A los veintitrés años

Han pasado en realidad veintidós, aunque estemos inmersos en el final casi del veintitrés. Ya celebramos esa entrada del nuevo siglo, los que por ciclo vital nos ha tocado vivir ese paso exclusivo. Hablábamos de lo deprisa que se cuentan las fechas en esta modernidad que pasará a la historia por los enormes avances tecnológicos, fundamentalmente, como hecho incuestionable.

Será la era del metaverso. La inteligencia artificial que se incorporará a la robótica dijimos, todo enfocado a la búsqueda del bienestar, entendiéndose como la facilitación del alimento, la vivienda y la prevención y curación de enfermedades preeminentes. Con el hombre siempre como centro del universo. Pero, amigos, no solo de pan vive el hombre, frase evangélica por excelencia, pero que cabe desprovista también de su sentido moral. ¿Seguimos guerreando a pesar de los organismos mastodónticos y costosísimos que se crearon para corregir y frenar esas ambiciones entre naciones, propias del ser humano racional?

Hemos despreciado a los pensadores clásicos, los filósofos observadores de la ética y la lógica, tal y como he comentado en más de una ocasión. La desconfianza en los poderes públicos se ha acrecentado en lo que va de siglo…. Pero, en los últimos cinco años; la mentira y la ambición personal vienen desbocadas de la mano de unos gobernantes que manipulan las premisas para lograr conclusiones acomodaticias a sus ambiciones.

Veo con estupor como el tejido asociativo sin lucro, que debería ser independiente, crítico y reivindicativo va entregando su potencial humano a cambio de influencias a unos niveles insoportables fundiéndose con los poderes públicos, subvirtiendo a “me los he metido en el bolsillo”, lo que en realidad es un entreguismo al poder a cambio, como digo, de influencia. No veo puerto seguro donde asirnos porque, además, observo que no es cuestión de partidos políticos, sino de la propia sociedad.

Hoy no voy a enumerar nada concreto. De los muchos males que nos acechan, eso va con la vida misma. En el día de hoy quiero resaltar lo importante de la labor humanitaria que sigue haciendo el voluntariado puro, el amor a la persona y, por ende, a los seres vivos, en ese orden. Necesitamos esa ausencia de desconfianza, de individualismo, de apoyar las causas nobles porque sí, gestionando con honradez esos sentimientos escogidos, depurados y homologados a base de esfuerzo y decepciones… pero siempre dispuestos a renacer.

Por mi parte y como medida cercana, se acabó oír a mentirosos, a trepas, a los que utilizan a los demás, a los que entregan lo que se les confía, pero que no les pertenece para conseguir influencia al carecer de méritos, salvo los de manipular a los que se dejan que, llevados por su bondad, su pereza o falta de criterio entran en esa perversa dinámica. A los veintitrés años, del siglo XXI, hemos y habremos de trabajar esa pureza en la convivencia, mucho más que en las tecnologías, porque eso lo llevamos de matrícula de honor.

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