Desconectados de la verdad

A veces pienso que no debemos sorprendernos con cómo se están desarrollando las contiendas políticas nacionales o internacionales en los tiempos que corren. De hecho, cada día se parecen más a las consecuencias de la evolución precipitada y descontrolada en muchos aspectos en los que se ha terminado por dirigir la moral a los términos que aquellos que ostenten el poder en cada lugar consideren. Y no me refiero ya a la moral social, que considero que en algunos casos ha mejorado, sino a la interpretación oficiosa de los comportamientos personales, y de manera muy concreta a los de pensamiento, a los de imposición de discurso, especialmente desde los extremos ideológicos.

Esta tirantez de pensamiento, germen social de un tipo de censura que está penada con las calamitosas consecuencias de las etiquetas de quiénes osan poner en duda los paradigmas de la posverdad construida a base de intereses sociológicos de control de masas o de imagen, marca política o salvadores del mundo a los que nadie les ha pedido ese favor, no es sino la excusa perfecta para derribar al enemigo, nada más.

Pero jugar en estos términos, en las filas en las que lo imposible no existe cuando ese imposible puede ser creado como creencia social, tiene sus peligros, como los que enfrentaron a mujeres feministas contra el Ministerio de Igualdad cuando era dirigido por la mujer del entonces dirigente de PODEMOS, que todo queda en casa, en relación a la aprobación de una Ley que ya anuncié en su momento no sería positiva para el colectivo transexual, ni para el colectivo LGTBI en general, ni aportaría lo que era necesario en esta sociedad para restablecer la dignidad social de estas personas, víctimas de la persecución y el no entendimiento a la realidad que les tocó vivir.

Convertir esta situación en algo de moda, como parece ser que aquellos han conseguido, ha provocado una avalancha de nuevas personas autoidentificadas como trans que muy probablemente no lo sean, pero a las que dejaron el camino libre de no tener que pasar por ningún especialista que de verdad ayudara a determinar si se trataba o no de un caso real. Pero daba igual, muchas vidas ya están destrozadas por el error, y es muy probable que la cuenta siga subiendo si no se pone remedio a ello.

La nueva pantalla de nuestra existencia se ha convertido en Internet, en ese submundo que para muchos jóvenes se ha convertido en el primero y, por desgracia, en ocasiones, el único. Y la mejor forma de diferenciarse, de destacar, es aceptar el reto de dejar de ser uno mismo para convertirse en la caricatura que todos quieren ver y admirar por sus características a veces exóticas, colmadas de esas invenciones llamadas filtros, que ayudan a desfigurar la realidad o, como diría la Agrado de la película de Almodóvar Todo sobre mi madre, en la última frase de su más conocido monólogo, “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. Tremendo mensaje que la irrealidad virtual ha conseguido con creces. Parecer no es ser, dirían las feministas abanderadas por una Carmen Calvo que supo hacer frente, al precio que fuese, a esos desmanes que su socia de Gobierno se permitió imprimir en la Ley.

Hoy hemos recibido el impacto de la muerte del opositor ruso Navalny, un duro golpe para su familia y para muchos que tenían puesta su esperanza en este hombre, que tuvo la valentía de plantarle cara a la parte más sucia y corrosiva del poder en el mundo, la dictadura encubierta y el juego de tronos de gente sin escrúpulos que juegan a ser dioses caprichosos en este mundo, un gobierno ruso militarizado, dirigido por un sicópata sin ninguna percepción de las emociones más allá del ego que le proporciona las dosis de enzimas de la droga y que no tiene límites en su ansias de dejar la huella de la imposición en el mundo. Un Putin responsable del triunfo de Trump en EEUU, a cambio de su ayuda para desestabilizar Europa en una alianza de seres parecidos en lo descrito anteriormente, o de influir e insuflar aliento al independentismo catalán en España en una maniobra a la que le debemos gran parte de la desestabilización política y territorial en nuestro país. Terrible, pero cierto. Y no quiero ir más allá con las lecturas de seres cortados por los mismos principios porque no querría herir sensibilidades o iniciar debates estériles.

Pero nuestro mundo tiene varios problemas que soportan el peso de una sociedad que comienza a temblar en sus cimientos si no le ponemos remedio. Y ese remedio pasa por acabar con los extremismos, con ser partícipes y aprovechar las posiciones mayoritarias para alcanzar consensos y por la única intolerancia posible en la propia intolerancia al que piense distinto, partiendo de la base de que cualquier postura argumentada tiene posibilidades de aportar a los debates y tienen derecho hasta a ser rechazadas, después de su análisis bajo principios que pasen por respetar el bien mayoritario, el respeto a las minorías, la igualdad en todas las categorías imaginables y la libertad moderada en los límites de la ajena.

A muchos hasta les sonará extraño este sensato discurso, y es porque no forma parte de ningún análisis en la estratosfera de lo imaginario, en la articulación de una virtualidad en las redes o en la venta de un producto o ideología de turno. La hora del ser humano debe llegar cuanto antes porque sólo el ser humano puede salvarse a sí mismo.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*