Perversión democrática

Cuando hablamos de conceptos tan absolutos, tan manidamente manoseados y usados a interés cuando a unos u otros les es necesario, como el de Democracia, tan sencillo es entrar en una valoración sin permisos a réplica como escurrirse por la tremebunda, oscura y desconocida perversión de los mismos términos. Y es que, cuenta el dicho que todo depende del color con el que se mire y cada partido político en este país parece mirar las cosas con el color que le interesa en cada momento, sometidos al interés único de sus votantes o, peor aún, al ejercicio de la manipulación de las cosas que puede llevar a cabo, o peor aún, como instrumento para perpetuarse en los cargos convenciendo de una cosa y a la vez de la contraria, que casos hay y no son pocos.

Menuda se ha armado esta semana en el Senado, a cuenta del Congreso que se encuentra en obras. Y es que de ubicación parecía ir la jornada del miércoles a cuenta de la aprobación de los dichosos decretos que, curiosamente, la inmensa mayoría de medios los traducía más desde la perspectiva de la necesidad del Gobierno para seguir adelante que como mejoras que facilitarían la vida a los ciudadanos españoles, como se esperaría en todo momento. Horas y horas de debate en el que, de nuevo, se volvían a escuchar las habituales acusaciones entre la parte que “apoya”, que no gratuitamente, al Gobierno, y la oposición. El pero tú más al que nos tienen acostumbrados no era sino el telón de fondo de la necesaria votación final que daría como resultado o la derrota gubernamental o la sorpresa.

Finalmente, ni hubo derrota, ni hubo sorpresa, sino que hubo intereses de partido, estrategia nacionalista y compra de voluntades. Y es que comenzaba hablando de lo que nadie comenta sobre esta nuestra democracia y sus perversiones y ese mismo día, en público, en directo, vivimos una de las mayores y que suele ser habitual. ¿Por qué una Ley que no contaría con la mayoría de apoyos parlamentarios termina siendo aprobada, no por el convencimiento de que realmente es buena para la ciudadanía y para el país, sino porque el hacerlo reporta beneficios a unos pocos?

Pero, es más, es que esos beneficios reportados a unos pocos de los que dependen la aprobación de nuestras normas y leyes, tampoco van a beneficiar ni a los demás ni al conjunto, produciéndose una serie de cesiones en forma de carambola que, al final, terminan en que ambas partes se van felices por haber conseguido sus pretensiones y los demás quedamos con la cara de no entender nada, o no querer hacerlo, y pagando todos los platos rotos fruto de la fiesta sin medida de unos desconocidos.

Pero no nos asustemos ni nos rasguemos las vestiduras por lo que pasó, porque es lo que lleva pasando, sin tantos focos, toda la vida en nuestro sistema político en Democracia. La pregunta que nos deberíamos hacer, realmente, es si esta forma de actuar es o no democrática. Traduciendo un poco en verso rimando en consonante, que si realmente este tipo de pactos responden a la voluntad mayoritaria del conjunto de los españoles. Y no voy a entrar en los contenidos de los decretos, cuya valoración sí podría pasar los tamices de las distintas visiones ideológicas de partido, sino en, precisamente, el precio final que para toda la ciudadanía trae su aprobación.

En Ferraz no se esperaban estas dificultades, sin duda, pensando en que habían cedido tanto que poco posible era que los de Puigdemont pusieran en riesgo los acuerdos de investidura. Sin embargo, el error de cálculo está en que la legislatura tiene cuatro años y, como dijo el huido, el Gobierno tendrá que pagar a plazos todos sus apoyos. La investidura fue, tan sólo, el pago inicial. Sánchez y los suyos no fueron capaces de medir la voracidad del nacionalismo excluyente, el que reboza odio, el que es capaz de pedir las competencias en inmigración para hacer lo que jamás hubiese apoyado en el Congreso; entre otras cosas, porque quién lo hubiese propuesto no habrían sido, precisamente, los que apoyan al Gobierno socialista. Ahí otro de los errores de cálculo, y es que JuntsXsí no son de izquierdas, no representan ese progresismo que tanto defiende Sánchez y los suyos, sino que pertenece a un nacionalismo histórico absolutista y potencialmente muy peligroso, un nacionalismo que hace alusión a la raza de los de su territorio, y lo hace desde la perspectiva de la superioridad racial; un nacionalismo devorador y rencoroso que siempre justifica y justificará sus desmanes en sus principios sin final. Y digo sin final, porque de llegar a cualquier final se les acabaría el chollo de seguir mamando de la teta del Estado al que dicen detestar, como les ocurre a los de ERC o a los de Bildu, recortados en esto con la misma tijera.

Los de Puigdemont no se van a contentar con lo que les han dado, y pedirán más y más. Desde las filas socialistas piensan que los tendrán controlados unos meses, al menos hasta la aprobación de la Ley de Amnistía, pero se equivocan. Ellos van a por todas y no desaprovecharán ninguna ocasión. Sólo ven dos salidas a esta situación, la de conseguir todo lo que exijan o la de no hacerlo y romper las negociaciones convirtiéndose en el azote del Gobierno español y a la vez en mártires de una causa que les está permitiendo vivir con toda clase de lujos y reconocimiento de los suyos. Lo que no están dispuestos a hacer es caer en la mediocridad, porque eso no va a juego con la película que se tienen montada.

En su arrebato han empezado a sembrar tumbas para futuros cadáveres. Han dejado a ERC bien tocada, teniendo ésta mayor representación y siendo incapaces, sin embargo, de haber logrado tanto en tan poco tiempo. Ya veremos en qué queda esa farsa de unidad nacionalista cuando se pongan en juego las instituciones y los sillones.

La batalla sólo ha comenzado y la ambición de Brutus en la Historia no es otra que arrebatar el poder a su padre asesinándolo. Lo que no saben es que, después de hacer pagar tan alto precio, Brutus no fue capaz de conseguir el restablecimiento de una república libre en ROMA. Y la Historia lo juzgó más por ser un asesino que por ser un idealista, por muchos motivos que tuviese para lo primero.

Se avecinan tiempos divertidos para nuestro país, y lo de divertidos lo digo desde la perspectiva de quién no sea de este país y, además, no viva en Cataluña.

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