La valentía

En estos días de Semana Santa que, para los católicos, significa tanto, porque nos trae paz y liberación de espíritu recordando los últimos días de la vida de Jesús; su pasión y sufrimiento por todos nosotros y su posterior resurrección, el alma se me ha llenado de tiernos recuerdos de nuestra historia como la gran nación que somos. No me preguntéis por qué, ni yo misma sé cómo mi mente ha acabado tan llena de nostalgia en un momento que a la vez, también me trae a Cristo en el corazón.

He recordado a alguna que otra heroína que sufrió y luchó por España, en especial a María Pita, aquella gallega campesina aficionada a la caza y muy ágil con las armas, que, en mayo de 1589, presentó batalla contra 150 barcos comandados por el corsario inglés sir Francis Drake, y sus 23.000 hombres, de los cuales, 8.000 desembarcaron en La Coruña para invadirla. Con apenas 1.500 hombres, María hizo acopio de su valor al acompañar a su marido en la refriega y al morir este en la lucha, continuó sin desfallecer y sin tiempo para lamentaciones, hasta que impidió, dando muerte al oficial inglés que la portaba, a que se colocara la bandera inglesa en La Coruña. Después de esta hazaña, los ingleses se dieron a la fuga y María continuó siendo por siempre una gran heroína y defensora de su patria.

Son muchísimas las personas que, en nuestra historia como nación han demostrado un valor inusitado y digno de admiración. Pero este mismo valor, lo encuentro también en nuestro día a día y alrededor de mí. Solo es cuestión de fijarse un poquito y ver con los ojos del sentido común, porque hay personas que no se dejan arrastrar por ciertas ideologías, ciertas acusaciones y ciertos improperios con mucho ánimo de ofensa de parte de una autodenominada mayoría que presume que lo es. Solo el hecho de mostrarte en contra ya es valor, arrojo y muchísimo coraje que hace honor al que así se deja ver. Es la valentía de los más fuertes.

Al social-comunismo le ha gustado siempre enmascararse como tolerantes, como diversos, como dialogantes, cuando la realidad es bien distinta. Su acusación de “ultraderecha”, por ejemplo, matiza y evidencia el fanatismo del que acusa. Utilizan este “vocablo” para definir todo lo que no sea su propia ideología, para estigmatizar al que disiente, para no dar cabida a los que no piensan igual, para no tolerar a los que no son como los suyos. Sin embargo, los que estamos frente a ellos somos fuertes y valientes. A nosotros no nos dan miedo y vamos a continuar defendiendo nuestros valores, ahora más que nunca.

Las acusaciones indiscriminadas persiguen acabar con el pluralismo ideológico y son acusaciones falsas y tramposas que encierran detrás la imposición de un pensamiento único. Por tanto, no me pueden asustar quienes se ven venir de lejos con la intención de recortar derechos y libertades como la libertad de expresión misma, citando algún ejemplo. Y es en estos momentos, al acabar la Semana Santa, cuando el temple de muchísimos españoles aparece para dejar su constancia. Somos los mismos que éramos. Los más fuertes.

Pretendo ensalzar con este artículo, la gallardía superdotada de todos los que hacen oposición desde las filas de Vox. Son los que se enfrentan a diario con un progresismo totalitario que ya ha desbancado y propasado todas las líneas, que ha mostrado tantos engaños y mentiras que ya no hay forma de poder contarlas y que persiguen el único fin de establecerse para siempre como dueños de una servil sociedad que duerme y vive para mantenerles en su faraónico Estado inventado. Y enfrentarse a esto todos los días, requiere mucho esfuerzo. Para ellos va hoy mi consideración y mis respetos.

Hay un movimiento que apenas comienza, que con las ideas y valores claros junto con el paso firme es el de los más valientes. O ellos, o nosotros. Sólo queda Vox.

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