Ocupación, ¡Viva la Pepa!

El pasado 18 de junio, Xavier García Albiol publicaba en sus redes sociales como tras cinco horas “negociando” con unos okupas y con el respaldo de los vecinos, lograba que los amigos de lo ajeno abandonaran la vivienda que habían ocupado en un barrio de Badalona.

La usurpación, que sería su verdadera definición, viene legislada en el Código Penal, es decir, es un delito. No será una servidora la que se ponga a aclarar los matices técnicos, para eso están los juristas, lo que sí que cualquier ciudadano entiende es que en la mencionada ley se encuentran el homicidio, el robo, el tráfico de drogas… Lo que también entiende todo el mundo es que cuando alguien comete uno de los ilícitos mencionados, la policía actúa. ¿Qué ocurre con las usurpaciones? ¿Qué pasa cuando alguien llama a los cuerpos de seguridad y les dice que se ha encontrado una familia dentro de su casa? Pues que a los encargados de hacer cumplir la ley se les queda cara de tontos viendo cómo el denunciante se va a su domicilio con cara de tonto aún más grande porque no pueden sacarlos de las mil maneras que, seguro, a cualquier policía se le ocurriría.

La ocupación es uno de los casos más escandalosos que hay en el sistema legal español (que le pregunten a un americano a ver qué opina; simplemente, no lo conciben), básicamente porque quien está pagando una hipoteca o ha recibido una herencia observa la manera en la que llegan unos delincuentes y se meten bajo su techo porque sí, porque ellos lo valen. Bueno, por eso y porque muchos sectores de la política los apoyan. Tanto, que hasta les dan clases de los pasos a seguir para ocupar un inmueble y si es necesario, ya habrá algún abogado “proderechos humanos” que les defenderán llegado el momento. Conclusión: que, si uno quiere recuperar sus cuatro paredes lo más rápido posible, le toca llamar a ciertas agencias que garantizan resultados o conocer a un alcalde, si es mediático mejor, que desee mojarse.

Volviendo al caso de Albiol, uno se pregunta por qué en el vídeo no hay representación del gobierno municipal, los del partido del trabajador. A lo mejor es que no les interesa salir en la televisión y que les asocien con lo que ellos de puertas para adentro, y para afuera, defienden. El ex-alcalde de Badalona lo tuvo muy claro cuando dirigía el ayuntamiento catalán y lo sigue teniendo, aunque ya no posea el bastón de mando que le arrebataron mediante una moción. Sabe lo que le quita el sueño al ciudadano corriente, al que madruga todos los días para ir a trabajar o al pensionista que ya madrugó. El terrorismo, el narcotráfico, etc. son asuntos mayores de los que se encargan los cuerpos especializados. Él va a por el delincuente común, el que roba farmacias, el que pega tirones a los abuelos, el que ocupa inmuebles… esos son sus objetivos y ahí sí que puede actuar un alcalde. Contra esa lacra sí que tiene capacidad de poner medios el máximo dirigente de un consistorio que se preocupa por el bienestar de sus vecinos y no se deja comprar por un puñado de votos que les salen muy caros al resto de personas.

Al okupa, hay que perseguirlo; si no tiene dónde dormir, existen los albergues sociales. Es muy bonito apropiarse de un chalet, engancharse a la luz para estar todo el día viendo la televisión de 75 pulgadas que, dicho sea de paso, tampoco ha pagado, y si se aburre, un bañito en la piscina que ha llenado con el agua procedente de la tubería de vaya usted a saber quién, ¡qué más da! “Soy okupa (con k, que queda más transgresor), yo no pago nada”. Porque esa es otra, con la ocupación, usurpación o como le apetezca llamarlo, no se acaba todo. Si alguien dijo una vez que el odio engendra odio, hoy en día diría el delito engendra delito. Defraudación a las compañías eléctricas, como no se paga luz, adelante con un huerto urbano de marihuana para recibir un dinero extra; fiestas con música a toda pastilla, ya que los vecinos no tienen ninguno de los derechos de los que sí goza el infractor. Y cuando se cansan del lugar, huyen destrozándolo todo.

Al final, el ciudadano se queda con la sensación de siempre: que los que cumplen las normas salen perdiendo mientras que el delincuente hace lo que le da la gana. Que cambie la ley de una vez por todas y que cuando un okupa pegue una patada en la puerta para meterse en una vivienda que no es la propia, pueda llegar la policía y sacarle por donde ha entrado sin más contemplaciones. Pero para eso, debe de haber políticos que dejen de protegerlos y si tanto los quieren y admiran, pueden invitarles a vivir en sus chalets de Galapagar o áticos frente a El Retiro.

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