El Gobierno Robin Hood

Veía hoy las noticas de Canal Sur y una aparición espectral de un político perdido en los tiempos en los que la corrupción era una fórmula que, curiosamente, aquejaba de forma especialmente fulminante a las minorías políticas. De hecho, fue un delito de malversación de fondos públicos el que terminó con su ya por entonces más que decadente carrera política. Aparecía en imágenes de una cadena de televisión de las nuevas con un formato excesivamente ideologizado, en este caso de derechas. Sinceramente, creo Pedro Pacheco, otrora sonado alcalde de Jerez y líder de un andalucismo que sirvió de muleta a un socialismo que se aferraba legislatura tras legislatura en las instituciones andaluzas, no era consciente de ser el conejillo de Indias que tenía como objeto desacreditar la reforma del delito por el que había sido condenado, entre otras cosas, a una inhabilitación que lo tiene apartado desde hace muchos años de cualquier posibilidad de seguir viviendo de nuestros impuestos.

Y es que, sin ningún tipo de dudas, el ex alcalde jerezano que, no hay que negarlo, consiguió grandes avances en su ciudad, tenía como intervención estrella aquella en la que dijo que iba a solicitar a la justicia que se le eximiera del delito de malversación, al no ser beneficiario del desfalco de lo público por el que fue condenado, y con ello terminaría su inhabilitación que lleva arrastrando desde 2018, una vez salió de la cárcel en el cumplimiento de la pena impuesta por ese ya inexistente delito y otros añadidos.

Más contento que unas castañuelas, Pacheco, sin embargo, es consciente que este hecho que le eximiría por el momento, ya que aún tiene algún caso abierto con petición de penas que incluirían la inhabilitación, de no presentarse a ningún cargo público, no es sino una auténtica carambola que le ha tocado de rebote en una medida sin igual en nuestro actual periodo democrático en el que el chantaje político de líderes independentistas que incluso no reconocen a los tribunales españoles, han conseguido de un Gobierno que depende políticamente de ellos por aritmética en el Congreso de los Diputados. Evidentemente, es de imaginar que, en estos momentos, sería lo más beneficioso para la situación del jerezano conseguir un puesto electo que le permita un aforamiento y, así, alargar el proceso que tiene aún pendiente. Pendientes deberíamos estar de ello para, al menos, sacar un chiste malo que nos endulce las lágrimas de tener que soportar tanta desvergüenza.

El cinismo de la política nos está llevando a tener que soportar, en todos los bandos, representaciones escenificadas de falsas intenciones que en nada se reflejan en los hechos que, al final, se estampan en la vida pública de nuestro país. Si un partido político consiguió echar a un anterior Gobierno de otro color político aferrándose a cierto nivel de corrupción en sus filas y en sus líderes, nunca, jamás, debería de escenificar la rendición ante aquellos que ejercieron una de las mayores corrupciones que se puede ejercer desde un cargo público al propio Estado que los avala como representantes de los ciudadanos, la traición, el golpe al Estado de Derecho que corresponde al conjunto de los ciudadanos de un país. Rebajar delitos de corrupción cuando se llegó al poder por medio de la denuncia de la propia corrupción es mucho más que una afrenta a la propia democracia y a la dignidad democrática de los ciudadanos. Es todo un acto de despotismo político, de malversación del propio poder delegado por los propios ciudadanos, algo que también debería estar penado como traición en el Código Penal.

Pero es que ese antagonismo entre lo que se dice y lo que se hace, ya evidente en los propios pactos post electorales, también queda reflejado en políticas que han sido abanderadas desde ese propio Gobierno, por los partidos que lo forman y aquellos que los sostienen. Tal es el caso de la violencia de género, cuya enorme inversión es directamente proporcional al nivel de su fracaso. Ni descienden los casos de violencia de género, ni los asesinatos, ni la desazón social que no hace sino alimentar absurdos discursos de un buenismo que no se refleja sino en el memorable ascenso en el nivel de vida de ciertos políticos que jamás soñaron con alcanzar ese nivel ni económico ni de poder.

Per si hablamos de fracaso en políticas de género no podemos sino llevarnos las manos a la cabeza ante la injustificada reforma que rebaja las penas de aquellos que son condenados por delitos de agresión sexual e incluso de pedofilia. Aún estoy esperando a que den una explicación razonada a facilitar que personas con ese perfil puedan estar en la calle. Y menos aún, a ellos y ellas que tanto les gusta tirar de estadísticas y de datos, con aquellas que reflejan el grado de reincidencia en los mismos delitos de muchos de los que, cumpliendo toda su pena, salieron a la calle. Sólo sí es sí y sólo no es no y ustedes les han dicho que sí a los que debieron decir que de ninguna manera.

La filosofía del buenismo se instaura a veces en las mentes autocomplacientes, en muchas ocasiones en aquellas con un perfil psicópata, algo altamente detectado por especialistas en nuestra clase política, convenciendo a aquellos que ejercen el poder de que realmente su voluntad “divina” no puede errar sino que es la voluntad que debe mover los elementos para, sólo con la intención, conseguir un mundo más justo. Ese complejo de Robin Hood, que bien se podría ver reflejado en el poco discutible delito ya no penado de malversación cuando los beneficiarios son otros, no es sino el principio del desastre más absoluto. Unos pasos por delante del legendario ¡Exprópiese! Sólo recuerdo que Nerón llegó al extremo de querer ver arder Roma antes que perderla. Esperemos no tener que revivir esos tiempos.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*