Nuestra sociedad asiste diariamente a un debate continuo por el físico que tanto mujeres como hombres tenemos. Vivimos en una época de índole superficial, en la que se premia al que tiene millones de seguidores en una red social en detrimento de valores importantes adquiridos a lo largo de los años o, simplemente, no vivir en una burbuja de mentiras. Por mucho que a los jóvenes nos cueste entender, lo que observamos en las pantallas no es real.
La revolución tecnológica ha propiciado cuantiosos avances en todos los parámetros existentes, aunque no todo son beneficios. En la sociedad actual, la juventud ha perdido el poder de la palabra para abrazar en su detrimento a la cobardía, prefiere conectar con alguien que esté en la otra punta del mundo en vez de charlar un rato con el vecino de enfrente, o compra un libro en Amazon pudiendo hacer lo mismo en la librería de su barrio.
Resulta innegable afirmar que, desde que existen las redes sociales, los prejuicios, inseguridades y complejos han aumentado. La tentación tecnológica nos hace desear una vida falsa ya que, las redes sociales, son una burda mentira en sí mismas, especialmente, con el determinado estado físico que la mayoría de la población desea. Cuerpos delgados y perfectamente proporcionados, de gran altura, con un cabello fuerte o una sonrisa blanca como la nieve. ¿Quién no ha ansiado nunca escapar de su físico para habitar otro que se ajustara a los estándares idealizados en su mente y socialmente aceptados? Debemos romper las cadenas que nos aferran al pasado para así, gritar en el presente que, los conceptos sobre salud corporal que se tenían antaño nada tienen que ver con los presentes. Los avances en medicina y nutrición constatan que los kilos que posea una persona no determinan su estado de salud global, es decir, salud física y mental.
Por los motivos anteriormente expresados se hace importante reivindicar, especialmente, en los jóvenes a través de campañas estatales que nadie debe sentirse avergonzado por su cuerpo. Debo decir que mi ideología política se sitúa en las antípodas de la de la ministra de Igualdad, pero la idea de la campaña ´´El verano es nuestro´´ era buena. Muy buena. Pero, querida Irene, ¿No tienes asesoras jurídicas en el Ministerio? ¿Nadie se preocupó de interesarse por cómo trabajaba la ilustradora de dicha imagen? ¿No te preocupa incurrir en un delito de derecho al honor, intimidad y propia imagen?
Teniendo en cuenta la trayectoria seguida por este Gobierno, a ella no le importará en absoluto. Pero, sin embargo, a quienes sí que les importará es a las mujeres, a las que les han robado su imagen, previamente, siendo modificados sus cuerpos en una campaña estatal de un país que no es el suyo frente a la perplejidad del pueblo español que no sabe cuál será la siguiente barbaridad cometida por un organismo público.
El Ministerio de Igualdad reclamaba diversidad corporal y lo único que ha engendrado es la indignación generalizada por la incursión en un delito muy grave… y,como era de esperar, las mujeres víctimas de Irene y sus secuaces necesitan respuestas judiciales y, lógicamente, buscarán obtener una indemnización acorde con la gravedad de los hechos. ¿Cuándo se impondrá para determinados casos la responsabilidad patrimonial de los políticos?
Cabe destacar que el dinero de estas indemnizaciones no saldrá del bolsillo de la ministra, sino que serán fondos públicos, el dinero que tanto cuesta conseguir trabajando y que, rápidamente, gasta erróneamente este Gobierno. Los españoles no podemos consentir durante más tiempo que una Secretaría de Estado elevada a ministerio se ría de nosotros como lo lleva haciendo desde que comenzó la actual legislatura. Necesitamos tomar acción, cuanto antes. Que a nadie se le olvide, que el chiringuito de la Montero lo pagas tú, con tú dinero. Señora ministra, ¡váyase ya!
A nadie le miran mal en la playa por ser gorda. Al contrario, es lo más común.