La deconstrucción política e ideológica

A mí, que personalmente me gusta meterme en tartos charcos, no podía pasárseme por alto la gran y trascendente noticia que ha hecho temblar los cimientos de la dignidad política y social en este país en esta semana, la manida polémica entre la diputada de VOX Carla Toscano y la Ministra de Igualdad, Irene Montero. Y digo lo de meterme en charcos porque, normalmente, cuando lo hago, sé de antemano que lo más probable es que no contente a nadie. Ante lo que mi pregunta sería… ¿alguien puede estar contento con esta polémica, con la actuación de la de Abascal y la respuesta de la ministra de PODEMOS?

Bueno, partamos de la base de aquellos que están defendiendo esta intervención de la diputada de VOX en el Congreso. Incurrir en acusaciones morales subjetivas en un espacio público que representa la soberanía del pueblo y que afecta a la vida privada de un representante público, no es ya sólo una falta de respeto a la seriedad que representa esta cámara sino convertir un debate parlamentario en un Sálvame de tres al cuarto. Y esto, por mucho que haya quiénes se afanen en creer las acusaciones subjetivas que se vertieron.

Pero, en lo más lamentable para el discurso político de este partido y de la derecha en general de esta intervención, desde un punto ideológico y estratégico, más allá del trato peyorativo y las acusaciones con un gran grado de maliciosidad, está en que pusieron en bandeja la respuesta de Irene Montero y la sacaron del abismo en el que se encontraba a cuenta de la situación generada tras la aprobación de la Ley del Sólo Sí es Sí y las restas de condenas a presos por penas de abusos sexuales, muchas de ellas a menores.

Este oxígeno no pasó inadvertido ni siquiera para Macarena Olona, que bien supo aprovechar la pifia para comentar como, gracias a la situación generada, la de PODEMOS salió del Congreso a hombros.

Sinceramente, el negacionismo de la violencia de género por parte del partido de Abascal forma parte del compendio de argumentos que terminan por echar por tierra su proyecto, con el que se podrá estar más o menos de acuerdo en lo económico o incluso en lo social, pero que defenestra muchos años de lucha, de estudios y de sufrimiento de muchas mujeres que han visto sus vidas sacrificadas por el horror de la presión, control y menosprecio de hombres que utilizaron esa consideración de humanidad de segunda clase para imponer sus convicciones, sus deseos y sus limitaciones; mujeres que sufrieron en demasiados casos violencia física pero que también sufrieron el horror de unos celos controladores, el menosprecio de exigirles que se dedicaran al cuidado de la casa por obligación, sin derecho a una vida laboral o a una vida social que limitaron a su propia conveniencia y llena de obstáculos.

Durante siglos se tejió socialmente una débil coraza en torno a las mujeres mientras que los hombres se permitieron el lujo de cubrirse con fuertes corazas y armaduras, que en ocasiones les sirvieron de defensa ante los ataques de otros hombres, para imponerse en esa sociedad de privilegios masculinos o, en los peores casos, para imponer por la fuerza sus órdenes y deseos a una mujer minusvalorada y despojada de derechos tan elementales como el derecho al voto, a decidir sobre sí mismas o a, siquiera, ser independientes. Hasta hace no demasiados años, incluso, estaba mal visto que una mujer siguiera trabajando si lo estaba haciendo antes de casarse. Algo que sí se podían permitir las clases altas, con estudios, que ejercían una profesión bien considerada y remunerada, aunque ni siquiera todas. Una muestra de tantas otras en las que se reflejaba el dominio de los hombres sobre las mujeres y que hoy en día no podemos minusvalorar, ni negar.

Es cierto que también hay hombres que mueren a manos de sus mujeres, aunque el número dista mucho de la del caso contrario también, en la mayoría de ocasiones, en las formas. Ningún tipo de violencia ni de asesinato es aceptable y tratarlos de forma desigual no es igualitario.

Esto no quiere decir que todo el discurso de PODEMOS en materia de Igualdad sea asumible. Siempre dije que no era posible hacer políticas de igualdad partiendo de la diferencia, algo sumamente contradictorio e ilógico pero que los de extrema izquierda utilizan con la sororidad que les permite, por arte de desigualdad, mantener una estructura en ocasiones con discurso supremacista basado en una empatía de género que resulta tan excluyente como contraria a esa igualdad que prodigan. Cabe recordar en estos momentos que gran parte de la fuerza del feminismo a lo largo de los últimos siglos lo mantuvieron y defendieron mujeres lesbianas que huían, precisamente, de ese convencionalismo encasillador sobre el que se sustenta el concepto de mujer cuidadora, madre y protectora. De hecho, muchos de los grandes hombres defensores de los Derechos Humanos a lo largo de la historia reciente responderían perfectamente a esos rasgos, mucho más incluso que muchas mujeres.

El proceso, por otra parte, de desvirtualización del propio género por parte del Ministerio de Igualdad no supone sino otra fisura en el relato que conlleva a la ruptura del enfrentamiento dual entre los dos únicos géneros, llevándolo al territorio de los sexos, algo que tampoco contempla porque ha terminado por deconstruir tanto uno y otro concepto que concluye por diferenciar sexo y género dando plenos poderes a lo segundo y sirviendo en bandeja la consideración individual y autoconcepto personal del género al que se quiere cada cuál adherir. ¿Y nos sorprendemos ante esto de que las feministas tradicionales anden con las manos en la cabeza? Si estas lo hacen, por pura lógica conceptual, ¿por qué si lo hace un hombre se le llama machista o fascista?

Sinceramente, creo que todo esto se les ha ido de las manos y, al igual que en el caso de la Ley del Sólo Sí es Sí, los efectos de todo ello no son nada positivos sino más bien todo lo contrario. Y son los jóvenes, a los que se intenta educar en esa deconstrucción los que más están sufriendo porque, al final, la tortilla de patatas deconstruida resultante no es ni tortilla, ni lleva a patatas ni sabe a huevo.

Atrás quedan aquellos tiempos en los que Pablo Iglesias acusaba a Ana Botella, por aquél entonces alcaldesa de Madrid, de estar en este cargo por el simple hecho de ser la mujer de y sin tener méritos para ello, mientras la ahora madre de sus hijos y Ministra de Igualdad, asentía con pleno convencimiento de sus palabras. Bueno, será que no recordaría que la ex alcaldesa del PP, en el año 1977 ya había aprobado unas oposiciones y era abogada del Estado. Hoy, sin embardo, a hecho una deconstrucción de los méritos  con patente ideológica y ve completamente comprensible que, con el currículum de Irene Montero, se pueda montar cualquier Ministerio, hacer gasto, subir impuestos para ello e ir alardeando de progresismo mientras se va cargando el profundo sentido y sentimiento que encarna en la sociedad una lucha feminista que nada tiene que ver con lo que, en sus sueños, Montero perfila como mundo ideal.

Eah, ¿veis? Ya la he liado otra vez. Ya me he metido en el charco y me he encontrado con lodo.

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