La mejor defensa no es un buen ataque

“No hay mejor defensa que un buen ataque” es una frase recogida de la obra El arte de la guerra, atribuida al general, estratega y filósofo chino Sun Tzu, que vivió en torno al siglo VI a. C. Esta máxima, para algunos, se ha convertido en el calvario internacional en política en los tiempos que corren. Y es que, guste más o guste menos, como muchos de los grandes temas de la actualidad, no es algo que se pueda asignar a las derechas o a las izquierdas, sino la pura y mera estrategia de puro combate en situaciones de tensión o incluso violencia o guerra. Tal es el caso que estamos sufriendo con la desafortunada acción bélica que está llevando a cabo Israel en Palestina que planteada desde la perspectiva de los recursos literarios situarían la metáfora pura en la asimilación de toda Gaza como territorio terrorista y de terroristas, algo condenable y deleznable.

También lo observamos en la política internacional en los duros discursos reaccionarios de políticos de extrema derecha, como Trump o en las acciones de gobierno del Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que, orgulloso de los resultados de su lucha contra el crimen justifica con ello el arresto de decenas de miles de inocentes sin acusación concreta o la muerte de muchos de ellos en la cárcel, entre ellos niños.

Pero hay muchos ataques, no únicamente los que se expresan a través de los discursos o las acciones políticas en el poder. También hay ataques que se llevan a cabo contra instituciones con el fin de herir políticamente a los que ostentan su poder, o incluso, quizás los más graves, contra el propio sistema. Ya lo dijeron los de Bildu tras el paso de ETA de abandonar las armas en un proceso que se planteó poco claro en los acuerdos pero que, hoy en día, asusta por sus consecuencias por el poder y las formas de hacer política de los abertxales: “dinamitar el sistema desde el Congreso”. Y los primeros grandes aliados que encontraron en su camino no fueron otros que los nacionalistas catalanes que se contaminaron de su proyecto de ruptura con España, después de haber pactado gobiernos a cambio de prebendas con la derecha y con la izquierda.

Por lo tanto, un análisis minucioso de la situación quizás nos llevaría a la conclusión de que el éxito tan explotado del fin de la banda terrorista ETA o, al menos, de sus asesinatos, pudo dar paso a otro conflicto no sangriento pero de mucho mayor calado en lo político, a la espera de que se produjera la situación de una necesaria mayoría parlamentaria que concediera una mayoría de gobierno a la izquierda pasando, necesariamente, por los apoyos de las formaciones independentistas. Y ese día llegó tras las elecciones posteriores a la moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy. El pago inicial por estos apoyos ya es de todos conocidos, pero a este se sumó una serie de iniciativas, al amor de la ultra izquierda, representada por PODEMOS y ahora por SUMAR, que no harían sino mostrar el choque más profundo con el uso instrumental del poder a través del adoctrinamiento ideológico y el uso de premisas básicas de convivencia como parte de ese arma con la que desarmar a la derecha. El problema para la derecha de este país es que, por un lado, no estuvo a la altura de asumir ciertos principios de evolución social; por otro, incapaz de saber manejar esas propuestas, modificarlas, adaptarlas y aceptar esa parte que supone la necesidad de aceptar parte de esos necesarios cambios sociales; y, finalmente, y siempre lo he dicho, la existencia del mejor instrumento del PSOE para privar al PP de una posible mayoría absoluta, la existencia de VOX, alimentada desde un principio por los propios socialistas y ante los que el partido de Feijoó se ha rendido en algunos territorios con el fin de poder alcanzar el poder en ellos. Craso error, que le ha estado dando algo de vida a una llama que estaría conducida a quemar a la propia derecha que representa.

Todo este conjunto de situaciones, el enrocamiento del PSOE en seguir dependiendo de los apoyos de los nacionalistas independentistas, y las continuas cesiones a sus pretensiones, algunas verdaderamente hirientes para la mentalidad de unión territorial de la mayoría de españoles, ha terminado concediendo a Bildu, a ERC y a JuntsxSí una cuota de poder que ni imaginaban, en sus más optimistas visiones, poder alcanzar.

Así, pretenden salir de rositas del escenario de malversación y sedición que se produjo con el 1-O gracias a la pactada Ley de Amnistía, que no es sino una escenificación de la bajada de pantalones del Estado poniendo al poder judicial a los pies de los caballos… y, por lo visto, también a la Unión Europea, estupefacta con lo que estaría ocurriendo. Recordemos que el tema del independentismo es algo que afecta a la casi totalidad de países que la integran, aunque, a excepción del caso de Escocia en Reino Unido, no han conseguido en ninguna otra parte el oxígeno que han obtenido en España en negociaciones en las que pareció privar más los intereses ideológicos o de partido que el verdadero interés del país.

Poniendo seriamente en duda que la Ley de Amnistía pueda llegar a buen término por los numerosos y serios obstáculos que se le presentan, la situación del Gobierno se vuelve cada vez más complicada, salpicada con los asuntos de presunta corrupción en la compra de mascarillas a través de la trama conocida como de “Koldo”, o acciones que partieron de las instituciones del propio Estado como la fiscalía en el caso de las filtraciones de los documentos del novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Días Ayuso, o el reciente escándalo alimentado por el Partido Popular de posible incompatibilidad en la decisión de rescatar a una aerolínea con ciertas vinculaciones con Venezuela y con la mujer del mismísimo Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Al otro lado, la defensa del ataque se dirige sobre, una vez más, los vínculos de gobierno del PP con los de VOX, a través de las Leyes de Concordia que sustituirían a las de Memoria Democrática, o el ataque directo a Ayuso con el supuesto caso de delitos que la fiscalía apunta a su pareja tras los datos aportados por la Hacienda pública.

Así tenemos el país, patas arriba. Y lo peor del caso es que los únicos que creo que lo están disfrutando son los partidos nacionalistas e independentistas. Como sigamos así, ataque tras ataque, no va a quedar de este país nada más allá que sus intenciones.

Todos han cometido errores, y serios, todos se han enfangado por intereses propios antes que por el interés general; todos, absolutamente todos, tienen manchadas sus siglas con casos de corrupción de alguno de sus responsables a lo largo de su historia. Pero, sinceramente, lo que requieren y necesitan los ciudadanos no es otra cosa que ser gobernados con sensatez, con principios como la igualdad, la justicia, y el respeto a la dignidad de todo ser humano. Y estos términos, vuelvo a insistir en ello, no son ni de derechas ni de izquierdas, sino que son los criterios más humanos que se desprenden de esa misma dignidad que aparece y se defiende en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

 Se avecinan tiempos difíciles para el mundo en el ámbito internacional y creo que debemos estar preparados para ello. Si no somos capaces de parar lo que está ocurriendo en todos los órdenes políticos internacionales, esa mejor defensa a través del ataque; si no somos capaces de vislumbrar la necesidad de reflexionar sobre nuestro presente y desde nuestro deseo de un futuro mejor; si no somos capaces de hacer lo básico, lo que es de primera necesidad en nuestro propio país, en la defensa de la igualdad y de los principios básicos constitucionales… mal nos irá, pero mucho peor que al resto.

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