Irán y el mesianismo islámico

En las áridas tierras del Oriente Próximo, han florecido tres grandiosas religiones de alcance universal: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Cada una de ellas ha engendrado una variante peculiar de mesianismo. En la tradición cristiana, este concepto ha dado lugar muchas veces a una herejía singular, que dice aguardar un reinado milenario que acogerá a los justos de la Tierra en el momento de la segunda venida de Cristo. Aún hoy, persisten movimientos heréticos que albergan tales creencias, a veces bajo el velo de corrientes seculares como el nacional socialismo o el comunismo. Estos legados ideológicos se mantienen latentes en nuestras sociedades.

Para ilustrar el fervor que ha suscitado a lo largo de la historia la utopía milenarista, conviene recordar el episodio que tuvo lugar entre febrero de 1534 y enero de 1536 en la ciudad de Münster. Los anabaptistas, en su delirio, proclamaron a Münster como la Nueva Jerusalén, donde solo los Santos de Dios sobrevivirían durante los siguientes mil años, tras la inminente destrucción del mundo. Un carismático individuo llamado Bockelson, dotado de extraordinaria presencia física, elocuencia floridamente retórica y una inquebrantable fe, asumió el papel de profeta del Nuevo Reino. La población hizo penitencia, confesó sus pecados, experimentó visiones apocalípticas y cayó en éxtasis. Sin embargo, el reinado de Bockelson se convirtió rápidamente en una pesadilla, y como testigos mudos de aquel oscuro episodio, todavía se erigen tres jaulas colgadas en la fachada de la catedral de Münster, que en su momento dieron acogida a los cadáveres de los cabecillas de aquella insurrección.

La Iglesia de Roma ha enfrentado con bastante éxito estos movimientos de revolución social, que han surgido recurrentemente a lo largo de su historia. No obstante, el islam presenta una perspectiva diferente. Tanto chiitas como sunnitas comparten la aspiración de derrocar el orden mundial establecido y establecer un orden divino. La división entre estas dos tendencias puede ser notoria, pero en este punto convergen. Un líder espiritual destacado en tiempos recientes, proveniente de Egipto, fue Sayyid Qutb, un sunnita ejecutado en 1966 por conspirar para asesinar a Nasser. Por otro lado, Jomeini, un chiita, y el régimen de los ayatolás en Irán compartieron sus convicciones.

Según Qutb, el islam está destinado a imponer su autoridad en el mundo y a dominarlo. Sus escritos se difunden hoy ampliamente en Irán, en parte gracias a las traducciones realizadas por el ayatolá Alí Jamenei, quien, en la introducción de una de las obras de Qutb, The future of This religion, elogia al autor como una figura grandiosa y admirable que ha desvelado la esencia de la fe y ha trazado el camino hacia un gobierno mundial bajo “nuestra escuela”. De acuerdo con Jamenei, el futuro pertenece al islam. Tomorrow belongs to me, canta un jovenzuelo nazi en la película “Cabaret”. Sugiero al lector que lo oiga para tener una muestra elocuente del culto al futuro, un reino inexistente en realidad, que rinden todas estas religiones.

Antes de Jamenei, Ruhollah Jomeini, su predecesor en la República Islámica de Irán, instó a dejar de lado las disputas teológicas entre chiitas y sunnitas con el fin de expandir la revolución islámica a nivel global. Argumentó que el islam no conoce fronteras entre naciones musulmanas y que actúa como defensor de los oprimidos, lo que implica un combate sin tregua contra el mal, representado por Estados Unidos, el materialismo que caracteriza a los regímenes comunistas, el sionismo e Israel.

A pesar de estas proclamas, existe una diferencia crítica entre sunnitas y chiitas: estos últimos anticipan la llegada del Mahdi, el Enviado o Mesías, quien se encuentra presente pero oculto en el mundo. El Líder Supremo de la República Islámica de Irán ejerce temporalmente su poder en su nombre. No obstante, el Mahdi, el Salvador último, llegará pronto y satisfará el anhelo de justicia del mundo. Mahmud Ahmadineyad, cuando ocupaba el cargo de presidente de Irán, expresó esta creencia en un discurso ante las Naciones Unidas el 27 de septiembre de 2007. Anunció que el Mahdi, el último Salvador, se presentaría acompañado de aquellos sedientos de justicia y de todos los creyentes, para establecer un reino luminoso de equidad y hermosura, porque esta promesa divina no puede sino cumplirse.

En una carta dirigida al presidente Bush en 2006, Ahmadineyad ya había afirmado que la paz sólo podría alcanzarse a través de la sumisión global a la fe verdadera, concluyendo su misiva con las palabras: “La paz es un privilegio solo para aquellos que siguen el auténtico camino”, una frase a la que apenas se prestó entonces atención. Toda esta exposición pretende arrojar luz sobre la red de ideas que ha tejido una trama a lo largo del tiempo en torno al Estado de Israel y nuestro modo de vida. Deberemos seguir atentos a su desarrollo.

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