Democracia o PSOE

Una cosa u otra. Las dos no pueden subsistir al mismo tiempo. Ya no. Ahora son incompatibles. No siempre fue así, aunque no es la primera vez que este partido intenta destruir la democracia e instaurar una tiranía. Desde el periodo de Zapatero, un genio del mal según Escohotado, la corriente ha ganado impulso y ahora puede que no haya un solo dique capaz de contenerla. Ha confluido en un gobierno que no ha tenido reparos en llegar a acuerdos con un delincuente, corrupto, casi seguro sicario del Kremlin para la secesión de Cataluña, posible reo de terrorismo según el juez García Castellón y quizá de blanqueo de dinero.

Bien podría suceder que, tomando los hechos una senda no prevista por sus dirigentes y militantes, se descompusiera el PSOE y no la democracia. Esto sería lo deseable. Todos aquellos que siguieran -y son muchos- creyendo en las bondades de la planificación centralizada, las gentes irredentas de las utopías del XX, podrían acogerse a un nuevo partido socialdemócrata.

¿Por qué es el PSOE un partido antidemócrata? Puede pensarse que, para responder, tendría que decir antes lo que entiendo por democracia. Pero no lo diré, porque no sé con precisión lo que es. Algún estudioso ha detectado unas seiscientas definiciones. Me temo que no sabría elegir ninguna de ellas. Pero es que no creo que se trate de una esencia en el hiperuranio platónico, sino de una práctica política.

Entenderla como el gobierno de la mayoría es un error, porque la mayoría podría ser tiránica. Decir que es el gobierno del pueblo, como indica la etimología del vocablo, tampoco sirve de nada, porque no es posible que el pueblo sea gobernante y gobernado a la vez. Hablar de autogobierno es aducir un concepto vacío. Tampoco sirve hablar de representación, porque no hay ningún sentido del verbo representar que pueda aplicarse al caso. Sí podría aceptarse que los grupos parlamentarios se representan a sí mismos y luchan por sus intereses, lo que a los demás no nos interesa. Y así sucesivamente.

No obstante, hay un hallazgo admirable de los llamados regímenes democráticos que acaso valdría para describirlos: que el gobernante puede ser expulsado sin violencia y que su poder tiene que estar limitado. Si hay instituciones que cumplan de modo satisfactorio estas dos funciones, puede decirse que se trata de una democracia. Si no las cumplen, es una tiranía. En realidad, sólo hay estos dos regímenes. Ninguno de los dos es estable y es más fácil pasar de una democracia a una tiranía que de una tiranía a una democracia.

Democracia, en consecuencia, es lo que no es tiranía. Hay quien ha avisado estos días de que Aristóteles tenía como tirano al gobernante que se pone fuera de la ley o por encima de ella. Yo traeré a colación dos citas de la Oración fúnebre de Pericles, la más deslumbrante descripción del régimen que aman quienes odian la tiranía.

La primera es: “La libertad de que gozamos abarca también la vida corriente; no recelamos los unos de los otros, y no nos entrometemos en los actos de nuestro vecino, dejándolo que siga su propia senda… Pero esta libertad no significa que quedemos al margen de las leyes. A todos se nos ha enseñado a respetar a los magistrados y a las leyes y a no olvidar nunca que debemos proteger a los débiles. Y también se nos enseña a observar aquellas leyes no escritas cuya sanción sólo reside en el sentimiento universal de lo que es justo…”

Y en otro lugar: “Si bien sólo unos pocos son capaces de dar origen a una política, todos nosotros somos capaces de juzgarla”.

De la primera se colige que cuando no se respetan los magistrados y las leyes la democracia está convirtiéndose en tiranía. Si el Tribunal Supremo tiene razón cuando dice que la proposición de ley de amnistía registrada por el PSOE el día 13, lunes, del presente mes de noviembre, “supone acabar con la justicia”, entonces no hay duda alguna. La ley y la función de los magistrados que la aplican se desprecian y destruyen en un texto que acaso acabe siendo ley.

Dicho sea de paso: Pericles se refiere también a las leyes no escritas “cuya sanción sólo reside en el sentimiento universal de lo que es justo”. Incluyo en ese sentimiento las disposiciones sobre aborto y eutanasia como pasos encaminados también hacia la tiranía.

Y todo lo que está sucediendo ahora es porque el PSOE ha perdido casi todo su poder y se juega su propia existencia. Después de las últimas elecciones generales y regionales solamente gobierna doce diputaciones, ha perdido casi todo el poder en las regiones, pues sólo gobierna en Navarra y Asturias -en coalición-, y en Castilla-La Mancha. No puede permitirse perder el gobierno de la nación, so pena de descomposición del partido, pues hay demasiado dinero y demasiados sueldos en juego. El PP, por el contrario, sí puede hacerlo, porque conserva el poder de las regiones y diputaciones en casi toda España.

De la segunda cita se desprende que si estamos en los comienzos de una tiranía, es un deber resistirse a ella por todos los medios, excluida la violencia; porque todos tenemos el derecho de juzgar lo que hace un gobierno.

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