El ser humano, teóricamente, debería guiarse por sus creencias, convicciones y la justicia terrenal. No obstante, los intereses superficiales y el temor a enfrentar críticas a menudo lo llevan a cambiar de opinión por miedo a las consecuencias venideras. La cobardía se convierte en la seña de identidad de algunos individuos: es el caso de aquellos que ayer aplaudían al expresidente de la RFEF y que hoy son los primeros en criticarlo para poder conservar su puesto… y evitar así ser señalados por el escuadrón de la corrección política.
Los nombres que me vienen a la mente y que actuaron de esa manera son Luis de la Fuente y Jorge Vilda, dos técnicos que lograron gestas impresionantes con sus pupilos, -me niego a utilizar el lenguaje inclusivo-, pero que, como personas, traicionaron o mostraron deslealtad hacia su jefe, Luis Rubiales, por el miedo al qué dirán. Esta actitud ha dañado su imagen y todo por culpa del estúpido bienquedismo. No lo digo yo; la hemeroteca habla por sí sola, cualquiera puede comprobarlo si comparan las declaraciones y acciones de unos y otros pasadas con las ‘actuales’. Cambiarse de chaqueta está de moda y más ahora que comenzamos nuevo mes en los grandes almacenes de lo políticamente correcto.
Entiendo que en la vida uno puede cometer errores y tiene todo el derecho del mundo a retractarse, pero solo cuando la sinceridad sea el actor protagonista y no por intereses personales o pura conveniencia con tal de mantener e cargo. Cuando una persona dice o hace algo, debe mantenerse firme y apechugando con todas las consecuencias posibles. Siempre he dicho que es preferible ser fiel a los principios propios, en lugar retractarnos o manifestar lo que quiere el público políticamente correcto con el fin de agradarlo. Es mejor ser considerado ‘malo’ entre los malos que alguien ‘bueno’ entre ellos y luego no tener la conciencia tranquila por no ser sincero con uno mismo.
En esta vida, es imposible agradar a todo el mundo, ya sea con tus palabras o tus acciones. Por eso, debemos mentalizarnos de que no podemos complacer a todos cuando la sociedad nos obliga a que tomemos una posición sobre algo o alguien. Como dijo en su día el Che Guevara, uno de los personajes más despreciables que han existido en la historia: “Más vale morir de pie que vivir arrodillado”. En otras palabras y dicho con las mías propias: es preferible ser auténtico y no gustar a todos que convertirse en una marioneta del sistema abandonando así nuestros principios con tal de conservar un empleo.
En numerosas ocasiones, me he posicionado de manera clara en temas políticos, elogiando las iniciativas de unos u otros partidos cuando lo he considerado oportuno. Esto también se aplica a la vida cotidiana y, sobre todo, a lo relacionado con la actualidad social, incluso en la prensa rosa. Mantenerse firme puede llevarte a ganar seguidores, pero también detractores. Además, el mayor de los regalos: que te conviertas en el altavoz de muchos y que, en el mejor de los casos, tan solo pueden llegar a un grupo muy reducido de gente por medio de las redes sociales. Si personas que escribimos en sitios disidentes tenemos la osadía de enfrentarnos al mundo manteniendo nuestros principios, ¿por qué aquellos que tienen un alcance mayor no hacen exactamente lo mismo, pero a través de los medios de primera línea?
Volviendo al caso de De la Fuente, Vilda y otros tantos que, en su momento, aplaudieron la firmeza de Rubiales en su decisión de no dimitir y que ahora parecen estar cambiando de posición con el fin de preservar su imagen, con respecto a toda esa gente me surgen las siguientes preguntas: ¿Dónde quedan vuestros principios? ¿Sois tan pelotas como para retractaros de manera insincera pareciendo auténticos ‘chaqueteros’, por temor a que los defensores de la corrección política se vuelvan en vuestra contra? En la actualidad, el futuro del primero pende de un hilo, mientras que el segundo, por su parte, fue cesado hace apenas unas horas. ¿Los restantes? Como no son tan relevantes, probablemente, los medios no destaquen sus cambios de chaqueta.
Para terminar, tan solo me queda decir que me parece lamentable que exista gente capaz de cambiar de posición con tal de evitar ser señalada. La actitud de todos los chaqueteros ha demostrado que sus principios son tan cambiantes como los de Groucho Marx y que individuos así no contribuyen, sino que restan a nuestra sociedad. Ojalá que, como consecuencia de su cobardía, todos caigan y, aquellos que a priori no lo hagan, al menos, tengan la dignidad de dimitir por no ser leales a sus propios principios. Eso es lo mínimo que espero de quienes, de una manera u otra, viven de los españoles: integridad, valor y coraje deben ser por siempre sus señas de identidad.
Periodista bilbaíno a jornada completa, anteriormente locutor en Cadena SER Miranda y al mismo tiempo articulista en diversos medios digitales. Amante del gimnasio y la naturaleza a tiempo parcial.
“Si tú no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos”
-Steve Jobs.
Creo que esperas demasiado de la gente del deporte, que viven de subvenciones. Un saludo