¡Confiad, jóvenes!

La política parece un mundo inexcusablemente inalcanzable. La sociedad española observa a los políticos que ocupan desde asientos de consistorios municipales, hasta diputados nacionales, o ministros con recelo y un cierto halo de suspicacia incontrolable. Si todos miran así, ¿Cómo lo hacemos los jóvenes?

Es una respuesta algo compleja y cargada de matices. Los jóvenes por antonomasia creemos que nos vamos a comer el mundo y al final, el mundo nos acaba devorando ferozmente. Si a lo mencionado anteriormente le sumamos que hay partidos e incluso, este Gobierno que pretende adoctrinarnos de forma silente, el recelo es mayúsculo. Resulta innegable afirmar que la política actual ha perdido credibilidad. Y los jóvenes, el presente y el futuro de España, es el grupo social más damnificado por las promesas que un día se hicieron y nunca se llegaron a cumplir. Con la tasa de desempleo juvenil más alta de la Unión Europea, nuestro país tiene una ardua tarea por delante.

A la hora de buscar trabajo, nos piden experiencia acreditada. ¿Quién nos dará la tan ansiada primera oportunidad? También nos dicen que somos la generación más preparada. ¿Y por qué lideramos los índices mundiales de desempleo juvenil? La falta de empleo es el engranaje principal que explica los problemas actuales y los que vendrán en el futuro. La “España vaciada”, el invierno demográfico, la pérdida de talento, la superpoblación en determinados territorios y las consecuencias que ello acarrea, entre otras disyuntivas más, pasan por el empleo. Solventar estas situaciones necesita de los enfoques adecuados.

Vemos como las Cortes Generales o los parlamentos autonómicos lo abarrotan personas adultas y ello propicia que los jóvenes se sientan escasamente representados y que, por lo tanto, en gran medida, pierdan interés en un panorama político que, en este sentido, parece no cambiar mucho, aunque transcurran largos años. Los jóvenes tenemos ilusión y ganas, piezas fundamentales para que España sea más grande aún si cabe. No queremos ser meros espectadores de la política, sino que aspiramos a solventar los grandes problemas que nos afectan. Si ser veterano es un grado, la juventud también debería considerarse como tal ya que, podemos poner voz a lo que acontece en las calles para que, de esta forma, los problemas tengan soluciones, es decir, crear legislación.

La valentía y el arrojo de los jóvenes resulta imprescindible para poner fin a las disyuntivas ya mencionadas. En un proyecto de país, todas las personas son necesarias y, por ello, los jóvenes merecemos tener el lugar que nos corresponde pudiendo resultar este precepto muy beneficioso para nuestra democracia. Todas las voces son importantes y esa pluralidad otorgará credibilidad. El compromiso es el motor que propicia la ansiada mejoría.

Los jóvenes no hemos venido a ver una película, sino que hemos venido a cambiarla. No nos conformemos, soñemos en grande. España merece mucho más y los jóvenes, estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos para que así sea.

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