El síndrome de la sandía

Tomando como referencia mi artículo titulado “El liberal bruselense”, me gustaría plantearles la existencia de otro espécimen en el panorama político, concretamente uno aquejado por el “síndrome de la sandía”.

Dice una adivinanza lo siguiente: “verde por fuera, rojo por dentro, pepitas negras, melón de agua”. No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que diciendo esto, me estoy refiriendo a una sandía. Cuando comparo la sandía con una ideología, estoy haciendo referencia a todos aquellos políticos y comunicadores que tienen el alma roja, pero por fuera están revestidos de políticas verdes (resilientes, inclusivas, migrantes, con perspectiva de género, plenamente digitalizadas y aspirando a una cogobernanza global). En añadidura, las pepitas negras vienen a simbolizar las semillas que tienen incrustadas en lo más profundo de sus conciencias aquejadas por lo que anteriormente he llamado “el síndrome de la sandía”.

Desde la más tierna infancia de dichos sujetos, el sistema educativo y, en especial, la televisión va regando las semillas, haciendo que se perpetúe el síndrome y les devore. A esto se le suma, que solamente se materializa en agua y que te puede refrescar, sí, pero no te proporciona suficiente alimento intelectual. La empresa privada, y en particular bancos, medios de comunicación y grandes supermercados son los cooperadores necesarios de la implantación de este totalitarismo global. Aunque si bien es cierto que la “agenda verde” es acatada en buena medida por lo que entendemos como “la derecha”, el síndrome en cuestión es más aplicable a “la izquierda”, debido a su interior rojo.

En España, si pensamos en una formación política que fue precursora del estereotipo de la sandía, esa fue Izquierda Unida en el momento en que decidió absorber al PCE y “evolucionar” hacia el ecocomunismo, rompiendo con del Partido Comunista de la Transición. Gerardo Iglesias, Julio Anguita y Francisco Frutos fueron, quizás, los tres últimos líderes de lo que podemos entender como “el PCE de la Transición”, ya que los dos primeros cuando se retiraron de la política volvieron a sus quehaceres, mientras que Frutos, se retiró hastiado de la deriva disgregadora de la izquierda española.

A la formación heredera del PCE la tildo de ecocomunista  porque si el partido comunista de entonces se caracterizó por una ruptura con las tesis prosoviéticas y por una relativa atlantización, el de ahora está, más que nunca, subyugado a la agenda impartida desde Bruselas y desde Davos, que sí, que también coquetean con el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla o el Foro Social Mundial, pero si se fijan, dichos think thanks “de izquierdas” proclaman los mismos dogmas de fe globalistas que los foros pseudoliberales de la UE, Davos e incluso el Banco Mundial, que al fin y a la postre son los que tienen el capital económico y la capacidad de financiar movimientos que son más sistémicos de lo que pensamos. Me atrevería a afirmar que todos los movimientos indigenistas que surgen como consecuencia del Foro de Sao Paulo tienen una gran devoción por la Agenda 2030 y sus 17 objetivos que en mi primer artículo en Minuto Crucial consideré como “utópicos”.

Volviendo a España y avanzando hasta la actualidad, se podría decir que el partido con más grado de síndrome de la sandía es Más Madrid (Más País), debido a que, además de ser considerado como “de izquierdas”, su color es el verde (turquesa, pero verde). No resulta difícil olvidarse de la propuesta “ecolojeta” que tuiteó en su día Rita Maestre (basándose en otro tuit de la eurodiputada alemana de ‘Los Verdes’ Terry Reintke) llamada la red Euro Night Sprinter – Netzvision 2030+(como curiosidad, aparece en el nombre el “2030”, año mágico marcado a fuego en todo discurso globalista). Consiste en una red de trenes-cama que conectarían las principales ciudades europeas y cuyo mayor objetivo es el de reducir el tráfico aéreo, porque claro, el queroseno que utilizan los jets de la gente pudiente, véase el Falcon del presidente del Gobierno, no deben contaminar a penas… Al final, todo se resume en el “no tendrás nada y serás feliz”, lema del Great Reset para el 2030 (otra vez se repite ese año).

Unidas Podemos, actualmente en horas bajas, es también otra formación que aparenta proclamar el “terror rojo”, pero al final son unos “sandieros” de tomo y lomo. Pablo Iglesias escribió un artículo el 1 de Febrero de 2021 para varios medios, titulado ‘Un nuevo impulso a la agenda 2030’, en él, reconocía como que “la Agenda 2030 no es solamente un pin en la solapa” y que “para el Gobierno de España, la Agenda 2030 representa la piedra angular”, pero fundamentalmente aprovechaba la crisis del coronavirus para profetizar un futuro romantizado basado en la apuesta plena por dicha “hoja de ruta”. 

Por último, en el PSOE también se padece el síndrome que lleva este artículo por título, ya que hacen todo lo posible por desmantelar la energía nuclear en España, celebrando incluso el cierre de dichas centrales. Energía que la Comisión Europea, nada sospechosa de ir a favor de la contaminación, ha calificado recientemente como “energía verde”. La probable dependencia energética europea de Rusia, de seguir con esta desnuclearización, y la evidencia de que las renovables (supuestas energías limpias) son altamente costosas de producir, pueden ser dos de los motivos que hagan reconsiderar al órgano ejecutivo de la UE volver a apostar por las centrales nucleares.

Y me preguntarán, ¿qué relación tiene la Agenda 2030 con el “gran capital”? Sencillamente, les remitiría a ustedes a que visiten la web del Foro Económico Mundial y verán las ansias que tiene Klaus Schwab por “refundar el capitalismo” (siempre a raíz de la crisis del covid). Y es que agenda globalista es una hoja de ruta asumida por todo el espectro ideológico, pero al fin y a la postre, los partidos “sandías” tienen un gran peso es este asunto, haciendo pagar al resto de la población, previo consentimiento de los “liberales bruselenses”, la bacanal de gasto público.

En España, nos han hecho creer que por tener un huerto urbano en el centro de una gran capital ya se es un “ecologista al margen del sistema”. Mientras, a los habitantes de la España Rural les hiperregularizan su día a día (véase el caso del sector agropecuario) o, además, tienen la desgracia de que les clausuran sus motores económicos (como es el caso de las centrales nucleares) de los que dependen económicamente muchas poblaciones de la España abandonada.

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