Sin liberalismo no hay progresismo

Cuando el Congreso ha dado paso a las vacaciones de los diputados y nos encontramos en medio de una pandemia que no parece tener un fin inmediato cabe más que nunca en muchos años hacer un análisis de la situación política de nuestro país, que unca se encontró más dividido en toda la Historia de su actual periodo democrático.

Yo me voy a centrar en un aspecto que considero es esencial para comprender el enfado y miedo de muchos, y no es otro que el disfraz de progresismo de un Gobierno que, por ser de izquierdas, abandera una palabra que no deja de quedarle larga y que, todo lo contrario, difama cada dos por tres con sus pseudo políticas de ¿igualdad?

Según la tercera acepción, y más concluyente, de la palabra progresista, según la Real Academia de la Lengua a la que tantos disgustos da esa izquierda disfrazada, progresismo no es sino: “Dicho de un liberal español: Del sector más radical del liberalismo, que se constituyó en partido político”. Y, curiosamente, la izquierda española es de todo y muchas cosas de las que se enorgullecen y de las que se retractan incluso, pero nada más lejos del concepto liberal. De hecho, el partido más identificado y autodefinido como liberal en España no es otro que Ciudadanos, por lo que sería lingüísticamente hablando, como el partido más progresista de este país.

Y miren ustedes, para ser progresista hay que luchar por la verdadera igualdad. Ciudadanos defiende y hace políticas, véase el caso de Andalucía, de un hondo calado social, en defensa de la igualdad entre hombres y mujeres y en pro de la defensa de colectivos como el LGTBI sin que para ello tenga que rasgarse ninguna vestidura porque lo hace con la naturalidad que da el defender algo que es no sólo de sentido común sino elemental para entender una visión progresista y liberal de la política y de la sociedad.

Pero también defiende la igualdad de todos los ciudadanos independientemente del lugar en el que hayan nacido o vivan. Es por ello que no está en contra de que cada uno piense lo que considere oportuno y defienda las ideas políticas que considere deben ser propias… siempre que estas políticas no amenacen esa igualdad y no pidan o supongan privilegios de unos sobre otros o de unos territorios sobre otros.

Oigan, que eso es igualdad, que eso es progresismo, y este Gobierno disfraza la desigualdad en una especie de progresismo en el que es guay decir que los catalanes o vascos tienen derecho a reclamar esa desigualdad porque tienen partidos de los que depende su propio Gobierno y con los que se ven “obligados” a negociar (obligados si no quieren perder su chiringuito de poder).

Igualdad y progresista no es que haya privilegios con los que jurídicamente se pueda tener una mayor protección legal que desproteja al otro de sus derechos o que rompa el consenso y derecho constitucional de ser inocente mientras no se demuestre lo contrario. Porque la igualdad ante la Ley es la igualdad de trato, es la igualdad ante la comisión del mismo delito y es la igualdad que garantiza derechos fundamentales de todos los ciudadanos por igual. Pero es guay crear ciertas leyes que parecen crear una especial protección mientras las cifras desmienten su aplicación y mientras que se criminaliza a personas sin, en ocasiones, tener las pruebas necesarias y suficientes que justifiquen la denuncia y las acusaciones.

Igualdad en sentido pasivo es el derecho de todos los ciudadanos de este país a tener una Justicia no politizada, no cargada con las armas ideológicas de aquel partido que pueda o sea capaz de imponer sus mayorías en los órganos judiciales. Igualdad y democracia es no imponer en un poder constitucionalmente y conceptualmente independiente a aquellos que dirijan sus pasos y que elijan a los miembros de otros órganos del mismo poder. Igualdad es no imponer a una fiscal general que no sólo es del partido político que gobierna, sino que ha sido ministra de ese Gobierno y relacionada con personas con graves acusaciones judiciales.

Igualitario y progresista es que cada vez haya un menor número de desempleados. Porque es el empleo el que lima las desigualdades económicas y las oportunidades de avance y de progreso entre los ciudadanos de un país. Y desde que este Gobierno y este presidente han pisado la Moncloa, incluso antes de la pandemia, las cifras de paro no han hecho sino dispararse, la calidad del empleo no ha mejorado y la falta de ayudas en la crisis sanitaria ha estado sobrevolando por encima de las ayudas reales que han podido llegar.

Denigrante para un país es observar, por ejemplo, el fracaso del ingreso mínimo vital, que por vital no ha sido ni urgente y por mínimo no ha llegado ni a una mínima parte de los que la solicitaron y a los que les llegaron tardó meses o aún no han recibido absolutamente nada. Eso, señor Sánchez, no es nada progresista. Pero es que hablando de derechos fundamentales, y si se quiere aplicar la nada liberal idea de que hay ciertas cosas de las que no se debe permitir hablar por respecto a las víctimas… de hace casi un siglo, resulta denigrante para un Estado de Derecho que haya víctimas del mismo periodo democrático, las víctimas de ETA, sobre el que ni se ha aplicado ni se piensa aplicar esa medida y se permita a sus secuaces y asesinos  y a aquellos que los justifican festejar y hacer apología de un terrorismo cuyos objetivos hemos sido todos los españoles y el mismo Estado. Pero menos progresista o liberal es negociar en el Congreso de los Diputados con aquellos que los representan y se han convertido en sus herederos políticos por encima de llegar a acuerdos con partidos políticos democráticos y que defienden la verdadera igualdad y la unidad política y social de un país al que no dejan de castigar con sus mentiras.

Decía nuestro gran Ortega y Gasset que “el liberalismo – conviene hoy recordar esto – es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a las minorías, y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo, más aún, con el enemigo débil.” Pero si aún no han quedado petrificados con la realidad que se esconde bajo un erróneo progresismo abanderado por Sánchez, y los que le siguen y consiguen, sólo tenemos que leer al fundador del PSOE, Pablo Iglesias, cuando dijo que “quienes contraponen liberalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo.”

Y es que quizás la clave está en la deriva de un partido que perdió del todo el norte en el 34 y que en pleno siglo XXI ha recordado lo cerca que estuvo de conseguir un absolutismo socialista que, sin escrúpulos, le daría plenos poderes, los mismos que ahora, de la mano de Sánchez y Zapatero, vuelve a buscar. Una de las claves vuelve a ser la misma, la mentira sobre el pasado y sobre el presente. Otra, la deslealtad de todos los que sabiéndolo le siguen pro propio interés o por la idea ensoñadora de que con un torpe como éste pueden estar más cerca de conseguir hacer realidad sus ensoñaciones narcisistas de ruptura de uno de los Estados más antiguos del mundo.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*