Del estoicismo al egoísmo

He venido observando durante estos dos años de pandemia, donde los distintos estados de ánimo se han ido sucediendo a tenor de las amenazas contantes a nuestra salud personal y colectiva, como finalmente han afectado a nuestro sistema emocional y de convivencia.

Algunos, entre los que me encuentro, han recurrido a la historia más antigua. Para ser exactos al periodo Antes de Cristo, donde ya los estoicos analizaban e incluso aleccionaban sobre las acciones y reacciones de las personas, que habrían de partir dentro fuera y que lo bueno lo elaboramos en nuestro interior dándoselo al mundo y que así por simple propiedad conmutativa, nosotros evolucionaríamos hacia un mundo mejor. Séneca en sus ‘Cartas a Lucilio’ siempre las terminaba con la posdata “mantente bueno”, hemos leído a Epicteto, otro estoico renombrado en la misma línea, por ende y con la misma regla de tres, los malos, solo vertirían al mundo maldad.

La cristiandad nos definió caminos y senderos correctos para transitar con lo bueno. Nada de lo escrito parece confirmar que lo malo haga mejorar la sociedad, sino todo lo contrario. Henos aquí, tras siglos y siglos de vicisitudes, donde el hombre ha sacado lo mejor de sí mismo para no desaparecer fagocitados por la maldad. No se puede bajar la guardia y la maldad utilizando distintas caras, como la poliédrica metamorfoseada, nos pilla por asalto desprevenidos, embobados, acomodados a unos sistemas de rutina a los que llamamos calidad de vida.

Hay generaciones enteras que han vivido plácidamente, que han practicado ese pragmatismo estoico-o a la inversa, es igual – y otra que pensábamos que nos íbamos a escapar y lamentablemente no ha sido así. Es incómoda la persona que siempre está augurando desgracias y previniendo de posibles ataques a nuestro práctico binomio de trabajo-recompensa. Oye, no vengas a amargarme la vida, no serán capaces de llegar hasta ahí –decimos –para salir del incómodo mensaje –no vamos a caminar hacia atrás con una historia reciente, donde todas estas amenazas estaban superadas…

Pues no, amigos. Nos han pillado en Babia y lo que es peor, con muchos entre incrédulos y temerosos, entre Pinto y Valdemoro mojándose a punto de ahogarse en la propia inacción. Para qué vamos a leer el Boletín Oficial del Estado, con la de tareas que tenemos. Lo vemos en los medios de comunicación, a toro pasado, a hechos consumados, comprobamos cómo se manejan torticeramente las palabras, restándoles de la claridad necesaria para que entremos en entelequia.  ¿De quién nos fiamos? Todos los poderes mienten dicen algunos cuando no encuentran forma de justificar sus “descuidos ciudadanos “, lo he entrecomillado porque en una democracia la responsabilidad es de la sociedad en su conjunto ya que, si nosotros lo permitimos, es nuestro problema, estoicismo puro y duro.

Así se nos están colando grandes maldades por cuanto provocan el perjuicio de muchos en beneficio de unos pocos, donde se legalizan excepcionalidades en detrimento de las generales, donde se ultraja a la decencia y se pondera el oportunismo, donde en nuestras propias narices se nos miente llegando a extremos insoportables y qué incómodos somos los que exteriorizamos un criterio que, cuando menos, es una mínima voz de repulsa. Es necesario rescatar la bonhomía, que no es la falsedad, la justicia que la imparten los jueces independientes, la igualdad entre hombres y mujeres tanto de trato como de oportunidades. El respeto a la sabiduría de los mayores. La juventud es pura energía, pero carece de experiencia…

En fin, amigos. Lo que la mayoría sabemos y que yo modestamente reflejo por una esquina de forma general y dolorida, por percibir que se me agota la esperanza y que retrocede todo lo bueno conseguido.

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