La rubia: ‘amenaza nacional’

La calurosa madrugada del 5 de agosto de 1968, fue testigo del triste final de Marilyn Monroe. Murió el icono y con él arrastró a la tumba a Norma Jeane, una mujer a la que casi nadie se preocupó de conocer. Las mujeres la envidiaban y a los hombres solo les interesó el envoltorio. La californiana, en la intimidad de ella misma era una chica de lectura ávida tras sus pocos conocidos lentes era inteligente y con una ingente falta de cariño que arrastraba desde la niñez.

Pero a Hollywood le interesaba Marilyn, Norma era un mal menor en la vorágine de poder y dinero de la hipocresía moralista de la American way of life. La belleza física de Norman la dispuso en el vértice de la maldad, en la cúspide de la pirámide de poder sustentada por un lado por el poder político de los Kennedy y por el otro de la Mafia. Tuvo relaciones amorosas con ambas partes y con los Kennedy hizo doblete. Fue amante del presidente John F. Kennedy y de su hermano el fiscal general de los EEUU, Robert Kennedy. Marilyn era un capricho de dioses en medio del infierno.

El contexto histórico era explosivo. Para los EE.UU., el telón de acero, aunque preocupante no lo tenía en el rellano de casa. Pero en cambio Cuba estaba a tiro de piedra de las costas americanas y no podía permitir ni la amenaza, ni la pérdida del papel que jugaba Cuba como prostíbulo y casinos de lujo que eran seguros para el disfrute de inolvidables vacaciones. Eran oasis regados por los dólares de la mafia, que se multiplicaban en beneficios a la vuelta. Meyer Lansky, mafioso judío, inteligente y tranquilo fue el primer visionario del gran negocio.

Aunque dicho negocio cayó de golpe la nochevieja de 1959 con la toma de poder de los revolucionarios comandados entre otros por Fidel Castro y el Che Guevara. Ni la ayuda económica de los EE.UU., ni la mafia, pudieron evitar la caída del régimen del corrupto Fulgencio Batista.

Cuba, ante la amenaza del gigante americano se echó en brazos de la URSS. Y al tiempo, se reactivó con más fuerza la alianza de la Mafia con los poderes del estado, que en su día auparon a los Kennedy a la presidencia, cumpliendo así con el mayor deseo del padre de John y Robert. Su padre, antiguo embajador en Londres, destituido por flirtear con las ideas nacionalsocialistas y millonario por el tráfico de alcohol durante la ley seca (Ley Volstead), había maniobrado muy bien con el mafioso Sam Giancana para que impulsará a su bastago a la Casa Blanca.

Un tiempo más tarde, Sam junto con Santos Trafficante, Carlos Marcello, y la CIA, organizaron la invasión de Cuba, el llamado desastre de Bahía Cochinos. Los brazos ejecutores de tal calamidad, además de contar con los agentes de la CIA, tenían como compañeros de gesta a la mano derecha de Giancana, Johnny Rossely, quien, a su vez tenía contacto con Jack Ruby que posteriormente sería el asesino del autor del magnicidio de John Kennedy, Lee Harvey Oswald. 

Y Marilyn seguía imbuida en su tristeza interior, movida como una delicada hoja por el viento del poder. La frescura de juventud iba menguando, y para el público americano, solo era una bella niña que se hacía mayor. Ella lo sabía todo y lo que es peor, ellos sabían que ella lo sabía todo.

Y una vez amortizada sexualmente y ante la bisoña amenaza de Norma de convocar una rueda de prensa para contar todo lo que sabía, en ese momento, se convirtió en una “amenaza nacional”. Después de su todo, no hay nada más, en ese momento firmó su sentencia de muerte, fue muy fácil para ellos. Tanto para la CIA, como para la mafia era un juego de niños cargarse a la rubia peligrosa, y además hacerlo de cierta manera que no dejase huella.

Creo que ella tenía muy claro que ese momento iba a ser su final, tanto era así que ni el miedo a la muerte la atenazó en el último momento. Los sicarios sabían que los barbitúricos vía oral dejan huella en el estómago a la vez que conocían que las jeringuillas dejaban marcas en la piel. Así que optaron por envenenarla vía anal, del que solo quedó un minúsculo enfisema. Norma Jeane había muerto y con ella sus secretos y sobre todo, la Marilyn Monroe que parasitó su vida 36 años. 

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