No sin mi tarjeta

En la actualidad, los dirigentes globalistas nos han puesto una soga al cuello que, de momento, no asfixia… pero sí mortifica. Cada día que pasa, nuestra libertad pende de un hilo, igual que la de las especies protegidas. Evidentemente, todo está tan bien orquestado para que, ni siquiera, nos demos cuenta. Es más, si somos conscientes, la clase política nos endulza la cárcel con la famosa frase de “esto lo hacemos por el bien común”, como si fuera necesario tu sacrificio para que la humanidad siga avanzando. 

Estos días, en un pueblecito de Vigo -y no es el único- han aparecido contenedores de residuos orgánicos con una apertura en la que tan solo puedes abrirlos si tienes la tarjeta correspondiente para ello. De no tenerla, imposible de abrirlo. En esto de ser un buen o mal ciudadano, los chinos nos llevan muchísima ventaja. Ellos están acostumbrados a poner la retina para lograr así entrar en los edificios públicos, incluso para comprar o realizar cualquier tipo de actividad cotidiana.  

Amigo lector, si no te has portado bien, Papá Estado te castigará y es entonces cuando acabarás siendo un paria. Ni siquiera podrás comer o acceder a tu propia casa. Los que de verdad mecen la cuna son los mismos que disfrutan acumulando esclavos. Aquellos que se ríen de nosotros mientras reparten carnés a cambio de sumisión absoluta, todo un ejercicio de zombis bien adiestrados.  

Todos los que hemos gozado de libertad absoluta, pudiendo movernos de aquí comprando sin límites, nos negamos taxativamente a ser un número de una tarjeta, que valdrá o no dependiendo de si eres manejable o no. Claro, para el sistema somos muy peligrosos porque pensamos por nosotros mismos; somos desobedientes y nuestro ejemplo es pernicioso, motivo por el que buscan neutralizarnos de inmediato. Por desgracia, esto acaba de comenzar.

Dentro de nada, sin el carné de puntos en orden, serás un desgraciado vagando por la ciudad. Claro que también les puede salir mal a los de la élite y que los pueblos acaben plantando cara a los tiranos y esto produzca que recuperemos nuestra libertad… Eso es lo que espero que suceda y, por ello, cruzo los dedos.  

Espero y deseo que la humanidad despierte de una vez ante la tiranía. Necesitamos destruir cualquier atisbo de ponernos las esposas que nos lleve a amarrarnos a la pata de la cama sin libertad y con la dignidad por los suelos. Aún mantengo la esperanza.  

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