Fronteras, aliados y enemigos

Europa tiene enemigos. Una sentencia tan tajante puede parecer rara o políticamente incorrecta. Hablar de enemigos suena viejo, nos retrotrae a periodos de guerra fría y no tan fría, pero hablar de relaciones tensas y demás eufemismos no conseguirá esconder una realidad que nos guste o no, está ahí. Europa tiene enemigos y es normal.

A lo largo de la historia, hay miles de ejemplos de cómo los estados que están en una mejor disposición económica o geopolítica se ven atacados de mil maneras para desestabilizarlos y ponerlos en desventaja. Mil modos que han ido desde el uso de piratas, el envenenamiento de pozos de agua o el financiamiento de grupos terroristas. También es una verdad incómoda que Europa no está pasando por sus mejores momentos. A la crisis energética y a la situación post pandemia, se le une una falta de liderazgo que no hace más que alimentar el discurso de unos nacionalistas y unos populistas que presentan a Europa como la causa de todos los males. Esta debilidad es justo lo que necesitaban nuestros enemigos para tratar de tomar ventaja.

Europa no sólo es una potencia económica, sino que es un ejemplo en lo que a la defensa de los derechos humanos se refiere. Ejemplo de libertad de expresión y de libertad de prensa, libertades que, aunque de tanto usarlas nos parezca imposible que otros no las disfruten, a unos cuantos kilómetros al este, o al sur, o al oeste, brillan por su ausencia. Los países que conforman la Unión Europea no siempre están de acuerdo en todo y el camino de creación de una Europa común no siempre es sencillo ni exento de tensiones. Tensiones que también pueden ser usadas y se están usando en nuestra contra. Pongamos nombres y apellidos.

Rusia ve amenazada su área de influencia por el avance de una Unión que exige comportamientos y políticas alineadas con los derechos humanos y las libertades elementales. Rusia ve a Europa como un peligro para ese sistema que salido de la antigua Unión Soviética no se ha despojado de muchos de sus antiguos males y es por eso por lo que alienta a Bielorrusia a una provocación constante. Para ello, esta vez, en vez de secuestrar periodistas, están utilizando uno de los flancos débiles de la UE, su relación con Polonia.

La llegada de cientos de inmigrantes a las fronteras polacas pone en una situación muy complicada a la Unión. Por una parte, las relaciones con el régimen de Varsovia no pasan por su mejor momento, pero no queda otra que apoyarlo sin fisuras. Por otra parte, el contemplar pasivos como tantas personas quedan indefensas ante el invierno polaco, es algo que va en contra de los principios humanitarios que rigen a los 27, el no hacer nada tampoco se antoja sencillo.

Ahora más que nunca toca unión. Ante el viejo divide et vinces al que juega Rusia hemos de responder en bloque y sin fisuras. Es una oportunidad de oro para que Polonia vea quién es su verdadero aliado y que la Unión Europea es más fuerte de lo que parece.

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