12-O de odio

La semana pasada iba a hablar del 12 de octubre, pero lo cambié por el embrollo del poder judicial. Como he escrito en alguna ocasión, parte del problema que tenemos en España con la política es que, un escándalo eclipsa a otro y así van pasando los meses sin que nada realmente haga mella. Hoy nadie habla de los jueces, están con la moción de censura o con lo del toque de queda. Es por eso que me resisto y retomo aquel escrito pues no quiero dejar de reflexionar sobre lo que nos ocurre a los españoles en un día tan señalado.

Comenzaba la semana (pasada) con festivo y daba igual si usted estaba contento por haber librado y no tener que madrugar o estuviera enfadado porque no le habían pagado el ERTE. Igual que se encontrase confinado sin poder salir de su municipio o libre de todo cerco en su aldea. El 12 de octubre era fiesta en España.

Otra cosa es el concepto que cada cual tiene de lo que supone la fiesta. Para unos es lucir sus mejores galas y desfilar orgullosos ante su Rey y su Gobierno, para otros es la excusa perfecta para poder silbar y pedir la dimisión del presidente y para otros, la hora de desempolvar el argumentario de que no hay nada que celebrar sino todo lo contrario.Qué paradójico y qué triste resulta que un día en el que todos deberíamos sentirnos unidos y hermanados lo único que tengamos en común sea el no ir a trabajar y eso aquel que tenga la suerte de no estar parado.

Supongo que algún sociólogo podría contestarme a la pregunta de por qué los españoles nos empeñamos tanto en destruir lo que fuimos y levantar barreras entre nosotros, en vez de usar el pasado como trampolín de futuro buscando lo que nos une como cimientos para el proyecto común. Yo, la verdad, no logro entenderlo.

Insultamos a nuestros dirigentes en vez de animarles a hacer las cosas bien. Derribamos estatuas sólo por el placer de provocar, de generar la respuesta violenta del otro que justifique nuestro odio hacia él. El odio por bandera y hacia la bandera. El odio hacia nuestros hermanos y nuestra historia o, todo lo contrario. El odio que impregna una fiesta, la fiesta nacional de España.

Creo que debemos hacer una profunda reflexión sobre este hecho que no es más que un botón de muestra de lo que nos está ocurriendo y cada vez con más fuerza en los últimos años. Debemos pararnos y preguntarnos qué se gana con tanto odio, con tanto desprecio al que no piensa como nosotros, ¿de verdad así vamos a convencerle de que tenemos razón? ¿Insultándole? ¿Menospreciándole?

Debemos pararnos y tomar la firme determinación de acabar con esas dos Españas enfrentadas que parafraseando libremente a Unamuno “Son la íntima gangrena del alma española”. Busquemos lo que nos une, lo que nos hace uno y no dos. Como decían en la ya mítica Bola de Cristal: “Solo no puedes, con amigos sí”. Y mucho menos si no sólo estás solo, sino que en frente tienes a tu hermano o a tu vecino tirándote piedras.

Está en nuestras manos: En ese tuit que dejemos de enviar con el “zasca” hiriente, en la reflexión que proporcione argumentos y no insultos, en el cambio del cristal para que el ojo no vea enemigos sino aliados.

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