Lealtad al Rey y que Mises me perdone

A horas del discurso del Rey, el ciudadano Felipe, escribo este artículo sin miedo a equivocarme. Y es que, la monarquía española si algo irradia es seguridad. Ser liberal va reñido con ser monárquico, por más que algunos artículos lo intenten maquillar. Pero son tiempos extraños, los populismos hacen tambalear el mundo, al punto de convertir la realidad y la historia en algo subjetivo.

Parece que estamos condenados a optar por la opción menos mala, obviando un sinfín de alternativas viables. Pero es así el juego y esas son las cartas que nos han tocado. Hoy mismo votaría, y es una pena que no se haga, por la continuidad de la monarquía en España.

De hecho, ampliaría su cometido, debería hacerse cargo del Ministerio de Exteriores, controlar y nombrar a los embajadores y personal diplomático. Los bandazos de bipartidismo están haciendo mella en la proyección internacional de España. Y es que, cualquier tiempo pasado fue mejor. Cualquier alternativa a este gobierno, nos traería un futuro más tranquilizador y prometedor.

Con Marruecos haciéndole un pulso a España con Ceuta, Melilla y Canarias, muchos extrañamos al emérito y su peculiar diplomacia. Juan Carlos sin lugar a dudas, ha sido el mejor diplomático que hemos tenido. Pueden dar fe de ello, todas las empresas que tienen inversiones en otros países. Demás está decir que ese valiosísimo trabajo no justifica el impago de impuestos, por mucho que tu cara salga en las monedas.

Pero hasta la fecha, Juan Carlos, quién mandó a callar al dictador Hugo Chávez, no está juzgado más que por los seguidores de ese partido que lloraron la muerte y elogian, aún hoy, las acciones de dicho dictador. Se cargan la presunción de inocencia, esa dama olvidada y recordada solo cuando interesa. A diferencia de Juan Carlos, la fuerza acusadora que hostiga a la monarquía, sí que están condenados algunos, imputados otros y en trámite el resto.

Recientemente La Audiencia Provincial de Madrid ha confirmado que Podemos expulsó al ex coordinador del equipo legal, José Manuel Calvente, con una falsa acusación de acoso sexual, estos los que aseguraban que otro Juan Carlos, Monedero, había actuado con ejemplaridad al regularizar su situación con la hacienda pública, lo mismo que acaba de hacer el emérito. Pero ni el “y tú más” ni la incoherencia de este partido puede tapar el sol con un dedo, si es culpable de algo que pague por ello.

Otra cosa es Felipe, su popularidad sigue subiendo, más por méritos ajenos que propios, aunque su tranquilidad desespera a algunos, irradia incluso más seguridad y estabilidad que su padre. Y aquí, los antimonárquicos que no republicanos, pinchan en hueso, no hay nada por lo que criticar a Felipe, nada y eso les desespera. Basta leer los comentarios que le dedican a sus hijas menores, los cuatro gatos hiperventilados afines al partido morado.

La Casa Real ha sido apolítica, en un tiempo que se politiza absolutamente todo. Ha sabido apartar los casos de corrupción mejor que cualquier partido político o sindicato. Se ha mostrado más transparente que cualquier otro organismo público. ¿Cuál es el problema ahora? Ninguno, todo es humo. Puntos que se quieren anotar con los más trasnochados los que están destruyendo el país, los que creen que todas las revoluciones son buenas y que los movimientos populares siempre traen mejoras sociales, deberían leer sobre la vida y muerte de Robespierre.

La Casa Real representa todo lo que la nueva “progresía” intenta demoler: Unidad y Tradición, lo “común” que tenemos, sobre nuestras diferencias internas. Espero que este discurso sea, como poco, igual de esperanzador y contundente que el de octubre de 2017, estamos en un momento más crítico, tenemos el comunismo a las puertas, un gobierno social-comunista en sintonía con quienes quieren trocear el país, para instalar sus mini-repúblicas.

Tenemos un gobierno que, colocando a personas del partido en entidades supuestamente paralelas y apolíticas, se ha cargado  la separación de poderes o contrapoder necesario en cualquier democracia, acumulando más poder que nunca en la historia de esta. La Casa Real, que aún goza de la lealtad del ejército, es un muro que necesitan romper. Saben que no hay posibilidad de llevar su ideal bolivariano sin ellos y que el jefe del estado, aunque tímido para algunos, tiene el suficiente apoyo para igualar la gesta de su padre y salvar la democracia.

Por todo esto, y aunque a este liberal le choque apoyar la “herencia de poder”, al menos mientras vivamos en este momento tan dramático, me lleva a jurar lealtad a ese muro antidictaduras totalitarias, que es esta monarquía. Cuesta entender la pasividad y hasta complicidad de 12 millones de abstencionistas, algunos con teorías absurdas, cuando la democracia y la libertad están en juego.

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