Un republicano al rescate de la monarquía hispánica

En los últimos meses, en España, hemos asistido a un alboroto generalizado como  consecuencia del retorno al país del que hasta el año 2014 ocupara la jefatura del Estado a título de rey, me refiero, por supuesto, a Juan Carlos I de España. 

El alboroto al que hago referencia viene desde sectores de la ultraizquierda que se  autoproclaman republicanos. Sin embargo, esta gente, en su mayoría, tiene de republicana lo  que un bolivariano adepto al régimen de Nicolás Maduro. Y es que, como dice un refrán  español, “por mucho que la mona se vista de seda, mona queda”. Por este motivo, yo, un republicano de pro, me veo obligado a sacar un capote en favor de la monarquía a pesar de oponerme desde la legalidad a la misma. 

En primer lugar, me veo obligado a recapitular sobre nuestra historia reciente para que así el  lector pueda contextualizar sobre la figura de Don Juan Carlos I y sobre la trascendencia de la  monarquía hispánica en los últimos 50 años. Como es bien sabido, Juan Carlos I fue  proclamado rey a la muerte del dictador Francisco Franco. En el momento de su  proclamación D. Juan Carlos contaba, al igual que Franco en su momento, con una amplia gama  de poderes con una salvedad, D. Juan Carlos quería devolver el poder al pueblo.

Es por ello,  que Don Juan Carlos, en compañía de otros hombres ilustres de la historia de España como  pudieron ser D. Adolfo Suárez y D. Torcuato Fernández Miranda, jugó un papel clave en la  creación y consolidación de la democracia española. Este proceso de democratización, al  contrario que un proceso revolucionario, parte de la legalidad anterior y se realiza “de la ley a la  ley”. La obra colmen de este proceso es la Constitución de 1978 para cuya elaboración se llegó  a un consenso transversal que agrupaba a muy diversos sectores a izquierda y derecha. 

Es en esta Constitución, impulsada por el rey como parte del proceso de transición a la  democracia, donde en su artículo 1.3 se especifica que “la forma política del Estado español  es la monarquía parlamentaria”. Durante la redacción de este texto los representantes del  pueblo en las Cortes, los cuales habían sido elegidos en unas elecciones libres, debatieron  acerca de la forma del Estado ya que un diputado presentó la conocida como “enmienda  republicana”. Esta enmienda fue rechazada por 349 votos frente a 1.

Lo curioso de esta  votación es que hasta los que en ese entonces se proclamaban republicanos, no dudaron en  alabar la figura de Juan Carlos I la cual, en aquel entonces, contaba con un respaldo casi  absoluto. Posteriormente, dicha constitución que en su articulado recogía la monarquía fue  aprobada en referéndum con más del 90% de los votos a favor. De esa forma la monarquía  quedaba “legalizada” ahora bien, en ningún momento se preguntó directamente al pueblo por  dicha cuestión. 

A pesar del apoyo inicial del pueblo español hacia el Rey, este, con el tiempo, fue decreciendo debido a los distintos escándalos de toda índole que afectaron al monarca. Esto propició que  en 2014, la segunda vez en que la monarquía se ponía a debate, esta vez debido a la  abdicación de Juan Carlos I en la figura de Felipe VI, su apoyo decreciera considerablemente. Y es que la ley de abdicación fue apoyada por 299 diputados de los 350 que componen la  cámara. En cualquier caso la monarquía resultó, nuevamente, ganadora. 

Lo curioso del debate en torno a la monarquía del año 2014 es el cómo el Partido Socialista  Obrero Español apoyó, a pesar de que nunca ha renunciado a su condición republicana, el  proyecto de ley de abdicación mientras que sectores de la ultraizquierda berreaban pidiendo  un referéndum sobre la forma del Estado. En su intervención el por aquel entonces Secretario  General del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunció que el voto de su grupo a la ley de  abdicación sería favorable. Esta postura se debía a que al hacerlo lo que se estaba haciendo era  dar cumplimiento del texto constitucional el cual en su articulado fijaba la forma del Estado. El hecho de dar cumplimiento a la Constitución, según eminentes figuras del socialismo español, era  un acto tremendamente republicano. A su vez Rubalcaba instó a las fuerzas republicanas a en  vez de berrear traer un proyecto de reforma constitucional a las Cortes para su debate.

Este proyecto de reforma constitucional, aún habiendo pasado 8 años desde entonces, todavía  no se ha presentado. Ello se debe a que el republicanismo es una de las principales fuentes  de votos de los enemigos de España siendo este el motivo por el que piden la república por  Twitter y no en las Cortes. Y es que al llevar un proyecto de reforma a las Cortes se encontrarían  con la cruda realidad que el republicanismo debe afrontar en España. Esta realidad consiste  en conocer que una reforma en la jefatura del Estado no es en estos momentos una  prioridad política. Esto se debe a que, por mucho que algunos pretendan vendernos que la  llegada de la república llenaría de comida las neveras españolas, la realidad es que en este país  no estamos para realizar una revisión parcial de la constitución cuyo único punto sea la  supresión de la monarquía.

Una revisión de la constitución, de realizarse, se tiene que hacer de  forma total y solo desde la legalidad vigente y desde el consenso. En ese caso ya sí,  podríamos hablar de revisar el modelo de Estado. Hasta ese entonces es imperativo aparcar el  sueño republicano por el bien de una patria a la que todos, tanto republicanos como  monárquicos, debemos servir.

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