España, país de pandereta y oso

Se hace difícil escribir sobre algo cuando España se encuentra en el punto de mira de la corrupción internacional. Es ahí cuando la tristeza se apodera de ti y sientes vergüenza ajena de todo lo que acontece. 

Lo que estamos viendo durante estos días, no pasaba desde los tiempos de Felipe González cuando los casos de robo continuado y enchufismo estallaron. En ese instante nos dimos cuenta del alcance del desastre. No obstante, parece que los españoles somos meros espectadores y seguimos sentados en nuestros cómodos sofás despotricando, pero incapaces de levantarnos para montarla parda y que salga el sol por Antequera. 

Mientras, fuera de nuestras fronteras, se echan las manos a la cabeza porque nadie dimite y los escándalos se suceden, mínimo uno al día, sin que podamos asimilarlos. ¿Qué más hace falta para que exijamos la dimisión del presidente del Gobierno? Pues no lo sé, con sinceridad pero que esto es ya una pocilga con un hedor insoportable, es una realidad infumable. Ni tan siquiera, la mal llamada oposición está dispuesta a unirse y montar una moción de censura que saque a estos delincuentes habituales de sus puestos de poder. 

Por supuesto que somos nosotros, el pueblo, los que debemos sacarnos las castañas del fuego, pero no lo hacemos. De seguir así, la rabia acabará por destruirnos si no la canalizamos adecuadamente hacia una protesta generalizada, constante y contundente. Ya no distinguimos la carnaza de la comida normal. Nos distraen a propósito para que no veamos lo verdaderamente “gordo”: con que se quedan con nuestro dinero y que ellos cada día que pasa son más ricos mientras que nosotros más pobres. 

También, los medios de comunicación nos atontan con problemas superfluos no dándonos tregua. Evidentemente, son parte del problema… y eso por no hablar de los millones de ciudadanos que te contestan: “Antes robaron los otros”, con lo que a ti se te queda cara de póker, situación que te provoca una monumental desesperación.   

En una situación mundial de conflictos a gran escala, España se cae a pedazos, con Marruecos queriendo trozos de nuestro territorio y una Unión Europea que nos pone constantemente la bota en la cabeza amenazándonos con ahogarnos en caso de no obedecer. Con los españoles divididos, algunos completamente lobotizados y unos políticos corruptos que son incapaces de crear riqueza, se impone decir un basta alto y claro para dejar de ser una sociedad permisiva. Deberíamos exigir cárcel para todos aquellos que hayan metido la mano en la caja.  

Aún permanecemos en el punto de inflexión. Aún podemos recuperar la nación para devolverle la cordura y el prestigio perdido. Si no lo hacemos, no seremos nunca más España, sino tan solo un triste apéndice de África que, a partir de ahora, acabará en los Pirineos, avisados estamos.  

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