La izquierda solo sabe lloriquear

La primera línea de este artículo va destinada a demostrar mi más profunda admiración por Rocío Monasterio. Hay que ver lo que le molesta a Pablo Iglesias que una mujer libre le mire a los ojos y le diga las verdades que nadie más se atreve a mostrárselas. El “macho alfa” se convirtió en un cachorrito asustado al que le han quitado el juguete de la boca.

Esta semana hemos conocido al Pablo Iglesias más llorón. Ya nos olíamos algo después de denunciar públicamente que alguien escribió en el suelo “coletas rata” a varios kilómetros de su casa. Pero lo de la semana pasada ya es de traca. Que nadie se engañe, Iglesias quiso levantarse del debate desde el mismo momento en que Rocío Monasterio se acomodó en su silla para exponer lo que a todas luces es el mejor programa político para la Comunidad de Madrid. Iglesias no está cómodo con Vox y, cada vez que un obrero luce su pulsera con la enseña nacional, lo está menos.

La lamentable y mediocre izquierda, una izquierda sin ideas y a la que, por ende, solo le queda el circo. No hay argumento posible contra la pobreza que han redistribuido entre el pueblo español. No hay argumento que justifique que han encerrado a los españoles en sus casas y han impedido a las familias darse un abrazo. No hay argumento posible que justifique las mil y una mentiras lanzadas al viento desde Moncloa y que han hundido en la miseria a toda una Nación. Los españoles que madrugan y que tienen como principal objetivo el que no falte el pan en la mesa de sus familias han visto como los que juraron lealtad eterna al “proletariado” abandonan los barrios humildes para instalarse en mansiones con piscina y llegan a los debates en taxi -por la foto- pero se marchan del mismo en coche oficial -por la comodidad-. Sí, el mismo que organizaba “escraches” como máxima expresión de la democracia, pero llega a la Vicepresidencia y por cuatro gritos se monta un operativo especial con 50 guardias civiles en la puerta de su chalé. La hipocresía por bandera. La cara dura por montera.

Solo Pablo Iglesias -y toda la caterva podemita- es capaz de emocionarse en ver como patean a un policía nacional en una manifestación o de celebrar que se lancen piedras a los líderes y simpatizantes de Vox en sus mítines y pasar, al poco, a lloriquear porque los de Santiago Abascal hayan puesto en duda una afirmación del “Gobierno de la mentira y de la muerte” por unas supuestas amenazas. En Vox condenamos todo tipo de violencia. Ni Podemos, ni el PSOE, ni Más Madrid han condenado la violencia recibida por nosotros en Galicia, País Vasco, Cataluña o Madrid. Es más, ellos han celebrado esa violencia y han llegado a negar la veracidad de una pedrada que abrió la cabeza a la Diputada Nacional Rocío De Meer.

Y la mayoría de los medios de comunicación han salido en defensa del líder podemita. Del niño mimado de la política. Hasta Ángeles Barceló prácticamente le suplicó de rodillas al “líder supremo” que no abandonara el debate de la Cadena Ser. No puedo sino imaginarme al hostelero que ha tenido que mandar a toda su plantilla a casa sintiendo en su casa una vergüenza ajena sin límites al ver tamaña pataleta. Parece mentira que el debate sea hoy si Vox condena la violencia o si Vox ha puesto en duda las cartas con balas enviadas a Pablo Iglesias. Parece mentira que un sinvergüenza de la calaña de Pablo Iglesias lloriquee en un mitin porque le llamen “rata” y que aliente el lanzamiento de piedras a Santiago Abascal, como parece mentira que mientras Abascal y su familia han recibido cerca de 100 cartas de ETA amenazándolos de muerte, Iglesias estuviera paseándose por las ‘herriko tabernas’ celebrando que la banda terrorista fueran los “únicos que entendieron la Transición”.

Todo el mundo sabe que cuando los niños se caen, solo lloran cuando corres a ayudarlos. Pablo Iglesias sabe que cuando él llora, los medios entran en su campaña. Pero no se crean que es por simpatía o por responsabilidad democrática. No. Es por una subvención. Los medios defienden a los de siempre porque son los de siempre los que les pagan los sueldos con el dinero que debería ir destinado única y exclusivamente a indemnizar a los pequeños negocios que han tenido pérdidas millonarias a lo largo y ancho de esta pandemia. Mientras los tertulianos han estado en el plató de televisión trabajando, sin mascarillas, los comerciantes y hosteleros estaban en su casa con sus familias viviendo con terror el futuro cercano que se les aproxima. Pues adivinen a quien de los dos se ha “rescatado”. Al currante, ya les digo yo, que no.

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