La opinión deconstruida

Aquellos que hemos estudiado algo relacionado con sondeos y encuestas conocemos perfectamente lo arriesgados que son los datos cuando se hacen públicos y la influencia que estos tienen sobre la opinión pública. Sí, las encuestas pasan de ser en muchos casos un elemento informativo y un control estadístico sobre las intenciones y sensibilidad de la población sobre cualquier tema a ser un elemento que muchos tienen en cuenta para ir de la mano de una mayoría que arrastra.

La generación de opinión es un arma de doble filo que, en poder de aquellos que tienen un discurso totalitarista supone una amenaza al pensamiento personal para convertirse en el instrumento que construye lo que debe ser realmente correcto y aceptable. Un cúmulo de despropósitos que pasan, en ocasiones, no ya por legitimar aquello que no es una realidad social sino que castiga a aquellos que se niegan a aceptar esa realidad o esa visión de la política o la sociedad.

A la postre, una vez incendiado la intrínseca conciencia individual y colectiva, las encuestas, los sondeos y las opiniones creadas e impuestas degeneran en un ostracismo de aquellos que se niegan a seguir la norma de la mayoría. Y esto, justo en la mayoría de ocasiones, por partidos políticos que dicen defender a la minorías; posiblemente sea con el objetivo de convertir esa minoría en una mayoría impuesta que termine por crear parias intelectuales o de pensamiento político o/y social a los que se les acusa de fachas.

“Facha” es el resultado más evidente de esa caza de brujas de disidentes y un recurso muy útil ante la falta de intelectualidad y de capacidad de debate para aquellos que lo usan, ya que también se han encargado de crear el estigma social sobre aquellos a los que se acusa de ser algo tan anacrónico y absurdo como ser “facha” o fascista. Y no lo digo yo (que diría Iglesias), lo dicen intelectuales y académicos que realmente conocen esta realidad histórica. Y además lo dicen sobre VOX, que no es fascista, que a lo sumo ultraderechista. Y ojo, no seré yo quien defienda muchos de sus postulados, algunos que me parecen realmente vergonzosos desde la perspectiva humana. Pero me gustaría que los políticos de este país, en vez de recurrir al “facha”, tuviesen la capacidad de debatir y tumbar con argumentos, que los hay, estas premisas y sus conclusiones por parte de la formación verde… militar.

Estamos en una época convulsa, de extremismos, de amenazas, que comenzaron con políticos que justificaban escraches a otros políticos y que ha llegado al momento en el que no los aceptan en ellos mismos y que han elevado el de los demás al grado de agresiones físicas y verbales hasta impidiendo el ejercicio democrático y los derechos fundamentales que todos tenemos de expresar opiniones y de escucharlas. Pero las encuestas mandan, y lo hacen ordenando al son de los intereses a veces soslayados en míseras promesas de que todo irá a mejor para algunos.

En las elecciones de Madrid para algunos todo parecen ser datos, reales, inventados, interpretados… datos porque los datos son un arma que genera opinión y son irrefutables (cuando estos son ciertos, claro está). Pero hasta la política y la realidad termina por interpretarse, como si fuese una deconstrucción de una patata cocida en león, para ofrecer un plato único que resulte atractivo para generar no simpatías en un proyecto, sino odio en el contrario.

Madrid es un terreno fértil para todo esto y a veces se ha convertido en campo de experimentación sobre un terreno nacional que sólo es capaz de digerir los resultados de la capital y su Comunidad como un referente, un plato del mejor gusto que una vez zampado genera muchas recompensas en el tablero ibérico.

Lo cierto es que si hablamos de corrupción, si hablamos de avalar y justificar a gobiernos corruptos y autoritarios, a dictaduras en el mundo; si hablamos de deslealtad al Estado, a la igualdad entre territorios, a proyectos que no hieran a colectivos vulnerables, de partidos políticos honestos y directos, de un proyecto político que no basa sus argumentos en esa generación de odio al adversario… sólo podemos concluir que únicamente Ciudadanos cumple esas premisas.

Y considero y quiero denunciar que, más allá de que haya podido cometer algún tipo de error en Murcia, si es que alguien así lo considera después de escuchar las aclaraciones que sobre el respecto ha dado la formación naranja, ha sido y es víctima de una opinión pública generada, de un acoso y derribo cuando no ha cometido ni ninguna ilegalidad ni ha caído en delito alguno de corrupción y no ha hecho otra cosa que defender lo que consideraba eran los intereses generales de la población y la Comunidad de Murcia.

El segundo maltrato social que han recibido los de Arrimadas no está siendo sino la publicación continuada de unas encuestas que no son ni de lejos fieles a la realidad que plantean estas elecciones, pero que no han hecho sino incidir en que Ciudadanos no va a sacar representación, ahondando en una inutilidad de su voto.

Más allá de consideraciones tales como tener en cuenta los márgenes de error de muchas encuestas que las desacreditan por completo, o ese mismo margen de error para concluir que es más que probable todo lo contrario, Ciudadanos, por lo expuesto y por su trabajo estos dos años en el Gobierno de la Comunidad en consejerías clave, también por el necesario papel de control institucional que evita que la corruptela se implante en ellas, es ahora más que necesario e imprescindible. Y lo es para que no lleguen al poder ninguno de los extremos que representan el odio y el enfrentamiento histórico y estéril en nuestro país.

Ciudadanos no sólo es sinónimo de anticorrupción, políticas cercanas a las necesidades de la población y moderado en sus discursos. Ciudadanos representa no perder el norte en la política dentro de las instituciones y ese remanso al que acudir cuando los gritos y las piedras superan los discursos de otros. Confío en que los resultados de Bal y los suyos en Madrid supongan una lección a aquellos que desde la manipulación a través de encuestas y aquellos que juegan al descrédito ocultando con ello sus vergüenzas, intentan eliminar la tercera vía de una España que no se sostiene con tanto despropósito y tanta política ideológica tan alejada de las verdaderas necesidades de los ciudadanos.

Como bien dijo Álvarez Gómez Hurtado, “las encuestas son como las morcillas: muy sabrosas hasta que uno sabe cómo las hacen”.
   

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