Irene y las feministas

Anda nuestro feminismo patrio más negro que morado, revolucionado y enfadado con su ministra de Igualdad. Digo «su» porque mía nunca fue, no es que yo saltara de ese tren, es que nunca lo cogí.

Entiendan ustedes que soy de la generación EGB y tengo grabado y claro el tema de la biología clásica, donde las personas tienen sexo y las palabras género, ya sabrán disculparme.

Nuestra ministra estelar tiene un buen follón montado. Tanto se ha liado, que ahora no sabe diferenciar hombres de mujeres y nos viene a decir que uno no es lo que es, sino lo que siente.

Así, si nuestro vecino Manolo empieza a ver que siendo mujer le van a financiar el carnet de conducir, va a tener pruebas más fáciles para opositar o puede ganar medallas que contra otros hombres sería imposible, pues va y dice que se autopercibe Jennifer y arreglado.

Igual pasa si después de matar o violar dice que se siente mujer; ahí ya no hay violencia de género ni nada y además puede ir a una cárcel para mujeres. Y claro, con esos mimbres, a ver cómo cantan las feministas eso de «el violador eres tú» a cualquier mozo, si ese mozo dice que no, que es moza… Un lío todo.

Han ido como una manada iracunda de rinocerontes a pedir su dimisión. Las feministas, por una vuelta de tuerca más, han llegado a la conclusión de que están ahora más cerca que nunca de Hazte Oír y aquello de «los niños tienen pene y las niñas vagina». ¡Oh señor! Cosas “veredes”. En este 2020 cualquier cosa es posible.

Que conste que yo las entiendo, a las feministas, digo. Ellas, que se habían montado ya un holding empresarial a consta de ser víctimas de todos los males del mundo. Que si las matan por ser mujeres, les pagan menos por ser mujeres, las invisibilizan por ser mujeres… Y todo eso con miles de millones en subvenciones y más asociaciones feministas que pueblos hay.
Pues no están dispuestas a repartir el tesoro con Manolo, que se autopercibirá Jennifer, pero esa nuez y esa barba no engañan a nuestras feministas, aunque se haga un moño pintón y se lo patrocine «El País».

Y es que seamos claros, si no existen los hombres y las mujeres, no existe el machismo y el chiringuito se cae por los cimientos.

Yo, me van a disculpar, ya tengo una edad y no estoy para estas fiestas, así que lo único que puedo hacer es sentarme con un vino junto a mi micromachismo a 22°, a ver cómo transcurre el culebrón. Y ya le auguro a nuestra ministra que la cosa pinta mal, porque las masas que un día te ensalzan, mañana te comen con la misma facilidad, con moño y todo, y esto es como la película de los inmortales: «solo puede quedar uno».

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