Quo vadis, España

15 días antes de las últimas elecciones generales, alguien muy cercano a mí me dijo que prácticamente se veía «obligado» a ir a votar para que la derecha. «No nos quitara libertades y derechos», fueron sus palabras textuales, sí, así mismito como os lo cuento.

No sé qué libertades y derechos nos iban a quitar «las derechas», pero si tengo claro, con hechos publicados en el BOE, y no con ninguna ensoñación de mesa tertuliana y demagogia barata en Twitter, las que nos han quitado «las izquierdas», que no son pocas. A día de hoy, no sé qué pensará esta persona sobre aquello que me dijo, porque es de ese tipo de gente que cuando la realidad no se ajusta demasiado a sus ideas, te suelta eso de «mejor no hablemos de política».

El caso es que la realidad nos corrobora que en el año que acaban de cumplir gobernando los de la coalición, no sólo han intentado llevarse por delante lo poco de imparcialidad judicial que teníamos asaltando el Poder Judicial, sino que a través de Estados de Alarma más que discutibles y posiblemente inconstitucionales, por lo menos éste último de 6 meses sin control parlamentario, lo que han conseguido es acabar de facto con la separación de poderes y como parece que esto les sabe a poco, han empezado a pasar por encima de la Constitución, y no en asuntos menores.

En una sola semana, desde que se firmó el último estado de alarma, han establecido la censura de contenidos en la prensa y las redes sociales. Todo esto con el fin de perseguir lo que Iván Redondo y Carmen Calvo consideren «desinformación».

Han puesto trabas legales a la enseñanza concertada. Han aprobado la enmienda de la «ley Celaá» que elimina el castellano como lengua oficial del Estado y vehicular en la educación suprimiendo la cooficialidad del castellano en los planes escolares.

Han acordado también suprimir el examen de oposición para acceder a la inspección educativa. Ahora estos serán puestos a dedo, vamos, que ya no serán inspectores de educación sino comisarios políticos a la orden del partido de turno, y se disponen permitir a Hacienda el allanamiento de tu casa sin previo aviso y sin tutela judicial.

En una sola semana, han vulnerado por no decir que los han hecho añicos, derechos fundamentales como el artículo 3, el 20 y el 18 entre otros. Todo esto perpetrado al amparo de ese Estado de Alarma que tiene en suspenso la actividad judicial y el Parlamento maniatado sin control al Gobierno.

Todo esto será declarado inconstitucional, no me cabe la menor duda, pues choca de frente con los derechos fundamentales recogidos en nuestra Constitución. El problema es que hasta que el Tribunal Constitucional se pronuncie, pasará demasiado tiempo y el mal ya estará hecho.

Insisto, no sé qué pensará esta persona actualmente de la situación que vivimos. Seguramente si le preguntara, me respondería que está bien, que soy una exagerada y que todo es por «nuestro bien».

A estas alturas ya nada me sorprende y hay gente a la que no le importa regalar sus derechos mientras sea a «los suyos». Pero hay algo que tiene que quedar muy claro y a muchos parece que se les olvida y es que las democracias, no son eternas ni fuertes siempre.

Desaparecen cuando los ciudadanos se olvidan de defenderla, en el momento en el que las garantías jurídicas se quiebran y las instituciones que las amparan pierden su independencia. Y sobre todo se disipan cuando el poder, sea éste del color que sea, te vigila y se entromete hasta el punto de saber qué haces o piensas en tu propia casa, amenazándote con sancionarte si no es lo que ellos quieren.

Hay que tener mucho cuidado con el monstruo al que alimentas, más que nada por si mañana dejas de agradarle y decide comerte a ti, y eso pasa.

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