrategias y estas cumplan con la Constitución. Es lo único que podemos hacer en estos momentos, rezar los creyentes y cruzar los dedos aquellos que no tienen la fe religiosa en sus vidas. Los de la izquierda ya tienen en quién creer y esperemos que el bien de todos que las barbaridades que algunos anuncian no se materialicen. Suben las apuestas de quiénes creen que el futuro Gobierno no durará, pero suben más aún los de los que creen que durará todo lo que sea capaz Sánchez de ceder.

Cuando todo esto acontece, cuando la responsabilidad de la situación política no sólo depende de la izquierda, sino de la propia existencia de un partido que merma las opciones de un cambio reflejado en las encuestas, VOX debería aprender la lección que en estos momentos le están dando Sánchez y los suyos, no sólo no es sí, y replantearse su responsabilidad en todo lo que está ocurriendo como agente partícipe de la política en España.

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