Dirty Dancing, ¿políticamente correcta o incorrecta?

Si hay que hablar de una de las películas que más llegaron a marcarme, esa es sin lugar a duda, la protagonizada por Patrick Swayze, Dirty Dancing. Este largometraje que se estrenó en el año 1987 pero que llegó a los cines españoles el 24 de junio del año siguiente. En aquellos tiempos, yo tenía 13 años. Por aquella época estudiaba ballet clásico en otro de los pueblos que me vio crecer: Ciempozuelos. 

Desde muy niña, siempre quise dedicarme al arte dramático. Pero en aquella época, en los años 90, poder bailar frente al público en un teatro era lo más parecido a ser actriz. Dirty Dancing marcó un antes y un después en mi vida. La película protagonizada por Patrick Swayze me hizo ver las adversidades que una adolescente puede tener para conseguir cumplir sus sueños debido a la mentalidad social y cultural de lo políticamente correcto. Esta me hizo reflexionar sobre el desarrollo potencial no solo de los talentos propios, sino también de los ajenos. 

Bailar como Baby Houseman -Jennifer Grey- o Johnny Castle -Patrick Swayze-, el experto profesor de baile del que se enamora Baby, una chica como el común de los mortales y con una vida completamente normal. La trama de transformación a ser una gran bailarina motivada por su amor hacia Jonny y su constancia para lograr aprender tan tremendo baile tan sensual y provocativo como “sucio” y espectacular, envuelven a los jóvenes bailarines ensimismados en sus pasos para aprender a bailarlos. Estoy segura de que Dirty Dancing más de uno lo hemos visualizado, como poco, más de cien veces por su condición ‘incorrecta’. Es de todos conocido que el baile sensual, en aquellos tiempos, no era políticamente correcto, a pesar de ser arte, ballet… 

Durante la película salen diferentes temas políticos dignos de debate, pero de los que no voy a hablar. Eso sí, he de decir que me impactó lo mal parada que sale la ficticia hermana de la protagonista mujer cuando aborta en condiciones poco sanitarias, motivo por el cual casi pierde la vida. Este asunto tan transcendental logró marcarme de tal manera que consiguió hacerme llorar. ¿Para qué os voy a engañar? Este largometraje te pone frente a frente con los diferentes problemas cotidianos que nos trae la vida: amor, salud, muerte, vocación… Es entonces cuando le ves el valor a la familia, la vida y de tus sueños e ilusiones por todo lo que hay que luchar y trabajar para poder conseguir tus sueños y metas y que no te sean jamás arrebatadas por miedos propios o ajenos de fracasar sin tan siquiera intentarlo. 

Pero aún hay más, otra anécdota más he de relataros que me sucedió a principios de este año. Ella tiene como protagonista a un profesor llamado Alfredo, bailarín de ballet clásico que me impartía un curso dirigido a profesores de primaria y secundaria de herramientas teatrales aplicadas al aula en la Universidad Carlos III de Madrid. Casualidades de la vida, el arte, el ballet, el teatro, el cine… y ahora la escritura giran en torno a mí. Si Mahoma no va a la montaña… la montaña va a Mahoma.  

La conclusión que saco con relación a la película Dirty Dancing, sumada a mi experiencia personal, es la siguiente: si sueñas, trabajas duro, eres constante y tienes un medio sociocultural que te respalde; el destino, la casualidad o el propio universo te ayudarán a conseguir tus objetivos, todo ello saldrá sin darte cuenta. Nunca es tarde si la dicha es buena. Bailar es bueno para el cuerpo y la mente pues despierta sentimientos e inquietudes a quienes lo viven o disfrutan creando una atmósfera de armonía y estética metódica que embellece el alma y la vida con un resonar de arte. ¡Bailemos pues, todos a bailar!

Raquel Jiménez Martínez

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