Los escritores anónimos

Hoy en día, la profesión de escritor es bastante desagradecida salvo que cuentes con miles de seguidores en las redes sociales o un padrino dispuesto a echarte un cable. Las costumbres de leer no se han perdido, demos gracias a eso, aunque sí que han evolucionado debido a los avances tecnológicos. Ahora puedes encontrar todo un surtido de apps y ebooks que ayudan bastante a poder tener un mejor acceso a los contenidos. Pero a su vez, resulta curioso, como la cultura se ha puesto tan cara e inaccesible, hasta el punto, en que, muchas veces, es imposible lograr acceder a ella por los precios tan desorbitados que las acompañan.

Ahora, coged cualquier libro de vuestra estantería e intentar poneros en la situación de los pasos que hay que seguir para que este llegue a vuestras manos. Primero, empiezas con un folio en blanco y una idea, la misma que irás desarrollando poco a poco. Para un solo capítulo, se necesitan horas y horas de escritura, de darle forma y de visualizar una y mil veces la situación. A continuación, pasas a los siguientes pasos; con sus inamovibles horas de trabajo, días, semanas, meses o incluso años.

Una vez terminada la historia, ahora viene la escritura; darle forma, juntar algún que otro cabo suelto y otorgarle un poco de vida y ambientación a lo que se convertirá en tu libro. Después, de quizás tres o cuatro reescrituras, porque el cerebro es muy traicionero y a veces se nubla cuando piensas que todo está perfecto, resulta que vienen las correcciones.

La gramática es super importante para tener una buena experiencia en la lectura: las comas, los puntos, las faltas de ortografía, frases que pierden el sentido y de vuelta a reescribir… y aún así, en muchas ocasiones, cuando el trabajo está terminado, sigues encontrando alguna que otra errata que se te habían pasado. Es entonces cuando llega la verdadera odisea: enviar el manuscrito a las editoriales y esperar a que te contesten.

Porque, en la mayoría de los casos, necesitas ir acompañada de un buen puñado de miles de seguidores en las redes sociales o un padrino de renombre, ya que, de no ser así… poco caso te harán. La calidad en tu escritura quedará en un segundo plano. Un claro ejemplo: la escritura inglesa JK Rowling, que tiene una docena de cartas en las que, en sus inicios, rechazaron sus manuscrito sobre la historia de Harry Potter. Además, ya siendo una escritora consagrada y escondida tras un pseudónimo, fue nuevamente rechazada, con el añadido de que las editoriales se toman la libertad de aconsejarla a que se apunte a unos cursos de escritura.

Entonces, la pregunta que reflejo es la siguiente: ¿Buscas calidad o ventas? Está claro que, en los negocios, se prioriza en las ventas ya que, estudian el mercado y valoran, según su criterio, lo que puede resultar más provechoso. Pero, ¿qué ocurre cuando lo que más vende es de mediana calidad y, además, las editoriales se llevan un 90% de regalías a la vez que el escritor tan solo un 10%? ¡Una barbaridad!

A esto os contestaré a continuación: el escritor medio no puede dedicarse profesionalmente a ello, puesto que el cobro de su trabajo no es equitativo a los ingresos mínimos, por ende, tiene que escribir en sus ratos libres y con mucho sacrificio. En consecuencia, llegas a la tesitura en la que, al ver los resultados de su labor, este se desalienta, yendo incluso a generarle la duda de si verdaderamente tanto esfuerzo merece la pena. Todo esto, en el caso de no vender masivamente.

Al final, todo desemboca en un efecto dominó en el cual el escritor también se trata de buscar una salida para poder dedicarse uno a lo que le gusta, sin pasar por todo ese proceso desalentador y en el que el resultado sea el más provechoso posible. Cuya consecuencia es que, al caer la última ficha, la calidad de las historias se llena de clichés incongruentes, los cuales son sorpresivamente los más leídos y seguidos. No creo que haga falta aclarar que hablo de la mayoría, no de un todo.

En resumidas cuentas, una servidora piensa que, en el momento en el que tú le pones forma de dólar a lo que creas, comienza a perder su calidad literaria, puesto que lo haces con el único propósito de hacerte rico y eso, sin lugar a duda, le resta mucho. Reconozco que yo persisto en mantenerme como una soñadora que todavía cree en la autenticidad de las cosas, en que hay que mostrarse transparente y tratar de llegar al corazón de la gente, a pesar de que esas cualidades hoy en día no vendan. Porque esa es la herencia que nos dejaron muchos de los grandes escritores clásicos que, en sus tiempos, fueron anónimos, con la consecuente responsabilidad de conservarla e intentar mejorarla. No olvidéis jamás, que somos los encargados de preservar ese legado: somos los escritores anónimos.

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