Sánchez y la amnistía desafían a la democracia

El Partido Socialista Obrero Español de Pedro Sánchez lleva años luchando por parecerse lo máximo posible a una secta. Pido encarecidamente a los lectores no afines que, por favor, no se enerven tras esta calificación puramente política, pero no alejada de la realidad la cual los socialistas viven desde hace unos cuantos años en los que, para seguir manteniendo su militancia, han tenido que multiplicar sus tragaderas de manera exponencial.

No soy especialmente partidario de afirmar que en nuestra historia democrática podemos distinguir al PSOE en dos distintos, aunque sí que existen algunos dirigentes con un compromiso más firme que otros. Esta última afirmación puede parecerles radical, pero me permitirán que no me atreva a catalogar como “bueno” a un Felipe González, socialista que, durante sus gobiernos con el apoyo del ahora vanagloriado y envalentonado Alfonso Guerra, inició el desmantelamiento del Poder Judicial por medio de la reforma de la Ley Orgánica en el año 1985. Fue además quien designó a Luis Roldán, uno de los mayores corruptos de la historia democrática, como Director General de la Guardia Civil y, en último lugar, pero no menos importante quien acabó salpicado por el tema de los GAL.

La liquidación transitoria de la vieja guardia socialista que se está dando desde el comienzo del liderazgo de Sánchez Castejón en Ferraz se corresponde a un cambio de rumbo ideológico del socialismo. Pero este cambio tiene una muy difícil justificación, ya que no solo afecta al posicionamiento meramente ideológico del Partido Socialista Obrero Español en los últimos cuarenta años de democracia, sino su perspectiva sobre la separación de poderes y sobre el modelo de Estado español. ¿O es que acaso la amnistía no supone el desmantelamiento del orden constitucional y, por ende, de la España que conocemos?

No nos engañemos, los escándalos de corrupción, prostitutas y cocaína están a punto de pasar, en estos últimos años, a ser la parte jocosa de los desmanes del PSOE. Únicamente supondrían, de llegar a encauzarse las negociaciones en las que el Sanchismo se está embarcando, un pequeño chiste dentro de la imperdonable historia que el socialismo ha fraguado en nuestro país. La concesión de una amnistía no supone únicamente la admisión de una declaración unilateral de independencia en el año 2017, sino la tolerancia hacia una nueva en el futuro a sabiendas de que los golpistas podrán negociar con el gobierno la exención del propio delito. Dicho de grosso modo, el Gobierno se convertirá en el nuevo juez de los políticos golpistas, muy a nuestro pesar.

No podemos hablar de militantes socialistas buenos y malos, sino de socialistas con más o menos tragaderas o, en su defecto, de demócratas con sentido de Estado. El mérito en dicho partido, hoy en día, es levantar la crítica ante una dirección cada vez menos comprometida con la democracia y lo que esta representa. El PSOE está traspasando todas las líneas asumibles una vez más. Por ello y de forma urgente, todos debemos salir a la calle. Los españoles no han votado mayoritariamente al Partido Socialista, pero mucho menos una amnistía ni que nuestra Constitución sea puesta en duda desde Waterloo o los despachos de la Generalitat. Por todo ello, todo demócrata que se precie y vote a quien vote, tiene una cita la semana que viene en las calles de Madrid para defender nuestra democracia.

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