La Navidad, ese tiempo tan añorado y deseado por muchos a los que se les arrebató el año pasado la felicidad, el regocijo, la ebullición familiar del correteo de los niños repletos de ilusión, ultimando detalles, compras, comidas, cenas… todo un sinfín de ceremonias que no se pudieron llevar a cabo, no solamente por la presencia del virus chino, sino por la gestión anárquica de los reyezuelos feudales que dictan en cada comunidad, unas normas diferentes. El año pasado fue gris, reducido, constreñido, reprimido, no hubo lugar a las explosiones impetuosas de la improvisación y la espontaneidad del cariño, de la sorpresa, de la reunión familiar alrededor de la mesa de varias generaciones, del brindis por los ausentes y los presentes.
El año pasado fue un año frío. Todo con medida, con miedo a los demás, familias que no se atrevieron a reunirse, eventos familiares “a plazos”. ¿Realmente sirvió de algo? ¿Todo ese sacrificio fue en vano? Hay mayores que este año ya no están, que se fueron “de repente” y dejaron un vacío en los corazones de los que iremos más tarde. Fuimos dóciles, tuvimos tanto miedo como quisieron infundirnos los gobernantes, no nos reunimos más de 6 personas en los eventos familiares, (menos mal que yo no tengo una familia numerosa y con esos 6 fue suficiente), todo fue protocolizado al máximo, en los domicilios o en restaurantes se seguían al pie de la letra las pautas impuestas. Y recuerdo a mi madre con remordimientos al día siguiente de ir al restaurante porque no fuimos más de 6, “pero las mesas estaban muy juntas”.
De verdad, les salió tan bien a los que nos mandan que este año ya ha empezado la presión y las amenazas de encierro o restricción, control social, al fin y al cabo. Quitando la ilusión, la magia de la Navidad, y como este año nadie vuelve a casa por Navidad, se quedan con el Nescafé y ya le recuerdan a la familia. Hay que rebajar la ilusión de la Navidad cristiana para dar cabida a otras confesiones totalmente opuestas, (a las que el Sr. Sánchez sí felicita por el ramadán).
Es realmente llamativo cómo nos promocionan las épocas de rebajas, black friday, las ofertas para que vayamos a las grandes superficies a comprar y allí nadie se contagia, pero comiendo en familia o en locales de ocio y hostelería sí. Entiendo que los hosteleros intenten sobrevivir, aunque sea a base del pasaporte covid, es comprensible por la desesperada y precaria situación en que se encuentran. Pero también se debería extender a todos los lugares, aunque hubiera 2 personas, si realmente fuera útil y no una maniobra de control de las masas, este visado no es más que un desesperado intento de marcar los rebaños poblacionales, para impedirles o dificultar los desplazamientos, para enfrentar y dividir a la sociedad y así la plebe es más sumisa.
Ahora ha empezado la diferencia entre “pinchados y no pinchados”, arrinconar al disidente es el mantra que se repite en telediarios, radios, en prensa escrita…porque es insolidario, mala persona y no merece estar con el resto de la sociedad. Ostracismo social para los no vacunados…. no podrán ni visitar a sus abuelos en las residencias, ni ir de comida de empresa o familiar, ni a discotecas o conciertos. Próximamente se plantean el veto en el transporte público. La cuestión parece clara; cercar y mermar los derechos que la Constitución Española les otorga, claro está, con la excusa de la pandemia…pero sólo hasta después de las navidades, pasado esto ya no hay peligro, léase esta última frase con sorna.
¿Y la gente compra a pies juntillas este mensaje? Que a la par que ilógico y fuera de toda explicación racional es la certeza de que un “no vacunado” no es ninguna amenaza para una “persona que se ha vacunado” y se supone que ha reforzado su sistema inmunitario.
Polifacética ante todo, curiosa, autodidacta, responsable en VOX, fisioterapeuta autónomo de profesión…todo es susceptible de aprendizaje y solo fracasas si no lo intentas.
«Es más importante la dirección que la velocidad»
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