El mayor espectáculo del mundo

Era la década de los cincuenta, cuando Charlton Heston y un irreconocible James Stewart introducían al público en el mundo del circo, en las pistas en la que todo son aplausos y tras las bambalinas donde abundan las envidias, las traiciones y todo lo que la perversa mente del ser humano es capaz de imaginar con tal de alcanzar la gloria.

La política nacional no es precisamente un reflejo del Hollywood dorado ni de grandes estrellas, aunque alguno, no hace falta dar nombres, lo pretenda. Eso sí, la pista central del circo en la que ciertos equilibristas y funambulistas han convertido las Cortes Generales es digna de la película dirigida por el mítico DeMille. Porque la realidad es que verdaderos equilibrios y juegos de magia va a tener que realizar Pedro Sánchez si quiere agotar una legislatura que ya se anticipaba de locos, casi suicida. Lo curioso, por llamarlo de algún modo, es que, si bien es el líder socialista quien trata de que no se le caigan los platitos que giran sobre las varillas, son sus propios socios de gobierno quienes le hacen las cosquillas para que vuelen por los aires. Y claro, cuando todo se hace añicos, Pedro Sánchez, como un niño a quien le han regañado, se va de la Sala con una cara que no dice nada, pero lo dice todo.

Y es que hay que admitir que Junts está jugando fuerte, muy fuerte. La duda que queda es si lo hace con la idea de pedir diez para que le den ocho o realmente apuestan al todo o nada. Así como hay que reconocerles que no engañan a nadie, guste o no. Cada vez que sube al estrado, Nogueras suelta por su boca todo lo que le apetece y como en casi todo lo que ocurre en este país, aquí no pasa nada: jueces, periodistas… tiene para todos. Es más, le da cera hasta al propio líder socialista, quien seguramente más de una noche ha soñado con ella y se devana los sesos por tratar de arreglar el brete en que le mete mientras le colorea la cara diciendo a la opinión pública lo que habían pactado, cuando el susodicho había dicho lo contrario el día de antes.

De todas formas, lo de ayer no deja de ser una muestra de lo que le espera al Gobierno esta legislatura: le van a estrujar tanto como a aquel pobre desgraciado que se sentaba en un banco, mientras por la parte trasera, el Puigdemont de turno le apretaba el cuello hasta que las vértebras cervicales hacían crack. El problema es que, antaño, era aquel desalmado el que sufría la presión del garrote, seguro que incluso sin merecerlo, pero hoy, es la sociedad española la que sufre cada vuelta de tuerca que aprieta el gaznate del Partido Socialista. Porque cada cesión a Junts, viene con regalo para el resto de España, eso que nadie lo dude, por mucho que se empeñen en adornarlo con términos sacados del diccionario progre, a pagar los de siempre.

En cualquier caso, si la película de DeMille duraba dos horas y media y, al menos para el gusto de una servidora, en ningún momento resultaba aburrida, este mandato socialista se puede hacer eterno. Porque Sánchez no va a ceder, que nadie lo dude. Rodarán cabezas, de hecho, dicen los mentideros que ya está buscando entre sus filas a los culpables de la fallida votación de ayer. Venderá su alma al diablo, bueno, la revenderá porque ya ha dado muestras de haberlo hecho. Hará todo lo que sea necesario con tal de subir el telón y dar la bienvenida al mayor espectáculo del mundo. Porque espectáculo, y lamentable, es el que estamos dando de cara al resto del mundo.

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