¿No quieres caldo?

Este inicio sacado del refranero español, que ahora podríamos asimilarlo a la doctrina Zen, viene a través de una expresión metafórica para reflejar una realidad. Lo que damos a la vida nos lo devuelve como eco, muchas veces.

Hemos de tener pues, sumo cuidado porque en función de este casi retruécano, podemos salir beneficiados o perjudicados. Bueno, diréis para nosotros hacemos, es nuestra elección, libertad, derecho o cómo queramos llamarlo. Otra cosa muy distinta es cuando esa voz pertenece a los representantes de lo público que, en función de lo que dan, nos vemos el resto involucrados, con beneficios o perjuicios. Y esto, ¿cómo puede deducirse? -sigo filosofando- Pues, con las hemerotecas, que ahora nos ofrecen la instantaneidad de tocar una tecla y que sirven para establecer la relación entre el antes y el después.

Por lo general, si nos beneficiamos, no solemos pararnos a buscar la relación. Pero si los perjuicios aparecen, lo hacemos y nos abre una perspectiva crítica a la que no solo tenemos libertad, derecho, sino que también obligación. Porque debemos denunciar lo que a nuestro juicio es un mal general que trasciende al yo y lo transforma en nosotros, abrazados a una solidaridad que es innata en los humanos… salvo en malvadas excepciones.

Últimamente, los beneficios desde lo público, no es que escaseen, sino que se han convertido en gravísimos perjuicios. Confieso haber vivido y bebido en política como para no tener que retroceder en el tiempo y saber de los polvos que han traído estos lodos. Claro que pedir peras al olmo es ocioso y agotador. Pero tener a diario y a titulares peras podridas, pestilentes y malolientes, corre el grave peligro de la adaptación al medio, acabando por la resignada aceptación.

El ejercicio político exige formación y ética, no solo en la economía sino en lo social, y hasta en el clima. Exige también primar los intereses ciudadanos, pero de todos, ese es el milagro político. Cada día surgen nuevas políticas que atentan al sistema máximo de convivencia, cada día tendríamos motivos para llenar páginas críticas, pero tenemos que estar a lo nuestro; nuestro trabajo, nuestra familia y nuestros quehaceres diarios.

Yo me he propuesto, con la ilusión de contagiar mi modesta opinión, aprovechar cualquier oportunidad que tenga para evidenciarla. Me parece, amigos, el colmo de la estulticia el hecho de que se inmiscuyan desde las administraciones públicas en nuestras intimidades, en nuestras camas. Ahora, ellos utilizan metafóricamente un donut y un plátano -buen momento para publicitar el plátano-, pero la realidad es blanca en botella ya que nos están compulsando a practicar sodomía.

Váyanse a tomar el fresco, estos políticos manipuladores de intimidades, que olvidan sus funciones y permutan por otras impostadas con afanes de deteriorar la sociedad. Puede que así se les enfríe su escasa materia gris. Es mi deseo. No me gusta el caldo que hacen, que quieren que les diga.

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