Dejen trabajar a Alberto

Hoy escucho y leo a tertulianos, periodistas, opinadores y todólogos alabando las infinitas virtudes del nuevo líder. Algunos de ellos incluso, hasta hace cuatro días, se ocupaban y preocupaban de que la imagen de ese mismo nuevo líder fuese lo suficientemente dudosa, como para que a nadie se le ocurriera ofrecerle laureles dentro, incluso, de su propio partido. Y es que, en este país, de la misma manera que enterramos muy bien, aunque el finado no haya sido ejemplo de nada; elevamos a los altares también de una manera inmejorable, sobre todo “cuanto toca”, aunque el elevado no sea, tampoco, ejemplo de nada. Y ahora, al parecer, “toca”. Crear, en el imaginario colectivo, una figura que deslumbre con su brillo es relativamente fácil cuando se tiene el dinero suficiente para darle un baño de oro y comprar paños para sacar lustre al metal. Pero vamos a dejar algunas cosas claras.

Ayer mismo, el nuevo líder in pectore ejercía ya de jefe de la oposición a la oposición, siguiendo los pasos de los “nuevos talentos” del partido, como González Pons o Margallo que en días pasados ya se encargaban de marcar una distancia infinita con Vox, tildando al partido de “ultraderecha”, “populista” y demás lindezas que, de tan manidas, ya dan hasta pereza. Es de agradecer que ya, desde el principio, estos “jóvenes valores” del partido dejen claro su discurso. Un discurso que no era ningún secreto y que ya conocíamos sobradamente. Pero lo novedoso de todo esto es el propio discurso del nuevo líder, que ya habla abiertamente y sin ambages de pactos con el PSOE, para frenar a VOX.

Lo contradictorio es que el nuevo líder habla de recuperar a los votantes que se fueron a VOX, al mismo tiempo que habla de pactos con el PSOE. Sigue sin enterarse de nada. Creer que eso es compatible es la consecuencia de vivir a treinta centímetros sobre el suelo, levitando por encima de los mortales; o de no conocer, en absoluto, a aquellos a los que “quieres salvar”. Tal vez, el hecho de haber echado del partido, en el Congreso de 2008, a la derecha, haya tenido algo que ver… sólo tal vez. Y todos aquellos que se marcharon entonces, sintiéndose traicionados, de un partido que acababa de renunciar a ocupar una gran parte del espectro político, no van a volver, por mucho que el nuevo líder brille al ser frotado con los paños de los medios de comunicación palmeros y halagadores.

El problema fundamental reside en que aquello que escandalizaba a mucha gente (otros ya lo sabíamos hace mucho tiempo) hace tan sólo unos meses, a saber, la posibilidad de que el Partido Popular pactase con el PSOE; ahora comienza a verse como algo normal. Y eso no es necesariamente malo, es sólo dejar el escenario con una luz mucho más clara. El Partido Popular y el PSOE son, básicamente, lo mismo y persiguen el mismo fin, la eternidad. La eternidad del bipartidismo. Y en eso están. Porque les va el bocadillo en ello. Es vergonzoso ver como los políticos ampulosos y petulantes se dedican a tratar de anular a la única opción política que ofrece esperanza, por una sola razón, su propia supervivencia. Vergonzoso.

Galicia ha perdido el 17% de su población en los últimos 20 años, porque la gente tiene que irse de aquí, a buscar un futuro laboral a lugares con alguna posibilidad. Galicia es la segunda peor región con respecto a la tasa de actividad laboral, aspecto que está íntimamente ligado al anterior. Galicia es una región en la que la deuda per cápita ha aumentado de 1700 euros en 2009, a más de 4200 euros en 2020. Galicia es una región en la que los padres no pueden escoger la lengua en la que estudian sus hijos, pese a que el nuevo líder ganó sus primeras elecciones gracias, entre otras, a esa promesa incumplida. Galicia es una región en la que los políticos, entre ellos el nuevo líder, han convertido un idioma en una herramienta de división, dotándole de un carácter identitario con según qué postulados de ultraizquierda, que han hecho que, en este momento, en Galicia seas gallego “de primera” o “de segunda”, en función de lo muy mucho separatista que te sientas. Y sí, eso lo ha propiciado el nuevo líder.

Galicia es una región que el nuevo líder denominó “nación sin estado”, sin apenas pestañear, cuando le tocaba llevarse bien con el BNG. Bueno, con el BNG no, con sus votantes… Y ahora hay que escuchar al señor Margallo decir que uno de los principios del Partido Popular es la lucha por la unidad de España. Alucinante… Galicia es una región en la que el nuevo líder ha implementado, sin rubor, leyes de memoria histórica, leyes de ideología de género y leyes LGTBI como el más aventajado de los alumnos socialdemócratas. Galicia es esa región en la que el nuevo líder votaba a favor de propuestas de los separatistas gallegos acerca de temas como, por ejemplo, el aborto. Galicia es esa región en la que el nuevo líder se abstuvo, inicialmente, ante la intención de los separatistas de expulsar a la Guardia Civil.  Después hubo recogida de cable, por supuesto…

Galicia es la región que más medidas liberticidas ha implementado y mantenido durante más tiempo con respecto a la pandemia. Y esas medidas las impuso el nuevo líder, cuando todavía no brillaba. Casualmente, el pasaporte Covid, en Galicia, pasó a la historia el mismo día en que el nuevo líder se dio cuenta de que iba a ser el nuevo líder. Casualmente… Y estos son, sólo, ejemplos a vuelapluma. Hay mucho más. Con este bagaje se nos presenta al nuevo líder como la gran esperanza de reunificación del centroderecha. Nos lo vamos a pasar genial, dejen trabajar a Alberto.

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1 Comment

  1. El Sr Alberto parece que quiere orientar al PP de cara a pactar con el PSOE, dándose apoyo mutuo para arrinconar a VOX. Y hay q recordar quien está dirigiendo al PSOE, alguien sin escrúpulos q por mantenerse en el poder está vendiendo España a los q quieren destruirla.
    Mal empezamos, Sr Feijoo!

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