El problema de tener un jefe de la oposición del partido que ha sido durante toda la época democrática el de la alternancia en el poder de aquél que, desgastado por el fin del bipartidismo, se vende al mejor postor siempre con el fin de garantizar la supervivencia de su líder nacional, es que sigue y continúa acaparando ese ramalazo de creer que el poder le pertenece, aunque en estos momentos no disponga de las escrituras de Moncloa.
Y ese poder para los partidos que han tenido responsabilidad de Gobierno en nuestro país, PSOE y PP, va más allá del legislativo y tiene como fin controlar por completo la totalidad de las instituciones que tienen influencia en el país en lo social, económico, mediático y hasta judicial. La tradicional izquierda, hoy tan sumamente fragmentada hasta el punto de necesitarse para poder acceder al Gobierno de España, sabe que gran parte de su presente y su destino pasa por controlar de manera muy especial a la sociedad y que, para conseguirlo, debe tener el máximo control del tejido asociativo.
Ese control lo lleva a cabo mediante múltiples acciones; desde crear y mantener sus propias asociaciones dependientes (y entre ellas incluir al máximo número de sindicatos, además del propio), pasando por los cheques subvención, hasta adoctrinar la conciencia social para que aquellas que surjan estén vinculadas obligatoriamente a un discurso ideológico que en nada tiene que ver con las reivindicaciones históricas que ha tenido la propia izquierda y menos aún el PSOE hasta hace pocos años.
Cabe recordar que hasta el voto de la mujer tuvo enfrente a los del PSOE en la República frente a la liberal Clara Campoamor. O incluso muchos datos documentales sobre el pensamiento abiertamente homófobo que lucía hace unos años el propio Partido Comunista y la izquierda en general. Todo para ellos cambió en el momento en el que se dieron cuenta del valor del voto de la mujer y el valor del voto de los homosexuales.
Todo por el voto. Tanto que quizás la artificialidad haya sobrepasado a lo real convirtiendo en ocasiones en verdadera ficción gran parte de su discurso que necesitan alimentar y con ello el voto como quién hecha continuamente leña al fuego para que no se apague. Y es que, ciertamente, sin crispación, sin pobreza, sin problemas que achacar a otros… la izquierda de hoy en día no es nada. Por eso en la mayoría de ocasiones las políticas, sus costosas políticas sociales, se enfrentan al peor de los exámenes, los datos, que suelen confirmar que no solucionan nada, a veces los problemas se agravan pero insisten en quemar leña porque no les queda otra.
Eso sí, si la leña se la dan a ellos se enfadan. Porque es muy lícito según sus criterios hacer escraches a los demás, pegar a fuerzas de seguridad porque, según dicen, porque les interesa, son los aliados del poder económico (qué vergüenza), es lícito desprestigiar de continuo a instituciones como la Iglesia, pero no lo es si los escraches se les hacen a ellos o si les gritan o abuchean hartos de aguantar tanta miseria y tanta amenaza a sus intereses económicos y a su estabilidad familiar y social.
Pero volviendo a lo que inicialmente comentaba, el PP ha llevado a cabo esta semana una fórmula estratégica en el tablero de ajedrez por el control de la Justicia entre ellos y el PSOE obligando a los socialistas a pactar un acuerdo para llevar a cabo los cambios s los que la Constitución obliga en el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional o el Defensor del Pueblo. Una jugada en la que ha hecho jaque al Presidente Sánchez para llamar la atención sobre su capacidad de influencia y de poner sobre las cuerdas al Gobierno, aunque no un jaque mate para lo que el experto es Sánchez, que a falta de cartas siempre se guarda bajo la manga peones, alfiles, torres, caballos, y todo lo necesario para no perder la partida. Todo claro, saltándose las reglas de juego burlando las leyes y las normas y negándose sobre lo dicho, opinado y prometido, la independencia del Poder Judicial.
El PP ha comenzado su ataque furibundo sobre el Gobierno y sospecho que vendrán una detrás de otra porque, no lo olvidemos, el PSOE tiene actualmente un control social que hace comer alfileres como espaguetis sin que los ciudadanos se den cuenta. Siempre habrá un motivo para echar la culpa a otros (estrategia, por cierto, de comunicación muy del orden fascista), bien sean las eléctricas, Rajoy, Ayuso o Torquemada. Y no sólo existe ese control de los socialistas o la izquierda que gobierna y sus amantes en el Gobierno nacionalistas, independentistas y demás especímenes de la fauna de la igualdad de izquierdas del ego, sino que de no conseguir la fuerza suficiente para gobernar Casado se vería abocado a tener que pactar con VOX. Y las condiciones que pondría este partido dudo mucho que sean asumibles ni permitieran un Gobierno de muchos días sin crear el mayor caos social imaginable.
Muchos dan por muerto a Ciudadanos pero muchos otros han vuelto a despertar del mundo del color en el que unos u otros los sumergieron con su funeral y han descubierto que quizás la estabilidad del país pueda depender de esta tercera formación que, como ocurre en Andalucía, no sólo daría estabilidad política, sino que moderaría el nivel de los discursos y conseguiría con sus cuotas de poder avances tan importantes como los logrados en la comunidad del sur en aquellas consejerías en las que han acaparado las competencias como son Empleo, Autónomos, Políticas Sociales o Educación.
Hoy mismo el CIS le ha otorgado a los de Arrimadas una intención de voto nacional de 6 puntos, cerca de lo conseguido en las últimas elecciones. A la gran mayoría nos consta que ese dato no es real a día de hoy. Pero pocos conocemos la realidad de ciertas encuestas que manejan las propias formaciones políticas y que, en Andalucía, dan en la actualidad una cifra mucho más elevada que ese 6 por ciento nacional. Y poco tiempo va a pasar hasta que esos datos se hagan públicos a través de otras encuestas. La partida no ha comenzado aún aunque algunos se afanen en pavonearse de haber conseguido un anecdótico jaque con pocas consecuencias y de salón.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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