Herederos

Pues nada, que aquí seguimos, a vueltas con la envidia. No salimos de una y ya nos estamos metiendo en otra. Leo una noticia de La Sexta (no me extraña que la llamen La Secta) que me resulta un dejá vu: “el 65% de la desigualdad de riqueza en España se explica por las herencias”. Además añade el titular: “los ricos lo son porque lo eran sus familias y éstas blindaron su posición durante el franquismo”. La foto elegida es de la época, en blanco y negro, y en ella se pueden ver hombres trajeados, todos y cada uno trasunto de un Arias Navarro multiplicado. Asegura la cadena que esa es “la radiografía de la clase alta española”. Siguen ignorando que el grueso de los contribuyentes lo formamos todos. No puede ser casualidad que tantos militantes y medios se hayan puesto de acuerdo en plantear así la cuestión: la meritocracia como un engaño del “neoliberalismo” y la herencia como verdadera catapulta del éxito vital.

Tengo para mí que se está preparando algo muy gordo. Observen que hablan como si heredar fuera gratis y delito. Ya existe el impuesto de sucesiones en todas sus variantes: es la pesadilla esquilmadora de miles de españoles. Quizá estemos siendo la rana del experimento. Si se la sumerge en agua fría y prendemos fuego, el bicho se va aclimatando. No es lo mismo eso que meterla directamente a hervir. Es lo que hacen con nosotros. Pudieran estar lanzando el discurso que nos prepare para lo que vendrá después. Alimentan el resentimiento contra el “rico”, como culpable de nuestros males. Es un ladrón, insolidario, parásito que se lleva el pan o la sal sin pagarlos. Además su fortuna se forjó expoliando bienes con la impunidad de la dictadura.

El franquismo, pues, sirve para un roto como para un descosido. Franco ya no está en el “Valle”, pero Yolanda Díaz lo invoca en Andalucía. Si no son las cunetas (Ley de Memoria Democrática) son las lenguas prohibidas que hablaba todo el mundo. Ahora les llega el turno a nuestras posesiones. Afirmar que en dictadura se blindó una fortuna es una boutade. Hasta los Franco han perdido el Pazo de Meirás. Las herencias se reparten, se dividen, se dispersan. La riqueza no es estática ni se mantiene ad eternum en una cámara acorazada. Ya ni Carmen Martínez Bordíu sale en el Hola. Cayetana de Alba pactó con sus herederos en vida. Le dejó una pensión a Alfonso, que era un modesto funcionario. A Cayetano le tocó la casita de San Sebastián y al mayor el marrón que supone bregar con patrimonio artístico.

Están sobrevolando peligrosamente la propiedad privada. La olisquean, la codician, la acechan cada vez más. Todo cuanto usted tenga es susceptible de confiscación. Lo dicta la futura Ley de Seguridad Nacional. Establecer quién es rico tampoco es fácil. ¿Dónde y en qué cantidad ponemos el tope? Rastrean el diamante que su abuela le dejó a su madre. Hay que declarar hasta las bragas y los calzones. El Estado es una agencia tributaria tomándonos como rehenes. La excusa (el interés colectivo) ya aparece citada en los nuevos libros de texto. Va calentando el agua lenta, pero inexorablemente. Que la rana no se dé cuenta de nada. Si usted pierde la vida, olvídese de los cuervos que crío. Aunque le reprochen las últimas voluntades, estará muerto y no se va a enterar. Es el bien de todos frente al egoísmo individual. ¿Cómo, si no, financiar la Sanidad y la Educación?

Como heredar es injusto, las ONG se han tirado a degüello. Atentas al último grito de la moda, han lanzado sus campañas. Le piden que vaya al notario y les deje un buen pellizco. Sus hijos o sus sobrinos tendrán que aceptarlo. Otra vez el bien común, de gente que malvive a miles de kilómetros. Si a su hija le viniera bien el dinero para descargar la hipoteca, ¡que se fastidie! En el mundo hay necesidades, hambrunas, sufrimiento. Entre todos podríamos volver al paraíso. Es verdad que la iglesia nos llama a marcar la casilla en la declaración de la renta. Pues mire: yo la marco. Lo hago todos los años y porque me da la gana. Prefiero desviar mi contribución obligatoria, que dársela a despilfarradores sin escrúpulos. ¿Y qué diferencia hay?, me preguntará usted. Infórmese de cómo tratan a los captadores de socios las «no gubernamentales». O consigues un mínimo, o te ponen de patitas en la calle. Si el Open Arms fuera una empresa, los llamarían «negreros».

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