La cita con mi amiga tuitera catalana

Durante meses, he mantenido conversaciones esporádicas con una tuitera. Desconozco su imagen real, pero su manera de hablar me seduce plenamente. Es una mujer de armas tomar, capaz de lidiar con cualquiera que se interponga en su camino. A su lado, cuenta con una fiel escudera dispuesta a todo por protegerla.

Hoy es el día en que voy a conocer su rostro real, su físico y el desparpajo que tiene en el cara a cara. ¿Mujer prohibida? Quizás, pero eso añade emoción a mi deseo de seducirla y hacer que caiga en mis redes. Mientras escribo estas palabras, me encuentro en el tren de Madrid con destino a Barcelona. ¿Cómo es posible que sienta tanto deseo por alguien cuyo rostro desconozco y por quién tan solo conozco el tono y timbre de su voz?

El tiempo avanza rápidamente y ya son las dos de la tarde. Observo el reloj y, al hacerlo, me doy cuenta de que estoy a punto de llegar a mi destino. La cita con ella está programada en una cafetería llamada ‘Parisien’, ubicada en plena Rambla de Barcelona. Al salir del vagón, una leve sonrisa se dibuja en mi rostro, envuelto en la mezcla de morbo y curiosidad. Anhelo conocerla, ansío que caiga en mis redes. ¿Me brindará la oportunidad de vivir una aventura o, por el contrario, todo quedará en una charla y nada más? En cuestión de minutos, lo descubriré.

He llegado al lugar de nuestra cita. Después de pedir un refresco de limón y sentarme en la terraza, observo atentamente a mi alrededor. Hay muchas mujeres hermosas cerca, pero ninguna parece ser la que tengo en mente. A las tres menos diez de la tarde, diviso a una mujer delgada, esbelta y de estatura media de tez morena que se acerca. Sospecho que podría ser ella. Mientras se aproxima, intento fijarme en su mirada, pero sus gafas de sol ocultan sus ojos. Ahora solo me queda esperar a que se siente a mi lado. Ella me reconoce, sabe quién soy y cómo me llamo: Jonko Blanco.

Su primera impresión, después de observarme por un rato, fue hacerme levantar para darle dos besos. En ese instante, se quitó las gafas de sol que ocultaban sus ojos, revelando su mirada por unos segundos. Físicamente atractiva y con una forma de hablar tan seductora como en las diferentes plataformas sociales donde esporádicamente nos manteníamos en contacto. El leve cruce de sus dedos con mis brazos al saludarnos despertó en mí un deseo inmediato de jugar con ella en ese mismo momento. La piel, por momentos, se me erizaba, mezclando la excitación con otras sensaciones intensas.

Durante unas horas, estuvimos charlando en el bar. Las temáticas abordaron diversos temas como política, salseo y situaciones personales recíprocas. Justo cuando estaba pensando en buscar un lugar para hospedarme esa noche, la mujer tuitera amablemente se ofreció a dejarme dormir en un pequeño piso que no quedaba muy lejos del lugar en el que nos encontrábamos. Su propuesta logró avivar mi ánimo, a pesar de que ella, aparentemente, lo hiciera por gratitud después de que me desplazara para verla. Tras aceptar su ofrecimiento, los dos fuimos de camino a nuestro destino.

Después de atravesar la puerta de su hogar, mi amiga generosa me guió por cada uno de los espacios. Una vez concluida la breve excursión, ambos nos dirigimos al salón y nos sentamos en el sofá mientras la televisión seguía emitiendo sonidos de fondo. Noté cómo, con sutileza, ella se entretenía mirando mis pectorales. Aprovechando la situación, le pedí permiso para ir al baño con la intención de ducharme. Después de concedérmelo, mi amiga tuitera se encaminó a la habitación principal para buscar un albornoz y toallas.

Mientras ella iba en busca de esos accesorios, en el baño, poco a poco fui despojándome de la ropa hasta quedar completamente desnudo. El agua descendía sobre mi cabeza, mi torso, mi ser entero… el cuerpo. Con el paso de los minutos, escuchaba el crujir del suelo, intuyendo que esa mujer a la que deseaba brindar placer se acercaba lentamente a mí. Cuando estuvo a solo centímetros, en el momento en que tenía la intención de entregarme el albornoz y la toalla para que saliera de la ducha, provocó que ella dirigiera su mirada de arriba a abajo. Pasó de ponerse colorada a excitarse al llevar su mano por todo mi cuerpo sin excepción. Cuando su mano llegó al sur de mi zona, conseguí que mi amiga tuitera se excitara. Después de unos minutos y con los primeros roces, logré que ella terminara en la misma situación que yo: desnuda y con ganas de disfrutar. La ducha sería testigo de nuestros intercambios de fluidos y de otras tantas cosas más.

Después de disfrutar en el agua, ambos nos dirigimos hacia la cama de matrimonio. Las posturas que hicimos, variadas y en la que los gemidos fueron los protagonistas en cada instante de pasión. Pensar que la amiga tuitera con la que tantos meses había charlado se encontraba ahora junto a mí en posición horizontal, me excitaba cada vez más, y no precisamente en un sentido negativo, sino de puro deseo. Ver cómo en cada acto sollozaba, suspiraba y cuchicheaba mi nombre, por segundos logró que alcanzase el clímax. Durante horas estuvimos disfrutando de nuestros cuerpos y sexos como adolescentes insaciables con ganas continuar hasta el anochecer. Lástima que siendo ya las nueve, ella tenía que regresar a su casa habitual, momento en el cual nos despedimos hasta más ver. Una vez que mi amiga tuitera se marchó, contaba las horas para descansar y, finalmente, regresar a Madrid.

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